lunes, 17 de agosto de 2009

No podemos juzgar por lo que hay en la entrepierna

Por Manuel Antonio Velandia Mora
España, agosto de 2009


La violencia de género entre hombres es un tema del que nunca se habla, los gay prefieren ocultarlo, no quieren aparecer públicamente como víctimas o como victimarios; develar dicha situación es el gran acierto del libro del escritor español Carlos José Ríos Longares autor de “El hogar de los secretos”, una novela en que simultáneamente se cuenta una historia de amor intercultural y los sufrimientos de un hombre rechazado por la familia por causa de su orientación sexual y maltratado por quien él pensaba seria el gran amor en su vida.

De los libros que tratan las homosexualidades se esperan muchas cosas, especialmente que tengan mucho sexo y poco seso; por eso, cuando las editoriales reciben propuestas de los autores encaminadas a temas poco genitales, tienden a negarse a publicarlos, esto fue lo que le sucedió a Carlos José Ríos Longares con su novela “El hogar de los secretos” que la Editorial Club Universitario lanza en el marco de la Feria del Libro de Alicante.

En este, su cuarto libro, Carlos Ríos relata una historia de amor con hombre marroquí para quien el amor entre hombres es un amor prohibido, y simultáneamente, narra otra historia de desamor con un hombre que entiende que la violencia machista es la posibilidad de relacionarse con la persona que dice amar.

“El hogar de los secretos” no es exactamente un texto autobiográfico, tampoco es un estudio autoetnográfico, aun cuando deja entrever la formación de historiador que tiene el autor. Al respecto dice Carlos “porque mi realidad del momento es mi historia, una relación de pareja entre un marroquí y un español, pero igualmente es una historia de violencia entre dos hombres donde uno de ellos, el protagonista, ha sufrido malos tratos”.

“En mi historia y en la de cualquier pareja puede haber homofobia y racismo”, opina Ríos; en eso la novela es similar la vivencia de otras parejas de personas del mismo sexo; se tiende en las familias a ignorar, a rechazar que hay discriminación, como también la hay en las instituciones judiciales. “Me atrevo a decir que la hay”, reflexiona el autor.

La violencia es Violencia
Pareciera que esta afirmación es redundante, sin embargo la novela denuncia que la violencia entre hombres no se asume con el respeto que el tema se merece. Los malos tratos existen así, sin género. “Los hombres no necesariamente son victimarios, también son/somos víctimas” asevera Ríos, quien en algún momento de su vida fue víctima de la violencia intrafamiliar ejercida por otro hombre. Y aun cuando en este tema su novela es ficción, no puede negarse que sus emociones se ven afectadas cuando habla del tema, emociones que igualmente se revolcaron cuando reflexiono al respecto, cuando escribió la novela, cuando lee en voz alta algunos de sus fragmentos.

No puede negarse al oírlo que, para él, escribir es un acto terapéutico, una forma de exorcizar el recuerdo y una denuncia, que nos obliga como lectores a tomar una posición frente a una realidad que el status quo y el “gay set” editorial prefieren ignorar, en su afán de mostrar al gay como un hombre ceñido a esa moral que los medios para y de homosexuales prefieren mostrar.

La violencia entre hombres tiene nombre y apellidos. Hay que denunciar las injusticias que se comenten en el tema. La violencia de género pareciera ser posible únicamente de parte de un hombre hacia una mujer, pero igualmente hay mujeres que maltratan hombres y violentan a otras mujeres. En España ya se juzgó un caso de violencia entre lesbianas y en Alicante, ya se han juzgado casos y actualmente se juzga otro; un caso en el que el fiscal y juez que instruyen el caso, han informado extraoficialmente a sus abogados y a la abogada de la parte demandante, que como en los anteriores juicios -llevan cuatro-, se va a abstener de pronunciarse a favor de una de las partes porque entienden que es un “problema entre dos hombres”, y que no tienen voluntad de meterse en estos líos y que, de seguir adelante con el juicio y de celebrarse, la sentencia será condenatoria para ambos por un delito de “faltas”.

Poner una denuncia sobre violencia machista entre hombres sorprende a todos; al victimario, que cree que “solo es un poco celoso”; a quien recibe la denuncia que considera que un par de hostias debe arreglarse en la alcoba e incluso en la cama; a los abogados que no se sienten adecuadamente formados para manejar estos tremas y entienden que la ley tiene vacios al respecto; a los jueces, que como ya lo hemos visto, no logran comprender que hay hombres que pueden ser víctimas; a la familia que prefiera pasar agachada frente al tema; a los psicólogos en cuya lógica no cabe esta opción; y, a los mismos homosexuales, que en su machismo o en su homofobia internalizada prefieren pensar que eso es cosa de los heterosexuales.

Sin embargo, al leer los primeros borradores del libro, las más sorprendidas fueron las mujeres miembras de una asociación de víctimas de la violencia machista, quienes al tener la oportunidad de leer el texto aseveraron que era la historia real de una mujer maltratada, con sus mismos sentimientos, emociones, necesidades, falencias, y quienes se sorprendieron al descubrir que la pareja no era una mujer, como ellas prefirieron creer, sino un hombre.

La violencia entre machos es una historia del día a día, una situación que se prefiere mantener oculta, una historia de las que las mismas asociaciones LGTB prefieren no hablar.

Por todo lo anterior, cuando me encontré con la nota de prensa que anunciaba el lanzamiento de “El hogar de los secretos” no dudé en buscar a Carlos José Ríos, en dialogar con él, porque más que una entrevista, mi compromiso es llamar la atención hacia las distintas formas de violencia que sufren las personas LGBT.

Por supuesto no toda la novela habla de la violencia machista gay, es también el relato de un amor entre dos hombres, que siguen y seguirán enfrentándose a las barreras que la vida y las sociedades continúan imponiendo para demostrar que el mayor de los sentimientos puede servir hasta para unir Oriente y Occidente.

Muchos de los lectores y lectoras sentirán que de alguna forma esta es también su historia; porque el suyo ha sido también “El hogar de los secretos”, porque a pesar de tanta homofobia no se han negado a sí mismos/as a vivir sus propias historias de amor, han cruzado fronteras para estar cerca al ser que aman, disfrutado del bar y renegado de este, ingresado al cuarto oscuro para ocultar sus temores o dar rienda suelta a sus deseos inconclusos; porque son padres, madres, hermanos/as, tíos y han sabido respetar y ser cómplices o se han negado a sí mismos/as y a los/as demás la posibilidad de dar rienda suelta a su verdadera identidad.

En la contraportada del libro se lee “La vida, en ocasiones curiosa, nos brinda una esperanza a la que no debemos renunciar porque sino nunca sabremos si las oportunidades merecen la pena poder disfrutarlas”. Eso hice al decidir leer la novela y no me arrepiento, la leí de un solo “tirón”, releí algunos fragmentos y me decidí a recomendarla. Leerla es también una manera de “Luchar contra las mentiras, la intolerancia, el racismo, los secretos…” de responder a la pregunta de si la violencia de género entre personas del mismo sexo ¿Es una quimera o puede transformarse en una realidad?

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