Esta frase dicha por un amigo como una manera muy extraña de demostrar su cariño y un acto de solidaridad hacia mi, en razón a las amenazas de las que recientemente he sido víctima, muy seguramente por atreverme a hablar sobre la “parapolítica”, viene como anillo al dedo para hablar de dos temas que me preocupan en estos días: el daño emocional que causa una amenaza de muerte y el sida, cuyo Día mundial se conmemora el primero de diciembre.
Creo que la amenaza opera emocionalmente de una manera bien extraña, primero me hizo sentir finito, mejor dicho un mortal tal mortal como cualquier vivo; después me puso a pensar en el sentido de mi vida cotidiana, a reflexionar sobre si aquello en lo que creo, lo que pienso, lo que digo, lo que escribo, lo que hago es realmente importante, pero además si aquello por lo que lucho es tan significativo como para morir por ello.
Me alegra saberme en lo correcto, entender que los caminos de la paz son muy diversos y que aun cuando pareciera que la paz es una situación directamente relacionada con la guerra, realmente se construye en todos los momentos del cotidiano, aún en los momentos en que estoy investigando temas que para algunos se antojan bastante álgidos o en clase, con mis estudiantes, hablando sobre la situación nacional.
La paz es en sí misma un espacio de convivencia armónica y democrática, y solo es posible si cada un@ de nosotr@s es inviolent@. Sí cada un@ de l@s conciudadan@s actúa, plantea soluciones, asume que ésta no es viable sin su participación activa y si nos autorizamos a no permitir ninguna forma de violencia, incluso, aquellas tendientes a obligarnos a callar.
La vida se plantea como un permanente juego de múltiples elementos. Todo proceso individual, de pareja, grupal o social, es decir toda actividad cotidiana es un juego que se realiza en la búsqueda de espacios vitales que den sentido a la existencia, al diario vivir y a la convivencia, como también lo son pensar o hacer el amor; este juego se contempla como interacción permanente y dinámica. La interacción es asumida, interpretada y explicada por una serie de razones de diversa índole: emocionales, lógicas y prácticas, cuyo carácter estético, lúdico y místico justifican nuestra existencia.
Comprender la vida implica reconocerse como parte del juego, del dinamismo social; pero comprenderla no significa aceptar y callar las formas de violencia que atentan contra el bienestar individual y colectivo, contra la democracia y la posibilidad de ser todos y todas ciudadanos de la mima clase, cualquiera que sea el sexo, el género o la orientación sexual.
Comprender la vida implica reconocerse un ser emocional y ello tiene sus bemoles. Estallamos por donde menos lo pensamos, entramos en crisis por los hechos mas anodinos… hace unos días, estando en mi cama, se me acercó Botas, una de mis gatas, yo la acaricié y en ese momento pensé: quién cuidará los gatos si a mi me matan, será que alguien las querrá como yo las quiero. Las lágrimas brotaron de mis ojos como sucede ahora mismo cuando escribo esta reflexión; por supuesto uno piensa en situaciones que parecen tontas si suceden después de que uno muere, por ejemplo: quién se queda con los libros, los muebles, los escritos, las cartas y tarjetas de amor… Hechos que parecen no tener alguna importancia se transforman y adquieren un gran sentido.
No es que aquello que realmente es importante pase a un segundo plano, es más, me he hecho más conciente de todos mis momentos y esto me ha motivado a hablar, a no callar, a denunciar… porque inicialmente pensé en quedarme callado, tuve miedo de ir a la Defensoría del pueblo o ir a la Fiscalía, no porque temiera que allí me pasara algo sino precisamente porque denunciar es hacer aun mas concientes las amenazas.
Considero que ninguno de nosotros debe callar, porque si lo hacemos los enemigos de la paz, de la vivencia plena de nuestros derechos habrán logrado su cometido: taparnos la boca, impedir que seamos ciudadanos plenos, que temamos a algo que es evidente, aunque sepamos que todos vamos a morir.
La amenaza del sida
La amenaza de muerte que se supone es el sida parece ser diferente para quienes viven con él que para quienes aun no se han infectado. El sida debe entenderse como una enfermedad similar a la violencia en el país: la gente siempre cree que le va a afectar a otros pero nunca a ellos. Si se es heterosexual se cree que es de maricas, si se es mujer se asume que solo afecta a las que son infieles, si se tiene pocas o una pareja sexual se considera que le da a quienes tienen múltiples compañeros sexuales, si se vive en una pequeña ciudad afecta los que habitan las grandes capitales, si se vive en Colombia de piensa que eso es grave en África.
Muchas entre las 171.000 personas que se cree están infectadas en Colombia (cifra que está mucho mas debajo de la que el mismo gobierno aceptó hace algunos años) y entre los 4,3 millones de nuevos infectados con el virus del sida y los 2,9 millones de personas muertas en el ultimo años (cifras del informe anual de ONUSIDA) nunca pensaron que por haber una chispa en la casa del vecino el fuego podría llegar a su casa.
Los homosexuales siguen pensando que porque se considera que Batman es homosexual ellos son en consecuencia superhéroes… pero que va eso es tan solo de las tiras cómicas porque ésta es la población más afectada en Bogotá. En esta ciudad uno de cada 5 homosexuales (Liga Colombiana de Lucha contra el sida) y uno de cada 6 transvestis laborando sexualmente viven con el VIH o el sida (Velandia/Apoyémonos 2004).
Morir por amor
En Colombia una de cada cuatro personas que vive con sida es mujer. Una de ellas a quien apoyé emocionalmente hace algunos años me permitió algunos meses después que la entrevistara con respeto a su decisión conciente de infectarse con el virus del sida; algunas frases de dicha entrevista ilustran cómo el amor por otros o la falta de amor por sí mismo nos pone en riesgo.
Siempre fui una mujer a la que todos los hombres dejaban... Nunca fui feliz y cuando me encontré al que era mi marido, yo supe que era marica pero no me importó. Él nunca me puso problemas por nada, fue tierno, cariñoso, respetuosos, adorable... creo que si él resucitara yo volvería a vivir con él. Yo sabía que él tenia relaciones ocasionales con algunos hombres pero la casa siempre me la respetó.
Cuando supe que tenía sida, unos días antes de que se me muriera, yo no me sorprendí pero me prometí a mi misma que nada iba a cambiar entre los dos... Él no quería que tuviéramos sexo pero yo casi lo obligué.
Yo no sabía si estaba infectada, pero quería estarlo, pues de qué me sirve la vida sin él. Sé que nunca más seré feliz, menos aún si se llegan a enterar que él murió así y que yo estoy infectada. La gente es mala y yo quiero seguir siendo como fui con él, sólo corazón, mucho amor, pero no creo que haya otro hombre igual a él, que me merezca."
Creo que no se requieren más comentarios, de cada uno depende el camino que le da a su existencia, pero las amenazas existen.
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