Manuel Velandia Mora
Entre las amenazas de muerte que recibí en contra de mi vida y la de mi familia, y la frase del presidente con la que encabezo este blog, no hay mucha diferencia.
¿Será que este es un lenguaje típico de los paramilitares? Se preguntaría cualquier incauto y es posible que la respuesta sea, sí.
Por supuesto, lo que las palabras del Presidente Uribe dejan entrever su homofobia. Homofobia de la que, cuando andaba buscando votos para la reelección, se olvidó, cual típico politiquero que es.
No es de extrañar la falta de seriedad del Presidente y la poca coherencia interna en su discurso, pues ya sabemos que con su “nadadito de perro” se mueve libremente en aguas que otros supondrían peligrosas y de las cuales suele salir, no solo limpiecito, sino tan fortalecido como siempre.
Por supuesto, no me voy a referir a la práctica palaciega de chuzar teléfonos, o la poca seriedad que ha mostrado al tratar de refutar la llamada “información de inteligencia” o a la táctica de culpar a otros de sus propios errores, como lo ha hecho con “los organismos de inteligencia por ‘espiar’ la vida de los otros”.
Ya se sabe que “son inventos de la prensa que desea desprestigiarlo” y que los periodistas no tienen nada más que hacer, que montarle chismes a este pobre y maltratado hombre.
Yo tan solo quiero hacer notar que el presidente, cada vez menos, necesita de otros para el desprestigio; porque eso, él solito lo está haciendo bien.
No se esperaba de un presidente de la republica que se auto-chuzara el teléfono y menos que mostrara “el cobre” tan fácilmente, en una conversación orquestada, de la cual tenía la rienda.
Por supuesto, el presidente fue homofóbico para ser más creíble, porque al ser tan “naturalmente homofóbico” se parecía mas a sí mismo; a aquel, que no dudó en serlo cuando hizo lobby para que los senadores votaran en contra del proyecto de parejas del mismo sexo.
Si no ha sido capaz de contener su boquita en temas más álgidos y en los que compromete al país y su política internacional, menos va a afectarle incrementar la violencia hacia un grupo de personas, que ya son objeto permanente de estigma, segregación, vulneraciones físicas y emocionales, exclusión social, amenazas de muerte, desplazamiento forzado e incluso asesinatos.
“Marica sapo...hijueputa, siga haciendo lo que no le toca y lo vamos a matar, no sea sapo, no se meta en lo que no le importa, cuide a su familia porque si sigue en esas, ellos van a pagar...” fueron las palabras que me dijeron y que gravé para siempre en mi cerebro, el martes 14 de noviembre de 2006.
Amenazas que se incrementaron a partir del jueves nueve de noviembre del 2006, por abrir mi boquita en Cali, para referirme al ex senador Araujo, luego de responder a una pregunta sobre el proceso que se estaba llevando a cabo en el Congreso colombiano, con relación a los derechos civiles de las parejas conformadas por personas del mismo sexo.
Yo dije, que estaba “muy preocupado por los rumores que confirmaban que el Senador Araujo era paramilitar”, porque el proyecto podría caerse, pero que si fuera verdad “yo preferiría que el proyecto se cayera a que un paramilitar me defendiera y que en ese caso, yo elegiría que se me vulneraran los derechos”.
Sigo pensando lo mismo, es mejor que el presidente y los senadores paramilitares dejen de defendernos, prefiero que me violen los derechos, prefiero la homofobia a que un asesino, o quien obra a nombre de ellos, me defienda.
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