¡Mij@: mejor NO diga nada! Esta es una frase coloquial de padres y madres con relación a algunos temas de la sexualidad de sus hij@s. El 17 de mayo es el día mundial contra lo homofobia y la transfobia, por ser estas fobias motivo permanente de discordia en el bloque familiar reflexionemos al respecto.
Las madres, más que los padres, casi siempre conocen de la orientación homosexual o lésbica de su hij@ y/o sus tránsitos identitarios de género, pero el temor a confirmarlo hace que ambos prefieran hacerse l@s desentendid@s y no se atrevan a plantear el tema.
Cuando se autorizan a interrogar o a fisgonear a hurtadillas las visitas y llamadas telefónicas, es porque ya definitivamente se decidieron a comprobarlo. De todas formas, siempre guardan en el “fondo de sus corazones” la esperanza de estar equivocados(as). Para quien se piensa homosexual, lesbiana o trans es supremamente difícil hablar con su madre y su padre al respecto. Lo es generalmente, no por ell@s mism@s sino por el temor que tienen a causarles dolor, o más correctamente, a romper los imaginarios construidos sobre ell@s desde cuando empezaron a pensarl@s humanos.
Desde mucho antes de ser padres y madres, las personas tejen sobre l@s hij@s una serie de fantasías con respecto a toda la globalidad de su ser. Ell@s los/as/es piensan no sólo con un cuerpo, sino con un comportamiento, actividad laboral, estilo de vida, relaciones afectivas, familia, creencias, amig@s, economía, maneras de disfrutar la vida, de comunicarse; incluso les imaginan con unas normas de comportamiento, posición social y hasta tienen claro cómo serán sus niet@s, atreviéndose con todo ello a construir una vida para ellos(as).
Los padres y madres en general no educan a sus hij@s en la libertad de la autodeterminación sino desde el principio de la obediencia plena. L@s hij@s saben que autodeterminarse implica, de alguna manera, romper con dichos imaginarios. Ell@s saben que algunos rompimientos necesariamente ocurrirán, pero no esperan que estos se den precisamente en el “deber ser” para la sexualidad.
Ser homosexual, lesbiana o transitar en la identidad de género, no es algo que se haga contra el padre y la madre; es una determinación particular que se vive para sí y no en función de otr@s. Quien se asume en una identidad sexual que de alguna manera implica un rompimiento con el “deber ser” socializado, vive un proceso de crisis.
Ésta se presenta desde el mismo momento en que la persona se da cuenta de su posible quebrantamiento a la norma estipulada (heterosexual y con un genero coincidente con sus sexo), hasta cuando definitivamente construye su identidad sexual (homosexual, lésbica, trans) y la(s) asume para su cotidiano. La crisis se genera tanto por su propia contradicción, como por la que se le presenta con el modelo del “deber ser”, cuyos vigilantes más cercanos y directos son los propios padres y madres.
La crisis se vive por romper las expectativas ajenas, más que por truncar las propias. Acomodarse a aquello que se le ha trazado “no es posible” porque no se ajusta a su “querer ser”, sino que es una imposición que l@ obliga a “estar siendo” aquello que precisamente ha decidido “no ser”. La disyuntiva por la que pasan la gran mayoría de homosexuales, lesbianas y trans está entre decidirse a ser para sí mism@, o seguir el juego social y comportarse en público siguiendo el patrón del “deber ser” que de ell@s se espera.
Si la persona se decide a vivir su vida en función de sí misma hace explícita su identidad sexual o rompe definitivamente con su grupo familiar como una manera de no confrontar la situación. Si se decide por no hablar, asume una vida totalmente “clandestina” que l@ puede llevar a convivir con su familia hasta bien avanzada su edad e incluso a aceptar construir una relación formal heterosexual y negarse su genero construido, a pesar del daño emocional que dicha negación le causa.
Este último grupo, generalmente, es el que presenta un mayor conflicto para sus familiares y pareja, ya que est@s, por algunas situaciones, empiezan a notar “algo” que les es extraño pues “logran darse cuenta” de que “algo está pasando” en la persona, y esto genera el conflicto que desencadenará la negación total de sí mism@ o hacer evidente el secreto a voces que todos conocen.
Las madres, más que los padres, casi siempre conocen de la orientación homosexual o lésbica de su hij@ y/o sus tránsitos identitarios de género, pero el temor a confirmarlo hace que ambos prefieran hacerse l@s desentendid@s y no se atrevan a plantear el tema.
Cuando se autorizan a interrogar o a fisgonear a hurtadillas las visitas y llamadas telefónicas, es porque ya definitivamente se decidieron a comprobarlo. De todas formas, siempre guardan en el “fondo de sus corazones” la esperanza de estar equivocados(as). Para quien se piensa homosexual, lesbiana o trans es supremamente difícil hablar con su madre y su padre al respecto. Lo es generalmente, no por ell@s mism@s sino por el temor que tienen a causarles dolor, o más correctamente, a romper los imaginarios construidos sobre ell@s desde cuando empezaron a pensarl@s humanos.
Desde mucho antes de ser padres y madres, las personas tejen sobre l@s hij@s una serie de fantasías con respecto a toda la globalidad de su ser. Ell@s los/as/es piensan no sólo con un cuerpo, sino con un comportamiento, actividad laboral, estilo de vida, relaciones afectivas, familia, creencias, amig@s, economía, maneras de disfrutar la vida, de comunicarse; incluso les imaginan con unas normas de comportamiento, posición social y hasta tienen claro cómo serán sus niet@s, atreviéndose con todo ello a construir una vida para ellos(as).
Los padres y madres en general no educan a sus hij@s en la libertad de la autodeterminación sino desde el principio de la obediencia plena. L@s hij@s saben que autodeterminarse implica, de alguna manera, romper con dichos imaginarios. Ell@s saben que algunos rompimientos necesariamente ocurrirán, pero no esperan que estos se den precisamente en el “deber ser” para la sexualidad.
Ser homosexual, lesbiana o transitar en la identidad de género, no es algo que se haga contra el padre y la madre; es una determinación particular que se vive para sí y no en función de otr@s. Quien se asume en una identidad sexual que de alguna manera implica un rompimiento con el “deber ser” socializado, vive un proceso de crisis.
Ésta se presenta desde el mismo momento en que la persona se da cuenta de su posible quebrantamiento a la norma estipulada (heterosexual y con un genero coincidente con sus sexo), hasta cuando definitivamente construye su identidad sexual (homosexual, lésbica, trans) y la(s) asume para su cotidiano. La crisis se genera tanto por su propia contradicción, como por la que se le presenta con el modelo del “deber ser”, cuyos vigilantes más cercanos y directos son los propios padres y madres.
La crisis se vive por romper las expectativas ajenas, más que por truncar las propias. Acomodarse a aquello que se le ha trazado “no es posible” porque no se ajusta a su “querer ser”, sino que es una imposición que l@ obliga a “estar siendo” aquello que precisamente ha decidido “no ser”. La disyuntiva por la que pasan la gran mayoría de homosexuales, lesbianas y trans está entre decidirse a ser para sí mism@, o seguir el juego social y comportarse en público siguiendo el patrón del “deber ser” que de ell@s se espera.
Si la persona se decide a vivir su vida en función de sí misma hace explícita su identidad sexual o rompe definitivamente con su grupo familiar como una manera de no confrontar la situación. Si se decide por no hablar, asume una vida totalmente “clandestina” que l@ puede llevar a convivir con su familia hasta bien avanzada su edad e incluso a aceptar construir una relación formal heterosexual y negarse su genero construido, a pesar del daño emocional que dicha negación le causa.
Este último grupo, generalmente, es el que presenta un mayor conflicto para sus familiares y pareja, ya que est@s, por algunas situaciones, empiezan a notar “algo” que les es extraño pues “logran darse cuenta” de que “algo está pasando” en la persona, y esto genera el conflicto que desencadenará la negación total de sí mism@ o hacer evidente el secreto a voces que todos conocen.
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