viernes, 2 de septiembre de 2016

¿Cuánto cuesta a una familia un muerto causado por la guerra?

Por Manuel Antonio Velandia Mora
Alicante, septiembre 2 de 2016
El problema económico es grave si pensamos en todos los años que una persona puede dejar de producir y el bienestar y calidad de vida que la familia no percibe con la ausencia de su ser querido.
Los daños emocionales, que suelen ser irreparables, no se cuantifican. Yo, que sigo vivo luego de un atentado con granada, aún tengo crisis cuando escucho fuertes explosiones; incluso, las anunciadas como las de los fuegos artificiales, por más que le diga a mi cerebro lo que sucede, el temor es más fuerte que el disfrute.

¿Qué pasa con los hermanos, padres, hijos y demás familiares de las víctimas?  
Para quien no ha sido víctima de la guerra pararse afuera de la realidad es fácil, pero yo que he trabajado con niños, niñas y adolescente víctimas del conflicto armado colombiano, sé el dolor que sus vidas arrastran.
Con la guerra no solo sufren las familias, también se transforman las relaciones sociales, las infraestructuras viales e incluso el paseo familiar o el turismo, que produce dividendos importantes a las ciudades y en consecuencia mejoras para todos. Los campesino tienen dificultades para vender sus productos y las ciudades no pueden abastecerse apropiadamente de ellos.
No me considero un cristiano practicante, pero sí creo en Jesús de Nazaret como un modelo de existencia. De él aprendí el amor activo, el amor que logra perdonar, y perdono para ser practico, porque cuando odiamos es mayor el daño que cada uno de nosotros sufre que el que experiencia el ser odiado, que no siquiera conoce de nuestra emoción.
Por ello perdono a mis victimarios, porque tengo derecho a reconstruir mi existencia, a olvidar y buscar maneras de ser feliz.
Prefiero a un ex-guerrillero disparando ideas en el Congreso que uno activo, secuestrando, asesinando, extorsionando.
El país mejoraría si pensáramos en construir la paz y no, en perpetuar el odio.

Yo le apuesto a la paz, le apuesto a re-construir el país. Sé, como muchos otros, que lo ideal sería que todos fueran a la cárcel y pagaran sus crímenes, pero también claro que esa opción no es posible y que es la menos viable; la historia nos dice que muchos guerrilleros mueren en las filas, sin ser condenados, pero si siendo activos en el daño que producen. Que pocos han sido condenados y que sus penas terminan encogiéndose por buena conducta o porque estudian.

martes, 23 de agosto de 2016

León Zuleta, más que un compañero de cama

Por Manuel Antonio Velandia Mora
Alicante, 23 de agosto de 2016
Qué bueno iniciar el día con una reflexión amena, profunda y cuestionadora: hablar de León Zuleta [1] veintitrés años después de su asesinato. León es cofundador, junto a Velandia, del MLHC Movimiento de Liberación Homosexual de Colombia.
Zuleta, a quien yo solía llamar el “polimórfico perverso [2], [3], nombre que degeneró para algunos en el “polívoco [4] perverso”; quitando el peso a su gran capacidad para aparecer y desaparecer y su mimetismo que bien lo hacía ser querido en diversos espacios e incluso, por personas harto diferentes.
Preocupante ese cambio de pasar de ser un polimórfico a un polívoco, porque era bien claro para Zuleta que el lenguaje jugaba un papel determinante en la construcción de los discursos.
Un autor que para Benhur León Adalberto Zuleta Ruíz tuvo mucho peso fue Guy Hocquenhem (1972). El primer libro, fotocopia, que me facilitó León fue el texto «El deseo homosexual» de éste miembro en Francia del FHAR Frente Homosexual de Acción Revolucionaria, el cual leímos en francés y con diccionario en mano.
Creo que uno de los temores de la gente hacia León era precisamente que no había gran distancia entre el discurso y la práctica y que por ello proponía intercambios sexuales políticos que a algunos no le sonaban como una realización práctica de la teoría sobre el sexo y el poder, sino al interés oculto de querer “culiar” con todo el mundo; tal vez por ello, también pasó de ser el “perverso” del que yo hablaba, en el sentido del que corrompe las costumbres o el orden y estado habitual de las cosas, a ser para otros el perverso comprendido como el tipo malo, que hace daño; imagen por cierto bastante lejana de la realidad del tipo amoroso que era León.
Uno de los problemas de “Ventana Gay” (revista del MLHC) fue precisamente la incapacidad de algunos de sus miembros de ser realmente transgresores en lo cotidiano y en el discurso, para serlo, de pronto, en la habitación en la que dejaban fluir sus verdaderos deseos. A León le tenían miedo, en especial al estar con él en la calle, pero igualmente lo invitaban a participar de los "trabajos sexuales colectivos" en los que el texto afloraba al mismo tiempo que el semen.
A pesar de que el discurso de Zuleta luego de los encuentros sexuales en lo que él participaba, parecía tener aceptación, la gran mayoría solo se quedaba con la paja, ya sea en mano propia o en cuerpo ajeno.
Por otro, lado cabe bien señalar que en “Ventana Gay” tuvo un gran peso en los temas el que ponía el dinero, el abogado Guillermo Cortés, y que por ello a diferencia del pensar de Zuleta y mío, allí se dio bastante importancia a, por ejemplo, la discusión para el cambio del Código Penal en 1980, con el que dejó de ser delito el acceso carnal homosexual (antiguo artículo 323 del Código Penal en 1936).
Para León siempre fue más importante el cambio de la cotidianidad, de la cultura, que el cambio de la norma legal. Esto también lo aprendí de León, quien siempre fue un militante y para algunos, eso se traducía en contemplarlo únicamente como un ser irreverente que atentada contra las estructuras establecidas, y es que en ese entonces, como ahora, algunos homosexuales y lesbianas son de derechas, aun cuando gracias a la vida se comportan como sexo izquierdistas en la cama, o al menos eso espero.
León hizo mucha mella en mí. Cabe recordar aquí, que en algún momento de la historia del Movimiento, alguna persona pidió y logró que me “echaran” por una semana del MLHC porque yo era “muy marica” (lo sigo siendo). En la práctica yo había asumido una buena parte de las propuestas de Zuleta y exigía reivindicar el “discurso marica” como ejercicio político, por tanto, era necesario reivindicar la analidad como ejercicio de poder y los amaneramientos gestuales y en la oralidad como una práctica de ruptura con la masculinización o más correctamente con el tono masculino con que se les pretendía matizar a las ideas en su expresión oral, para hacerlas más creíbles y serias; situación machista que aún se sigue presentando.
En el MLHC me aceptaron nuevamente como miembro, luego de que con un cartel que decía “Ser marica es cosa seria, es cuestión de hombres”, me parara, como protesta y antes de que todos los participantes ingresaran, frente a la puerta de la Biblioteca Emmanuel Mounier en donde nos reuníamos todos los sábados. Es importante señalar que no me recibieron porque aceptaran el discurso de la maricada, sino para que los transeúntes y el director de la biblioteca no pensaran que algunos de los que allí se reunían eran tan maricas como yo. Realmente no lo eran ser marica es un acto político sexual y ello no es lo mismo que follar, “culiar” como se dice en Colombia, con un hombre.

[1] Asesinado el 23 de agosto de 1993
[2] Ha triunfado el evangelio de Freud. Los conventos van desapareciendo, y a los sacerdotes los llevan a juicio por sus numerosas ofensas contra la castidad. El sexo es el gran desorganizador de la sociedad; los ascetas de antaño no se equivocaban en ese sentido. Las prohibiciones religiosas, embarazosamente detalladas, que al liberal moderno le parecen excesivas y ridículas –contra la masturbación, la anticoncepción, la homosexualidad y la sodomía, así llamada— eran intentos fragmentarios para emparedar los torrentes de lo polimórfico perverso que, en nuestro tiempo, han socavado de manera conspicua esas instituciones confinantes y todavía no reemplazadas: el matrimonio y la familia patriarcal. La pornografía y esa prima ligeramente más recatada, la publicidad, presentan un mundo ideal, y las pretensiones de lo ideal tensionan y fatigan la imperfecta realidad. En http://www.operamundi-magazine.com/2016/08/sobre-la-lujuria.html
[3] El niño es un perverso polimórfico que carece de un sexo definido. Para Freud, el niño, pese a poseer una propensión al placer, carece, ciertamente, de caracteres definitivamente masculinos o femeninos. No es sino hasta después de lo que Freud denomina la fase sádico-anal, con la consecución de un objeto de deseo sexual y posteriormente con la pubertad, que el sujeto se hace con uno de los sexos y que, por ende, consolida una identidad psíquica sexuada (por lo demás, de claros rasgos normativos: se trata de una heterosexualidad restringida al coito, genitocéntrica y dirigida unilateralmente a la consecución del orgasmo masculino y la procreación; allende esta configuración Freud habla, de hecho, de “anormalidades” e “inversiones”). El perverso, Zuleta en este caso lo era al no definirse heterosexual y jugar con su masculinidad/feminidad.
[4] Todo concepto es polívoco está habitado por tensiones internas, por significados que no son completamente coherentes, es decir, la polivocidad imposibilita pensar una totalidad lógicamente integrada.