Manuel
Antonio Velandia es Sociólogo, sexólogo y cofundador del Movimiento de
Liberación Homosexual de Colombia. Refugiado político y asilado en España por
orientación sexual.
Manuel Velandia. Foto: Juan Sanz /JCSanzPhoto |
¿A qué le
atribuye la discriminación que se dice existe entre algunos hombres
homosexuales por razón de su apariencia o comportamiento?
Con Leonardo
Davinci surgió un patrón ideal de belleza masculina. Ese hombre ideal no existe
en la realidad. Los primeros modelos atléticos aparecieron en “Physique
Pictorial” y desde esa revista se fortaleció la idea del hombre masculinizado
en el gimnasio como el modelo del cuerpo deseado por los hombres homosexuales.
Por otra parte, el peso de la homofobia internalizada lleva a la
discriminación, no solo de sí mismo, sino del otro que es percibido como la
imagen amanerada de lo que se teme proyectar. Emerge así el temor a la “pluma”
o más concretamente a la “pluma propia”, como algo que el otro le recuerda.
Mientras no nos reconozcamos como seres únicos, no reconoceremos al otro como
un auténtico otro.
¿Existe
entre buena parte de hombres homosexuales un “culto al cuerpo”?
La
publicidad se ha valido del imaginario de la masculinidad física con músculos
como símbolo de la belleza. Con ese patrón, algunos hombres homosexuales se
miden a sí mismos y a los otros. Los cuerpos masculinos también se entienden
como mercancía y como tal se promocionan y se adquieren, porque en muchos casos
el otro es un objeto, una cosa para mostrar, para consumir. Al pensarse como
mercancía, el hombre homosexual transforma las redes sociales en un escaparate
y su imagen en una representación de la mercancía que pretende ofertar. No
todos los homosexuales tienen el mismo patrón de belleza, también hay osos,
cazadores, cachorros, admiradores, reinonas, etc. Hay una gran diversidad de
imaginarios, representaciones y modelos. Creo que lo importante es ser conscientes
de qué se quiere ser y por qué y no resultar siendo o exigiendo a los demás por
negación a sí mismo.
¿Qué opina
de la manera en que algunos hombres homosexuales se anuncian (con fotos de la
zona genital, de los glúteos o sin ropa) en grupos y redes sociales concebidas
para concretar encuentros entre ellos?
Quien
frecuenta las páginas de encuentro no suele hacerlo por azar sino porque sabe
lo que quiere, aun cuando algunos llegan allí por casualidad se quedan porque
lo desean. Cada cual se promociona como le plazca y está en su derecho a optar
por ello. Yo no pongo fotos de mi pene, creo que lo más bello de mí está en mi
cerebro y no en el culo, por ejemplo. Pero si la persona cree que tiene una
verga que saca la cara por él, pues tiene derecho a mostrar su mejor imagen.
Los hombres
gai suelen tener un valor sobre el cuerpo diferente al que le dan las mujeres:
antes que gay son machos y, como tales, algunos consideran que la masculinidad
está relacionada con ser un semental. Los hombres en general tienen un mayor
número de parejas sexuales que las mujeres, pero la moralidad judeocristiana
olvida que en el intercambio genital hay erotismo, deseo, placer, sensibilidad
y goce.
Las personas
deberían tener el número de relaciones genitales que necesitan siempre y cuando
no vulneren a los demás para conseguirlo y no nieguen sus propios valores
cuando lo hacen. Cada cual sabe cuánto y qué necesita y, si para ser feliz lo
logra, me parece bien. El problema es que solemos dar más valor al “qué dirán”
que a ser honestos con nosotros mismos y con los otros.
¿Qué tan frecuente
es el matoneo entre los hombres gais cuando no se cumple con ciertos parámetros
físicos o manera de vestir, por ejemplo?
Existen
varias éticas: la que cree que el otro solo es valioso en cuanto más poder
económico tenga y por la que se rechaza al pobre. La que valora el intercambio
en la que solamente se da algo si se recibe algo a cambio. Está la ética que
asume al otro como cosa y como tal se le trata: cosa fea, cosa bonita o cosa
“bien vestida”. En esta ética, el otro es una mercancía y tiene un valor de uso
y de cambio. También hay una ética en la que el otro es reconocido como un ser
auténtico.
Cada cual
vive en una de esas éticas o en una mezcla de una y otra. El matoneo se
presenta cuando desde la ética particular, el otro no es reconocido en sí mismo
sino desde esa cosa, mercancía, pobreza o belleza con la que se mide al ser
humano. El matoneo es más frecuente de lo que se cree, pero menos visible de lo
que debiera ser, tal vez porque estamos acostumbrados al rechazo, al estigma y
a la discriminación y, mientras no nos sintamos víctimas, no nos afecta lo que
le sucede al otro.
¿Cuál sería
su propuesta para empezar a superar esos “mandatos” como que los hombres gais
deben ser “masculinos” o “cero plumas”?
La sociedad
ideal solo existe como modelo. Mientras alguien se asuma como mercancía no le
afectará tratar al otro en iguales condiciones. Yo abogo por el derecho a la
“pluma”, al amaneramiento masculino o femenino, a querer compartir el culo, a
penetrar solamente o a tener prácticas orales. No somos más o menos maricas por
hacer lo uno o lo otro, pero somos peores seres humanos cuando le negamos al
otro el derecho a ser lo que quiere.
Entrevista publicada en: http://sentiido.com/busco-hombre-acuerpado-y-cero-plumas/4/