Por Manuel Antonio Velandia Mora
España, julio de 2011
La sexualidad es un hecho político.
El cuerpo, las posibilidades de intercambio genital, erótico, sensual y los afectos son su discurso. Por supuesto hay sexoizquierdistas, sexoderechistas, sexocentristas y asexuados políticos como también políticos asexuados (no como acto político sino como negación de sí mismos).
La sexualidad es un hecho relacional. Nos construimos, deconstruimos, reconstruimos o negamos una identidad como parte del encuentro, acuerdo y desencuentro consigo mismo y con el otro. Se ejerce como sujeto político en la medida en que nuestro discurso refuerza o trasgrede el “deber ser” de la sexualidad.
Vivir el deseo, los afectos, el erotismo, la genitalidad y la conciencia de sí puede ser un acto reivindicativo del “deber ser” o un acto trasgresor que subvierte el orden establecido y reforzado en nuestra cultura por el judeocristianismo.
El performance cotidiano de nuestra sexualidad debiera ser el resultado de una reflexión política sexual, un pregón de nuestro discurso y una manera de encontrar cómplices para discurrir, discursar y follar, porque el encuentro deseante- erótico-genital-afectivo es en sí mismo un acto político, especialmente cuando en él se rompen los patrones heteronormativos establecidos y se reivindica una postura ideológica y corporal que trasciende las tradicionales relaciones de poder activo-pasivo.
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