jueves, 28 de febrero de 2013

Duchitas de agua amarilla


Manuel Velandia
En Exclusiva para GayHills.Com

Tendría unos 24 años, sus ojos eran azules y sus facciones bien pudieran confundirse con la de un italiano, pero era argentino. Su cuerpo atlético y bien formado me indicaba una obsesión por su cuidado. Todo en él reflejaba tranquilidad, incluso pudiera decirse que incitaba armonía. Cuando lo vi tomando notas en su libreta de apuntes, sentado en la primera fila de la sala de conferencias, me pareció aquello que bien pudiera llamar un niño juicioso.

De vez en cuando levantaba sus ojos y me miraba tan fijamente que experimenté varias veces la necesidad de mirar a otro lado. En su sonrisa había algo enigmático que no lograba descifrar. Fueron pasando las horas y al terminar la jornada de la mañana se me acercó y me dijo: “¡esta noche me paso por tu hotel!”. Lo hizo muy seguro de sí mismo, inclusive sentí que no era una propuesta sino una orden con la que me anunciaba mi obligación de esperarlo.

No respondí. Sonreí, con una sonrisa en la que se mezclaba la complicidad y el asombro. El tampoco esperó respuesta. Me miró una vez más, sonrió, y dándome la espalda se dirigió a la puerta de la sala de conferencias. De pronto paró en seco, volteo la cabeza y gritó: “¡Mi nombre es Franco!”. Pensé que su nombre hacía gala de su osadía y me quedé observándolo mientras se perdía en la multitud. No sé cuántos fueron los minutos o segundos, pero volví en mí cuando alguien, tomándome del brazo, me dijo “¡le estoy hablando!”.

En la tarde no regresó. Sé que no lo hizo porque tuve tiempo para mirar uno a uno los participantes. Olvidé que existía hasta cuando de la portería del hotel recibí la llamada para avisarme que Franco me estaba esperando. Pasé al teléfono y le dije que lamentaba no poder atenderlo pero que me estaba preparando para asistir a una recepción de bienvenida a Buenos Aires. No oí palabra alguna, tan solo el ruido de un teléfono que  se colgaba. Entré a la ducha y unos instantes después sentí que tocaban en la puerta. Me puse una toalla y salí para ver quién me necesitaba. Era él. Ignoro cómo logró burlar la vigilancia, pero estaba ahí, parado con sus brazos abiertos como queriendo abrazarme.

Cuando pude darme cuenta ya estaba adentro, sentado en una silla, diciendo que deseaba esperarme. Yo entré una vez más a la tina y dejé entreabierta la puerta. Quería mirarlo, aun cuando le dije que era para oírle por sí me hablaba mientras me duchaba. Me preguntó si me gustaban los juegos dorados. Yo pensé que se refería a utilizar accesorios dorados, así que le dije que sí, que de vez en cuando. Unos segundos después estaba frente a mí, desnudo, exhibiendo  su maravillosa anatomía. Se paró muy cerca de mí y sin mediar palabra entró a la tina. Fue tan sorpresiva la situación que, entre sorprendido, temeroso y satisfecho, no musité palabra.

Me preguntó si quería jugar a los juegos dorados, afirmó que desde cuando me vio la primera vez yo lo inspiraba. Tocaba su cuerpo. Estaba total y maravillosamente erecto. Yo, que no salía de mi asombro, sentía que mi cuerpo temblaba. Él sonrió y me dijo “quiero que te orines sobre mí, en mi cuerpo, en mi pecho, en mi cara”. Yo pensé que era broma, pero insistió. No sé por qué, pero sentí unas ganas inmensas de mear y empecé a hacerlo. Él sonrió, y unos segundos después eyaculaba sin que yo hubiese puesto un dedo sobre su cuerpo. Sonreí. No podía creer que recibir la orina de alguien sobre el cuerpo pudiera ser tan excitante como para eyacular sin tener que tocarse. No dijo palabra, simplemente se vistió y se fue, sin despedirse.

Cuando salió, quise orinar sobre mi pierna. El orín se siente calientico, es una sensación extraña pero nada excitante. No me excita el dorado. Nunca lo volví a ver, es más, ni siquiera sé si se llama Franco. Tan solo tengo claro que el disfrute de la sexualidad es algo extraño, y que el deseo y el erotismo están llenos de caminos y posibilidades insospechadas. Durante mucho tiempo, a estas situaciones particulares del disfrute las llamaron anormalidades. Posteriormente las denominaron aberraciones, después se les denominó parafilias. Ahora los juegos dorados hacen parte de las Expresiones Comportamentales Sexuales.

Es necesario tener algo en claro: tenemos el derecho a negarnos, así a nuestra pareja ducharse de esta forma le parezca lo más erótico y emotivo que pueda pasarle; sin embargo creo que si se es algo abierto una meadita no le hace mal a nadie y que incluso puede llegar a ser divertida y excitante.

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Golden Shower


Manuel Velandia Exclusive for GayHills.Com


He was about 24, his eyes were blue and his features could well be mistaken for that of an Italian, but he was Argentinian. His athletic and shapely body told me he was obsessed about his care. Everything about him reflected quietness; even one could say he moved me to a state of harmony. When I saw him taking notes on his notebook, sitting in the front row at the conference room, I found what may well be called a sound-minded child.

From time to time he raised his eyes and looked at me so intently that I experienced several times the need to look elsewhere. In his enigmatic smile, there was something I could not figure out. Hours passed by and by end of the morning he approached me and said, "Tonight I will step in at your hotel". He did this very sure of himself, I even felt it was not a proposal but an order to  which I was being announced to heed.

I did not answer. I smiled, with a smile which mixed the complicity and wonder. He did not wait for an answer either. He looked at me again, smiled, and turned his back at me at the door of the conference room. Suddenly he stopped short, turned his head and shouted: "My name is Frank". I thought his name proudly reflected his courage and I stood watching as she disappeared into the crowd. I do not know how many minutes or seconds passed by, but I came to myself when someone, taking my arm, told me: "I'm talking to you".

In the afternoon did not return. I knew he didn’t because I had time to look at each one of the participants. I totally forgot about him until I got the call from the hotel lobby to tell me that Franco was waiting for me. I went to the phone and said I regretted not being able to attend anyone since I was getting ready for a welcome reception to Buenos Aires. I did not hear a word, just the sound of a phone being hung. I went into the shower and a moment later someone rang the doorbell. I got a towel and went to see who needed me. It was him. I do not know how he managed to evade security, but he was there, standing with his arms outstretched as if to hug me.

When I realized he was already inside the room, sitting on a chair, saying he wanted to wait for me. I went again to the tub and left the door ajar. I wanted to look at him, even when I told him it was just to hear him in case he wanted to talk to me while I showered. He asked me if I liked the golden games. I thought he meant to use gold fittings, so I said yes, from time to time. A few seconds later I was in front of me, naked, showing off his wonderful anatomy. He stood very close to me and without a word went into the tub. The situation was so surprising that, between being surprised, fearful and satisfied, I did not dare to whisper a word.

I asked if I wanted to play the gold games, he said that since the moment he saw me for the first time I inspired him. He touched his body. He was totally and wonderfully erect. I, who could not get over my amazement, felt my body trembling. He smiled and said "I want you to piss on me, on my body, my chest, my face." I thought he was joking, but he insisted. I do not know why, but I felt a huge desire to pee and I started doing it. He smiled, and a few seconds after he was coming without even putting a finger over his body. I smiled. I could not believe that getting someone’s urine on the body could be so exciting as to ejaculate without eve touching each other. He said nothing; he simply dressed himself and left without saying goodbye.

When he left, I wanted to pee on my leg. Pee feels so warm; it is a strange feeling but nothing exciting. Golden does not turn me on. I never saw him again, moreover, I do not even know if his name is really Franco. I am only clear that the enjoyment of sexuality is something strange, and that desire and eroticism are full of unexpected paths and possibilities. For a long time, they called these particular situations of the enjoyment just abnormalities. Subsequently they were called aberrations and later paraphilias. Now the golden games are part of the Behavioral Sex Expressions.

You need to have something clear: we have the right to refuse, even if your partner finds it exciting and emotional; nevertheless, if one is open to some extend, a little pissing does not hurt anyone and it can even be fun and exciting.

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