Por Manuel Antonio Velandia Mora
Alicante, 23 de agosto de 2016
Qué bueno iniciar el día con una reflexión amena, profunda y
cuestionadora: hablar de León Zuleta [1] veintitrés años
después de su asesinato. León es cofundador, junto a Velandia, del MLHC
Movimiento de Liberación Homosexual de Colombia.
Zuleta, a quien yo solía llamar el “polimórfico perverso” [2],
[3], nombre que
degeneró para algunos en el “polívoco
[4] perverso”; quitando el peso
a su gran capacidad para aparecer y desaparecer y su mimetismo que bien lo
hacía ser querido en diversos espacios e incluso, por personas harto
diferentes.
Un autor que para Benhur León
Adalberto Zuleta Ruíz tuvo mucho peso fue
Guy Hocquenhem (1972). El primer libro, fotocopia, que me facilitó León fue el
texto «El deseo homosexual» de éste miembro en Francia del FHAR Frente
Homosexual de Acción Revolucionaria, el cual leímos en francés y con diccionario
en mano.
Uno de los problemas de “Ventana Gay” (revista del MLHC)
fue precisamente la incapacidad de algunos de sus miembros de ser realmente
transgresores en lo cotidiano y en el discurso, para serlo, de pronto, en la
habitación en la que dejaban fluir sus verdaderos deseos. A León le tenían
miedo, en especial al estar con él en la calle, pero igualmente lo invitaban a
participar de los "trabajos sexuales colectivos" en los que el
texto afloraba al mismo tiempo que el semen.
A pesar de que el discurso de Zuleta luego de los encuentros
sexuales en lo que él participaba, parecía tener aceptación, la gran mayoría
solo se quedaba con la paja, ya sea en mano propia o en cuerpo ajeno.
Por otro, lado cabe bien señalar que en “Ventana Gay” tuvo un gran
peso en los temas el que ponía el dinero, el abogado Guillermo Cortés, y que
por ello a diferencia del pensar de Zuleta y mío, allí se dio bastante
importancia a, por ejemplo, la discusión para el cambio del Código Penal en
1980, con el que dejó de ser delito el acceso carnal homosexual (antiguo
artículo 323 del Código Penal en 1936).
Para León siempre fue más importante el cambio de la cotidianidad,
de la cultura, que el cambio de la norma legal. Esto también lo
aprendí de León, quien siempre fue un militante y para algunos, eso se traducía
en contemplarlo únicamente como un ser irreverente que atentada contra las
estructuras establecidas, y es que en ese entonces, como ahora, algunos homosexuales
y lesbianas son de derechas, aun cuando gracias a la vida se comportan como
sexo izquierdistas en la cama, o al menos eso espero.
León hizo mucha mella en mí. Cabe recordar aquí, que en algún
momento de la historia del Movimiento, alguna persona pidió y logró que me
“echaran” por una semana del MLHC porque yo era “muy marica” (lo sigo
siendo). En la práctica yo había asumido una buena parte de las propuestas de
Zuleta y exigía reivindicar el “discurso marica” como ejercicio
político, por tanto, era necesario reivindicar la analidad como ejercicio de
poder y los amaneramientos gestuales y en la oralidad como una práctica de
ruptura con la masculinización o más correctamente con el tono masculino con
que se les pretendía matizar a las ideas en su expresión oral, para hacerlas
más creíbles y serias; situación machista que aún se sigue presentando.
En el MLHC me aceptaron nuevamente como miembro, luego de que con
un cartel que decía “Ser marica es cosa seria, es cuestión de hombres”, me
parara, como protesta y antes de que todos los participantes ingresaran, frente
a la puerta de la Biblioteca Emmanuel Mounier en donde nos reuníamos todos los
sábados. Es importante señalar que no me recibieron porque aceptaran el
discurso de la maricada, sino para que los transeúntes y el director de la
biblioteca no pensaran que algunos de los que allí se reunían eran tan maricas
como yo. Realmente no lo eran ser marica es un acto político sexual y ello no
es lo mismo que follar, “culiar”
como se dice en Colombia, con un hombre.
[2] Ha triunfado el evangelio de Freud. Los conventos van
desapareciendo, y a los sacerdotes los llevan a juicio por sus numerosas
ofensas contra la castidad. El sexo es el gran desorganizador de la sociedad;
los ascetas de antaño no se equivocaban en ese sentido. Las prohibiciones
religiosas, embarazosamente detalladas, que al liberal moderno le parecen
excesivas y ridículas –contra la masturbación, la anticoncepción, la
homosexualidad y la sodomía, así llamada— eran intentos fragmentarios para
emparedar los torrentes de lo polimórfico perverso que, en nuestro tiempo, han
socavado de manera conspicua esas instituciones confinantes y todavía no
reemplazadas: el matrimonio y la familia patriarcal. La pornografía y esa prima
ligeramente más recatada, la publicidad, presentan un mundo ideal, y las
pretensiones de lo ideal tensionan y fatigan la imperfecta realidad. En http://www.operamundi-magazine.com/2016/08/sobre-la-lujuria.html
[3] El niño es un perverso polimórfico que carece de un sexo definido.
Para Freud, el niño, pese a poseer una propensión al placer, carece,
ciertamente, de caracteres definitivamente masculinos o femeninos. No es sino
hasta después de lo que Freud denomina la fase sádico-anal, con la consecución
de un objeto de deseo sexual y posteriormente con la pubertad, que el sujeto se
hace con uno de los sexos y que, por ende, consolida una identidad psíquica
sexuada (por lo demás, de claros rasgos normativos: se trata de una
heterosexualidad restringida al coito, genitocéntrica y dirigida
unilateralmente a la consecución del orgasmo masculino y la procreación;
allende esta configuración Freud habla, de hecho, de “anormalidades” e “inversiones”).
El perverso, Zuleta en este caso lo era al no definirse heterosexual y jugar
con su masculinidad/feminidad.
[4] Todo concepto es
polívoco está habitado por tensiones internas, por significados que no son
completamente coherentes, es decir, la polivocidad imposibilita pensar una
totalidad lógicamente integrada.