España, Noviembre de 2010
Tres estamentos históricamente han contribuido a que las personas no heterosexuales sean ciudadanos de segunda y sin plenos derechos: la iglesia, el cuerpo médico y los agentes de la justicia. La primera, la iglesia, al leer a su acomodo instrucciones bíblicas para intentar suplantar al Estado y a la constitución; el cuerpo médico al haber clasificado por muchos años de "enfermedad" las conductas sexuales diferentes a las hétero; y, los agentes de justicia al darle más crédito a estos dos grupos que a la constitución, que en teoría debería garantizar la igualdad de los ciudadanos.
La cultura ha alimentado las decisiones en torno a la justicia generando inequidad, aun cuando se supone que en toda sociedad, la mayoría de sus miembros tienen una concepción de lo justo, y se considera una virtud social el actuar de acuerdo con esa concepción.
La pregunta que cabe plantearse actualmente y con relación a la decisión de la Corte de no decidir sobre la posibilidad de que parejas del mismo sexo se casen, es si realmente en la Corte prevalece la justicia o lo que prima es el cristianismo como argumento de ésta.
De los magistrados cinco votaron a favor de inhibirse. Además de Nilson Pinilla (según él los homosexuales “sufren de una anomalía”), lo hicieron Gabriel Mendoza abanderado de la familia tradicional que teme se apruebe la adopción (tema que no estaba en discusión), Jorge Pretelt cuyas opiniones son ampliamente desconocidas, Mauricio González que no estuvo presente en las sesiones de sala plena, y Humberto Sierra Porto argumentando que debe ser el Congreso quien lo decida.
La Corte, con cuatro votos a favor, decidió un fallo inhibitorio. Recordemos que en los fallos previos que han sido positivos a los derechos de las parejas del mismo sexo el argumento ha sido proteger la dignidad humana y no la idea de igualar a las parejas del mismo sexo a las heterosexuales.
La iglesia se ha ensañado contra las personas LGBT quizás en un intento desesperado por levantar su imagen de "estandarte de la moral", seriamente dañada por sus imperdonables errores históricos (la inquisición, las cruzadas, la esclavitud, el silencio frente al holocausto nazi, etc., etc, etc) y por las recientes aventuras pedofílicas (criminales) de algunos de sus miembros, que han salido al descubierto. Han tenido incluso el descaro varios de sus líderes en equiparar el crimen de la pedofilia con la conducta homosexual, estigmatizándonos y echándonos lodo con tal de ellos lavar su imagen. Y parece que están logrando desviar la atención efectivamente, al observar el más reciente fallo inhibitorio de la corte.
La iglesia afirma de acuerdo con Tomás de Aquino que todo acto sexual no orientado a la procreación es un pecado, y con ese argumento rancio se ha llenado de argumentos para discriminar a los LGBT. Señor heterosexual: si anoche tuvo sexo con su mujer y esta no queda embarazada, según la iglesia, usted es igual de pecador que nosotros los LGBT.
A pesar de la guerra santa de la iglesia, somos dignos, para la psiquiatría y la OMS ya no somos enfermos y para algunos magistrados no somos iguales a los heterosexuales, razón por la que seguimos siendo ciudadanos de segunda clase. El Estado de derecho no es la iglesia, estamos en un estado laico donde todos los ciudadanos deberíamos tener los mismos derechos.
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