Una pregunta que siempre nos hacemos, ya seamos jóvenes inexpertos, maduros consagrados, jóvenes adelantados o maduros perdidos del mapa, es si ¿vale la pena meter el dedo?
Creo que de nada sirve la labia si en el momento decisivo no hacemos algo concreto, que nos recuerde que estuvimos ahí, justo en el momento indicado y además participamos activamente.
No hay que apresurarse para hacerlo, pero es conveniente no dejarlo para el último momento, porque casi siempre sucede que cuando intentamos lograrlo ya no hay la oportunidad.
En un derecho humano poder meter el dedito cuando queramos y es parte de nuestra autodeterminación dejar de hacerlo, pero cuando de ti depende lo que se pueda obtener en el futuro, no debes permitirte transigir.
Recuerda que para hacerlo es conveniente conocer bien a la persona, cuáles son sus intenciones, saber por qué desea que lo hagamos por ella o por él, porque casi siempre se aprovechan de nuestra debilidad, falta de interés o poco conocimiento y se aprovechan de nosotros, vendiéndonos mensajitos que ni él o ella misma se creen.
Meter el dedo es la consolidación de una alianza, pero también el principio de una relación de poder, ya que quien mete el dedo tiene derecho a exigir a ese ser amado por quien lo hizo.
No vendas tu oportunidad, no permitas que otros decidan por ti, gózate tú mismo la posibilidad de hacer lo que crees que tú y el país necesitan.
Mete el dedo, hazlo por tu ciudad, pero en especial, hazlo por ti.
Vota, no solo es un derecho, es una obligación ética y un compromiso social.
miércoles, 24 de octubre de 2007
viernes, 12 de octubre de 2007
Con amigos así, para qué enemigos
Ya no solo en San Francisco están de moda las fiestas de infección; reuniones sexuales en las que quien o quienes pretenden infectarse con el virus del SIDA van en busca de una infección segura.
Orgías en las que las personas tienen relaciones indiscriminadas y sin alguna protección de barrera (condón); en ellas no se pregunta por el estatus de seroprevalencia; simplemente todos asumen que viven con el VIH o con el SIDA.
Me pregunto cuál puede ser la causa para que alguien desee infectarse. Creo que al encontrarse cerca a tantas personas en la misma situación, quienes no están aún infectados se sienten extraños al tener que informar de su estado de salud, temiendo que con ello la otra persona se sienta afectada; llegando al extremo de, en algunas ocasiones, mentir sobre el estado de salud, para no tener que crear situaciones en las que inclusive, se es rechazado por no estar infectado.
A mí, un pretendiente en New York me rechazó porque, según él, tal vez yo no comprendería las situaciones por las que él está o pasará más adelante. Esto es comprensible; sin embargo, me gustaría traer a colación la interpelación de alguien dirigiéndose a la persona de quien dice ser amigo.
-¡Como estás de delgado!... ¿Ya te hiciste la prueba de SIDA?
Por supuesto, éstos, que bien pudieran ser comentarios de un profesional de la salud -con un pésimo manejo del apoyo emocional- hacia alguien que vive o pudiera estar viviendo con el VIH/SIDA, es únicamente el inicio de una conversación mordaz.
Esta no es la única pregunta o comentario que suelen hacer "los amigos", también pudiéramos oír "frasecitas" tales como: "Tienes que cuidarte esa manchita roja; esos mareitos son peligrosos, yo tengo un amigo que..., Te oigo respirar muy mal, no será qué...; Tienes que tener mucho cuidado con la persona que andas, no es de confiar; has visto como está de acabado..." Las que acabo de leer son afirmaciones realizadas por personas que son una manifestación pública del mal gusto, de la falta de tacto, y que sobre todo, esconden un morboso sentido de la lealtad y la salud.
La amistad parte de la idea de que la persona a quien aceptamos como parte de nuestra existencia es asumida en su totalidad y en su integridad. La amistad implica el ejercicio permanente de la tolerancia, del respeto por la vida íntima, la privacidad y el buen nombre. Desde esta optica quienes dicen ser nuestros amigos deberían fundamentar la relación en el pleno respeto por nuestros Derechos Humanos.
No niego la posibilidad que los amigos posean un genuino interés por nuestra salud y apariencia física; sin embargo, dicha preocupación no puede redundar en comentarios mal intencionados o preguntas absurdas, menos aún, cuando éstos no son directos a la persona implicada, sino que se hacen en el corrillo de aquellos que afirman ser "buenos amigos".
Si se considera un buen amigo, respete las decisiones que su amigo ha hecho para su vida; valórelo en las mismas condiciones en que a usted le gustaría ser valorado. Cada persona posee puntos de vista, intereses, creencias, actitudes, conocimientos y prácticas que le hacen ver la vida de cierta manera y a partir de su visión deciden informarle o no, así usted sea persona importante para ellos.
Recuerde que los otros también pueden tener la razón, y ésta, en quien no confía en usted, de pronto se fundamenta en que Usted -por lo que suele hablar de los demás- parece ser alguien en quien no se debe confiar algo que concebimos como un secreto.
Si usted es poseedor de esa información y su amigo no lo sabe, no le haga saber de su conocimiento; con o sin información resalte y rescate los valores positivos en la otra persona, válgase de sus propios valores para buscar una comunicación franca, directa, en la que la otra personas recupere o reafirme el sentido de la vida, la solidaridad, el respeto y el amor.
Es probable que por temor a vulnerar a la persona, usted tema preguntar sobre su estado de salud; sin embargo, si usted realmente es amigo, esto puede ser asumido como su negación a hablar del tema si conoce la situación, o pudiera conducir a pensar que usted no es tan especial como se pensaba e incluso, que poco le importa lo sucedido; sobre todo, si a usted le han brindado tal confianza.
No oculte sus sentimientos, tales como temores o preocupaciones, pero tampoco exagere. Aclarar sus dudas entre lo que hace y cree que debe hacer, puede contribuir a crear un clima más humano en la relación, y facilitar a la otra persona plantear sus propios sentimientos y necesidades. No violente o interrumpa la expresión de la otra persona, pero tampoco la obligue a hablar.
Todos estamos necesitados de amor y por suerte, también estamos en posibilidad de darlo. El ser para construirse, comprenderse y conocer necesita de los otros. Son ellos quienes le enseñan sus límites y alcances. Su interactuar con ellos es lo que le ayuda a observar lo que hay dentro de sí y sale hacia los otros. Permítase expresar su tristeza, incluso no se niegue a llorar, si este es su sentimiento en ese momento.
Ninguno de nosotros puede llenar todos los vacíos y necesidades del(a) otro, a todos nos sucede lo mismo. Por tanto, entregue toda su capacidad de amor, pero permita que otros seres a quien su ser querido ama, puedan acompañarlo en sus momentos de alegría y de dolor. El pasado suele ser importante cuando se siente cercana la muerte; recuerde que no importa su historia, usted es su presente.
La solidaridad es la posibilidad de caminar con él, de acompañar, de interesarse por su destino; es apoyar y respaldar en la crisis, en los momentos felices. Es ayudar, así no nos percatemos o veamos esto como beneficio inmediato; es asumir sus necesidades como propias.
La información sobre salud hace parte de la esfera de la privacidad y la intimidad de la persona. Hacer pública dicha información no solo es un delito, es además, la prueba fehaciente de que quien dice ser "amigo" no lo es. Por tanto, es alguien en quien no se puede confiar.
Vive rápido, muere joven y tendrás un cadáver bien presentado.
Generalmente, los hombres homosexuales suelen dar gran valor a la estética, como parte fundamental de su autoimagen y de los patrones desde los cuales se rigen en la búsqueda de pareja, e incluso de sus amistades.
Estar viviendo con esta infección implica un gran temor a perder peso, y más aun, a tener manifestaciones en piel, como Sarcoma de Kaposi o por algún tipo de hongo o por herpes. Dicho temor los motiva a revisar continuamente su cuerpo, a observar el de otras personas y a entrar en crisis emocionales, muchas de las veces, injustificadas. Razón por la que no siempre se querrá recibir amigos, hablar con ellos, o incluso, por momentos, desaparecer socialmente.
A pesar de contar con medicamentos, como los inhibidores de proteasa y transcriptasa, cuyos efectos retardan la aparición de síntomas e incluso del SIDA, las personas se niegan a hacer una toma adecuada, o incluso a tomar el tratamiento. Es probable que usted piense que este no es correcto, pero no importa que tan grande sea su amor o amistad, la persona tiene derecho a hacerlo o no, e incluso, a dejarse morir, si así lo desea. Acompañarlo en esa decisión es, probablemente, la prueba más grande de lealtad.
Las personas se niegan a sostener relaciones genitales, a darse la posibilidad de compartir con seres maravillosos, por temor a la infección o porque temen infectar. Es claro que el virus no se transmite de manera casual, por compartir una comida y tampoco por tener relaciones genitales adecuadamente protegidas.
Autorícese a revisar sus propios temores y siga adelante; un gran amor y una vida genital plena son una buena razón para que la vida tenga más sentido.
Orgías en las que las personas tienen relaciones indiscriminadas y sin alguna protección de barrera (condón); en ellas no se pregunta por el estatus de seroprevalencia; simplemente todos asumen que viven con el VIH o con el SIDA.
Me pregunto cuál puede ser la causa para que alguien desee infectarse. Creo que al encontrarse cerca a tantas personas en la misma situación, quienes no están aún infectados se sienten extraños al tener que informar de su estado de salud, temiendo que con ello la otra persona se sienta afectada; llegando al extremo de, en algunas ocasiones, mentir sobre el estado de salud, para no tener que crear situaciones en las que inclusive, se es rechazado por no estar infectado.
A mí, un pretendiente en New York me rechazó porque, según él, tal vez yo no comprendería las situaciones por las que él está o pasará más adelante. Esto es comprensible; sin embargo, me gustaría traer a colación la interpelación de alguien dirigiéndose a la persona de quien dice ser amigo.
-¡Como estás de delgado!... ¿Ya te hiciste la prueba de SIDA?
Por supuesto, éstos, que bien pudieran ser comentarios de un profesional de la salud -con un pésimo manejo del apoyo emocional- hacia alguien que vive o pudiera estar viviendo con el VIH/SIDA, es únicamente el inicio de una conversación mordaz.
Esta no es la única pregunta o comentario que suelen hacer "los amigos", también pudiéramos oír "frasecitas" tales como: "Tienes que cuidarte esa manchita roja; esos mareitos son peligrosos, yo tengo un amigo que..., Te oigo respirar muy mal, no será qué...; Tienes que tener mucho cuidado con la persona que andas, no es de confiar; has visto como está de acabado..." Las que acabo de leer son afirmaciones realizadas por personas que son una manifestación pública del mal gusto, de la falta de tacto, y que sobre todo, esconden un morboso sentido de la lealtad y la salud.
La amistad parte de la idea de que la persona a quien aceptamos como parte de nuestra existencia es asumida en su totalidad y en su integridad. La amistad implica el ejercicio permanente de la tolerancia, del respeto por la vida íntima, la privacidad y el buen nombre. Desde esta optica quienes dicen ser nuestros amigos deberían fundamentar la relación en el pleno respeto por nuestros Derechos Humanos.
No niego la posibilidad que los amigos posean un genuino interés por nuestra salud y apariencia física; sin embargo, dicha preocupación no puede redundar en comentarios mal intencionados o preguntas absurdas, menos aún, cuando éstos no son directos a la persona implicada, sino que se hacen en el corrillo de aquellos que afirman ser "buenos amigos".
Si se considera un buen amigo, respete las decisiones que su amigo ha hecho para su vida; valórelo en las mismas condiciones en que a usted le gustaría ser valorado. Cada persona posee puntos de vista, intereses, creencias, actitudes, conocimientos y prácticas que le hacen ver la vida de cierta manera y a partir de su visión deciden informarle o no, así usted sea persona importante para ellos.
Recuerde que los otros también pueden tener la razón, y ésta, en quien no confía en usted, de pronto se fundamenta en que Usted -por lo que suele hablar de los demás- parece ser alguien en quien no se debe confiar algo que concebimos como un secreto.
Si usted es poseedor de esa información y su amigo no lo sabe, no le haga saber de su conocimiento; con o sin información resalte y rescate los valores positivos en la otra persona, válgase de sus propios valores para buscar una comunicación franca, directa, en la que la otra personas recupere o reafirme el sentido de la vida, la solidaridad, el respeto y el amor.
Es probable que por temor a vulnerar a la persona, usted tema preguntar sobre su estado de salud; sin embargo, si usted realmente es amigo, esto puede ser asumido como su negación a hablar del tema si conoce la situación, o pudiera conducir a pensar que usted no es tan especial como se pensaba e incluso, que poco le importa lo sucedido; sobre todo, si a usted le han brindado tal confianza.
No oculte sus sentimientos, tales como temores o preocupaciones, pero tampoco exagere. Aclarar sus dudas entre lo que hace y cree que debe hacer, puede contribuir a crear un clima más humano en la relación, y facilitar a la otra persona plantear sus propios sentimientos y necesidades. No violente o interrumpa la expresión de la otra persona, pero tampoco la obligue a hablar.
Todos estamos necesitados de amor y por suerte, también estamos en posibilidad de darlo. El ser para construirse, comprenderse y conocer necesita de los otros. Son ellos quienes le enseñan sus límites y alcances. Su interactuar con ellos es lo que le ayuda a observar lo que hay dentro de sí y sale hacia los otros. Permítase expresar su tristeza, incluso no se niegue a llorar, si este es su sentimiento en ese momento.
Ninguno de nosotros puede llenar todos los vacíos y necesidades del(a) otro, a todos nos sucede lo mismo. Por tanto, entregue toda su capacidad de amor, pero permita que otros seres a quien su ser querido ama, puedan acompañarlo en sus momentos de alegría y de dolor. El pasado suele ser importante cuando se siente cercana la muerte; recuerde que no importa su historia, usted es su presente.
La solidaridad es la posibilidad de caminar con él, de acompañar, de interesarse por su destino; es apoyar y respaldar en la crisis, en los momentos felices. Es ayudar, así no nos percatemos o veamos esto como beneficio inmediato; es asumir sus necesidades como propias.
La información sobre salud hace parte de la esfera de la privacidad y la intimidad de la persona. Hacer pública dicha información no solo es un delito, es además, la prueba fehaciente de que quien dice ser "amigo" no lo es. Por tanto, es alguien en quien no se puede confiar.
Vive rápido, muere joven y tendrás un cadáver bien presentado.
Generalmente, los hombres homosexuales suelen dar gran valor a la estética, como parte fundamental de su autoimagen y de los patrones desde los cuales se rigen en la búsqueda de pareja, e incluso de sus amistades.
Estar viviendo con esta infección implica un gran temor a perder peso, y más aun, a tener manifestaciones en piel, como Sarcoma de Kaposi o por algún tipo de hongo o por herpes. Dicho temor los motiva a revisar continuamente su cuerpo, a observar el de otras personas y a entrar en crisis emocionales, muchas de las veces, injustificadas. Razón por la que no siempre se querrá recibir amigos, hablar con ellos, o incluso, por momentos, desaparecer socialmente.
A pesar de contar con medicamentos, como los inhibidores de proteasa y transcriptasa, cuyos efectos retardan la aparición de síntomas e incluso del SIDA, las personas se niegan a hacer una toma adecuada, o incluso a tomar el tratamiento. Es probable que usted piense que este no es correcto, pero no importa que tan grande sea su amor o amistad, la persona tiene derecho a hacerlo o no, e incluso, a dejarse morir, si así lo desea. Acompañarlo en esa decisión es, probablemente, la prueba más grande de lealtad.
Las personas se niegan a sostener relaciones genitales, a darse la posibilidad de compartir con seres maravillosos, por temor a la infección o porque temen infectar. Es claro que el virus no se transmite de manera casual, por compartir una comida y tampoco por tener relaciones genitales adecuadamente protegidas.
Autorícese a revisar sus propios temores y siga adelante; un gran amor y una vida genital plena son una buena razón para que la vida tenga más sentido.
lunes, 1 de octubre de 2007
Violencia sexual a niños(as) y adolescentes
Tener “actividad sexual” con una menor de edad es una práctica mas frecuente de lo que quisiéramos creer; en nuestra cultura es tradicional que las mujeres se casen a los 13 o 14 años con hombres que inclusive les doblaban o triplicaban la edad.
En las zonas rurales es mucho mas frecuente que en las ciudades una modalidad de violencia sexual a la que se denomina “matrimonio servil”; consiste en la “venta” encubierta de niñas y adolescentes, bajo la forma de matrimonios legales, para ser sometidas a actividades sexuales; el marido paga una suma de dinero por ella y luego la somete a sostener relaciones sexuales con otras personas o consigo mismo en condiciones de servidumbre.
Algunas veces implica traslado del niño-a a otra ciudad o país. Recientemente hemos leído en los medios de embarazos de niñas de 10 o 9 años o de hombres que agreden sexualmente a otros hombres quienes además son menores de edad, incluso niños, pero dado que sus vulneradores son miembros de la iglesia católica hasta se les “perdona” el delito o se disfraza la agresión diciendo que fue una “experiencia sexual sin consecuencias” porque no hubo “actividad sexual”; cabe anotar que toda experiencia las tiene.
Puede considerarse “actividad sexual” a cualquier tipo de “práctica” de la persona (en este caso de niños, niñas y adolescentes) con contenido sexual; se define como “experiencia sexual” a cualquier vivencia realizada con o sin consentimiento, relacionada con el cuerpo o específicamente con los genitales, que tiene dicho contenido.
Entre las “prácticas sexuales” se encuentran las de contacto físico (masturbación, tocamiento o frotación del cuerpo o específicamente de los genitales, besos, sexo oral, penetración vaginal o anal); la utilización de la palabra, sonidos, o de la imagen, como en el caso de la exhibición de los genitales para la producción de video, fotografías sexualmente explicitas. La actividad sexual puede realizarse bajo consentimiento (entre dos personas de edad similar) o por presión de carácter afectivo o emocional (hostigamiento, acoso verbal).
Estas no son las únicas violencias sexuales a las que un(a) menor puede verse expuesto(a); muchos niños, niñas y adolescentes son utilizados en la pornografía, es decir, en representaciones por cualquier medio (fotografías, libros, revistas, películas, cintas de video, tiras cómicas, archivos de Internet, etc.) en las que se les obliga a realizar actividades sexuales, explícitas o sugeridas, reales, simuladas, o de cualquier otra forma, realizadas con propósitos comerciales.
En otros casos son victimas de la trata personas con fines sexuales, esta modalidad de violencia consiste en que niños, niñas y adolescentes (víctimas) son reclutados(as) o llevados(as) por terceras personas (traficantes) con propósitos de explotación sexual comercial en sus diversas modalidades, utilizando para ello la fuerza u otras formas de coerción (amenaza, engaño, fraude, violación, etc.) el abuso de poder, aprovechando una situación de vulnerabilidad o la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre ellos y ellas, para someterlos(as) y controlarlos(as).
En muchos países del mundo la legislación ya contempla como delito promover, inducir, constreñir o facilitar la entrada o salida del país o la movilización dentro de este de una persona con fines relacionados con la Explotación sexual comercial.
Algunas veces se excusa la vulneración sexual diciendo que el/la menor es conciente de lo que está sucediendo y lo acepta, pero cabe preguntarse si realmente alguien que tiene 16 o menos años es plenamente conciente de sus decisiones.
El ejercicio de la autodeterminación requiere plena conciencia de los efectos y consecuencias que tiene el acto sobre el cual se decide y un(a) menor, así su cuerpo nos parezca “desarrollado”, no está en condiciones emocionales, de conocimiento y experienciales para, con base en dicha experticia, poder tomar una decisión.
Toda decisión o práctica que involucre cambios físicos o emocionales en la persona requiere de su consentimiento informado; una niña o un niño menor de 16 años no puede consentir sobre tener una práctica sexual pues no cuenta con los elementos necesarios para determinar las consecuencias que su acto pueda tener.
Generalmente pareciera que el amor es la excusa que esconde la falta de consentimiento y autodeterminación, pero si partimos de que el amor procura el bien para la otra persona y crea las condiciones para que ello suceda, quien realiza cualquier tipo de actividad sexual con un(a) niño(a) o adolescente no ama porque sus practicas sexuales no pueden considerarse como un bien que se hace a la otra persona.
Tampoco puede explicarse el acto diciendo que el/la menor de edad lo deseaba ya que el adulto, que si tiene las condiciones para autodeterminarse y consentir concientemente siempre tendría suficientes razones para negarse a dicho acto. Se suele considerar que las mujeres no son vulneradoras sexuales pero los informes demuestran que esto también sucede y en una escala mayor de la quisiéramos reconocer.
En las zonas rurales es mucho mas frecuente que en las ciudades una modalidad de violencia sexual a la que se denomina “matrimonio servil”; consiste en la “venta” encubierta de niñas y adolescentes, bajo la forma de matrimonios legales, para ser sometidas a actividades sexuales; el marido paga una suma de dinero por ella y luego la somete a sostener relaciones sexuales con otras personas o consigo mismo en condiciones de servidumbre.
Algunas veces implica traslado del niño-a a otra ciudad o país. Recientemente hemos leído en los medios de embarazos de niñas de 10 o 9 años o de hombres que agreden sexualmente a otros hombres quienes además son menores de edad, incluso niños, pero dado que sus vulneradores son miembros de la iglesia católica hasta se les “perdona” el delito o se disfraza la agresión diciendo que fue una “experiencia sexual sin consecuencias” porque no hubo “actividad sexual”; cabe anotar que toda experiencia las tiene.
Puede considerarse “actividad sexual” a cualquier tipo de “práctica” de la persona (en este caso de niños, niñas y adolescentes) con contenido sexual; se define como “experiencia sexual” a cualquier vivencia realizada con o sin consentimiento, relacionada con el cuerpo o específicamente con los genitales, que tiene dicho contenido.
Entre las “prácticas sexuales” se encuentran las de contacto físico (masturbación, tocamiento o frotación del cuerpo o específicamente de los genitales, besos, sexo oral, penetración vaginal o anal); la utilización de la palabra, sonidos, o de la imagen, como en el caso de la exhibición de los genitales para la producción de video, fotografías sexualmente explicitas. La actividad sexual puede realizarse bajo consentimiento (entre dos personas de edad similar) o por presión de carácter afectivo o emocional (hostigamiento, acoso verbal).
Estas no son las únicas violencias sexuales a las que un(a) menor puede verse expuesto(a); muchos niños, niñas y adolescentes son utilizados en la pornografía, es decir, en representaciones por cualquier medio (fotografías, libros, revistas, películas, cintas de video, tiras cómicas, archivos de Internet, etc.) en las que se les obliga a realizar actividades sexuales, explícitas o sugeridas, reales, simuladas, o de cualquier otra forma, realizadas con propósitos comerciales.
En otros casos son victimas de la trata personas con fines sexuales, esta modalidad de violencia consiste en que niños, niñas y adolescentes (víctimas) son reclutados(as) o llevados(as) por terceras personas (traficantes) con propósitos de explotación sexual comercial en sus diversas modalidades, utilizando para ello la fuerza u otras formas de coerción (amenaza, engaño, fraude, violación, etc.) el abuso de poder, aprovechando una situación de vulnerabilidad o la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre ellos y ellas, para someterlos(as) y controlarlos(as).
En muchos países del mundo la legislación ya contempla como delito promover, inducir, constreñir o facilitar la entrada o salida del país o la movilización dentro de este de una persona con fines relacionados con la Explotación sexual comercial.
Algunas veces se excusa la vulneración sexual diciendo que el/la menor es conciente de lo que está sucediendo y lo acepta, pero cabe preguntarse si realmente alguien que tiene 16 o menos años es plenamente conciente de sus decisiones.
El ejercicio de la autodeterminación requiere plena conciencia de los efectos y consecuencias que tiene el acto sobre el cual se decide y un(a) menor, así su cuerpo nos parezca “desarrollado”, no está en condiciones emocionales, de conocimiento y experienciales para, con base en dicha experticia, poder tomar una decisión.
Toda decisión o práctica que involucre cambios físicos o emocionales en la persona requiere de su consentimiento informado; una niña o un niño menor de 16 años no puede consentir sobre tener una práctica sexual pues no cuenta con los elementos necesarios para determinar las consecuencias que su acto pueda tener.
Generalmente pareciera que el amor es la excusa que esconde la falta de consentimiento y autodeterminación, pero si partimos de que el amor procura el bien para la otra persona y crea las condiciones para que ello suceda, quien realiza cualquier tipo de actividad sexual con un(a) niño(a) o adolescente no ama porque sus practicas sexuales no pueden considerarse como un bien que se hace a la otra persona.
Tampoco puede explicarse el acto diciendo que el/la menor de edad lo deseaba ya que el adulto, que si tiene las condiciones para autodeterminarse y consentir concientemente siempre tendría suficientes razones para negarse a dicho acto. Se suele considerar que las mujeres no son vulneradoras sexuales pero los informes demuestran que esto también sucede y en una escala mayor de la quisiéramos reconocer.
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