miércoles, 16 de mayo de 2007

La homofobia de padres y madres


¡Mij@: mejor NO diga nada! Esta es una frase coloquial de padres y madres con relación a algunos temas de la sexualidad de sus hij@s. El 17 de mayo es el día mundial contra lo homofobia y la transfobia, por ser estas fobias motivo permanente de discordia en el bloque familiar reflexionemos al respecto.

Las madres, más que los padres, casi siempre conocen de la orientación homosexual o lésbica de su hij@ y/o sus tránsitos identitarios de género, pero el temor a confirmarlo hace que ambos prefieran hacerse l@s desentendid@s y no se atrevan a plantear el tema.

Cuando se autorizan a interrogar o a fisgonear a hurtadillas las visitas y llamadas telefónicas, es porque ya definitivamente se decidieron a comprobarlo. De todas formas, siempre guardan en el “fondo de sus corazones” la esperanza de estar equivocados(as). Para quien se piensa homosexual, lesbiana o trans es supremamente difícil hablar con su madre y su padre al respecto. Lo es generalmente, no por ell@s mism@s sino por el temor que tienen a causarles dolor, o más correctamente, a romper los imaginarios construidos sobre ell@s desde cuando empezaron a pensarl@s humanos.

Desde mucho antes de ser padres y madres, las personas tejen sobre l@s hij@s una serie de fantasías con respecto a toda la globalidad de su ser. Ell@s los/as/es piensan no sólo con un cuerpo, sino con un comportamiento, actividad laboral, estilo de vida, relaciones afectivas, familia, creencias, amig@s, economía, maneras de disfrutar la vida, de comunicarse; incluso les imaginan con unas normas de comportamiento, posición social y hasta tienen claro cómo serán sus niet@s, atreviéndose con todo ello a construir una vida para ellos(as).

Los padres y madres en general no educan a sus hij@s en la libertad de la autodeterminación sino desde el principio de la obediencia plena. L@s hij@s saben que autodeterminarse implica, de alguna manera, romper con dichos imaginarios. Ell@s saben que algunos rompimientos necesariamente ocurrirán, pero no esperan que estos se den precisamente en el “deber ser” para la sexualidad.

Ser homosexual, lesbiana o transitar en la identidad de género, no es algo que se haga contra el padre y la madre; es una determinación particular que se vive para sí y no en función de otr@s. Quien se asume en una identidad sexual que de alguna manera implica un rompimiento con el “deber ser” socializado, vive un proceso de crisis.

Ésta se presenta desde el mismo momento en que la persona se da cuenta de su posible quebrantamiento a la norma estipulada (heterosexual y con un genero coincidente con sus sexo), hasta cuando definitivamente construye su identidad sexual (homosexual, lésbica, trans) y la(s) asume para su cotidiano. La crisis se genera tanto por su propia contradicción, como por la que se le presenta con el modelo del “deber ser”, cuyos vigilantes más cercanos y directos son los propios padres y madres.

La crisis se vive por romper las expectativas ajenas, más que por truncar las propias. Acomodarse a aquello que se le ha trazado “no es posible” porque no se ajusta a su “querer ser”, sino que es una imposición que l@ obliga a “estar siendo” aquello que precisamente ha decidido “no ser”. La disyuntiva por la que pasan la gran mayoría de homosexuales, lesbianas y trans está entre decidirse a ser para sí mism@, o seguir el juego social y comportarse en público siguiendo el patrón del “deber ser” que de ell@s se espera.

Si la persona se decide a vivir su vida en función de sí misma hace explícita su identidad sexual o rompe definitivamente con su grupo familiar como una manera de no confrontar la situación. Si se decide por no hablar, asume una vida totalmente “clandestina” que l@ puede llevar a convivir con su familia hasta bien avanzada su edad e incluso a aceptar construir una relación formal heterosexual y negarse su genero construido, a pesar del daño emocional que dicha negación le causa.

Este último grupo, generalmente, es el que presenta un mayor conflicto para sus familiares y pareja, ya que est@s, por algunas situaciones, empiezan a notar “algo” que les es extraño pues “logran darse cuenta” de que “algo está pasando” en la persona, y esto genera el conflicto que desencadenará la negación total de sí mism@ o hacer evidente el secreto a voces que todos conocen.

miércoles, 9 de mayo de 2007

¿Qué hace a alguien bisexual?

Un lector preocupado por sus propias vivencias y las de su pareja me consulta en torno a la bisexualidad. Por considerar este tema de gran interés le he solicitado darle respuesta en forma de artículo, situación que él ha aceptado.

La bisexualidad es probablemente la orientación sexual que mas problemas causa vivir, aceptar y comprender, ya sea porque esta se experiencia o porque alguien cercano a nosotros la vivencia.


Para entender un poco la cosa diré que para mi, la orientación sexual hace referencia a es una escogencia íntima y excluyente que hace la persona y que por lo tanto, es clara para sí. No existe de por sí, requiere reflexión, justificación y comprensión para sí mism@ que permita hacer conciencia de él/ella.

Esto significa que cada persona se identica (se acerca a aquello que identifica como su modelo particular sexual, se asume desde sí mism@ y no en función del modelo del “deber ser” sexual, que es la heterosexualidad) como bisexual, homosexual, lesbisexual o heterosexual. Para que esta identicación suceda, se necesita tomar conciencia del(-a) objeto-sujeto de su afectividad, de su erotismo y de su genitalidad, pero igualmente tener una identidad particular al respecto.

Con esto ultimo quiero decir que hay personas que vivencian aspectos de una orientación sexual (por ejemplo, hombres que se relacionan genitalmente con otros hombres) pero tienen una identidad particular como heterosexuales.

Veamos un caso: en mi consulta he encontrado un hombre que es homoafectivo, heteroerótico, bigenital y con una identidad heterosexual; es decir, siente que su vida afectiva es plena solamente con hombres, asume que lo que mas le excita pensar y gozar es el cuerpo de una mujer, considera que se goza de igual manera estar genitalmente con hombres y mujeres pero cuando le pregunté cuál era su orientación sexual me informó que era heterosexual.

El problema realmente no es el nombre que le ponga a la situación que vivencia, eso es lo de menos; lo que a él le produce conflicto es cómo lo ven los demás, porque para él es claro que aún está decidiendo que es lo que realmente quiere ser.

Una persona que experimenta acercamientos, ya sea afectivos, eróticos y/o genitales tanto con hombres o mujeres, como parte de la búsqueda y consolidación de una orientación sexual no puede considerarse bisexual, así los demás lo denominen de esta manera.

Una persona bisexual es alguien quien se asume a sí mismo(a) como tal, dado que es biafectiva, bierótica y bigenital, es decir asume que sus objetos-sujetos de relacionamiento son tanto hombres como una mujeres.

La bisexualidad posibilita que la persona viva simultánea y satisfactoriamente relaciones tanto con hombres como con mujeres, pero muchas(os) entre ellos(as) prefieren sostener una relación plena sólo con una persona, ya sea hombre o mujer, y posteriormente, cuando la relación ya no funciona apropiadamente, establecer una nueva relación no necesariamente con alguien de un sexo distinto al de la anterior pareja. Es decir puede tener relaciones con un hombre, otro hombre, una mujer, otra mujer, un hombre…, o con un hombre, una mujer, un hombre…

El hecho de que la persona tenga una relación que considera plena no quiere decir que su gusto por otras personas desaparezca, lo que sucede es que en este caso ese alguien puede ser de su mismo o de otro sexo, tal y como sucede igualmente con el gusto de los(as) heterosexuales.

La negación social de orientaciones diferentes a la heterosexual hace que quienes las vivencias sean estigmatizados, aislados, discriminados, pero en el caso de los y las bisexuales esta situación es aún mas agresiva, por cuanto se suele considerar que quien la vivencia está en un periodo de indecisión sexual y que al decidirse se “convertirá” en homosexual o heterosexual. Cabe destacar que esto no es así y que la bisexualidad es una identidad de orientación sexual tan válida como las demás.

También es verdad que esa misma negación hace que muchos homosexuales y menos lesbianas, prefieran como parte de su proceso de negación de orientación sexual y por miedo a los efectos emocionales familiares y sociales que conlleva ser homosexual o lesbiana, asuman relaciones heterosexuales, así esto les produzca un gran conflicto y daño emocional a sí mismos(as), a sus parejas e hijos.

Esta situación requiere apoyo emocional de parte de un(a) especialista en el tema dado que los conflictos que ello genera suelen ser graves no solo en lo psicológico, sino además, en lo económico y lo social.

Ilustracion de http://www.agmagazine.com.ar/index.php?IdNot=1043


Bogotá posibilita hogares para parejas gay

Generalmente al analizar el desarrollo de una sociedad su estudio se basaba en el de su modelo socioeconómico, dando más énfasis a lo económico que a lo social; actualmente se investiga teniendo en cuenta otros parámetros: cultura, desarrollo político y la manera como se construyen las relaciones entre los seres humanos, sin olvidar por ello la economía.

El desarrollo de un país está directamente relacionado con la capacidad que tiene la sociedad para avanzar sobre sus propias contradicciones, pero las crisis propias de la contradicción se zanjan de diferentes maneras. En nuestro país las diferencias políticas e ideológicas suelen resolverse acallando definitivamente a quien piensa, actúa o siente distinto; por ello no es raro que la respuesta se de en la exclusión social, el asesinato, el desplazamiento forzado, la amenaza de muerte más que en la exploración común de alternativas.

No puede negarse que en Colombia el conflicto armado interno ha movido los cimientos de nuestra sociedad. Tenemos un Presidente que algunos muy entendidos en el tema consideran un paramilitar, un Congreso de la Republica en el que algunos de sus miembros han ido a parar a la cárcel por la misma razón y los estudios del Sistema de Información sobre Desplazamiento Forzado y Derechos Humanos SISDHES, que opera CODHES desde 1995 y que recoge la cifra de la Conferencia Episcopal de Colombia del período 1985-1994, indica que alrededor de 3.832.527 personas han sido desplazadas en los últimos 20 años (primero de enero de 1985 y el 30 de junio de 2006).

Las respuestas a nivel nacional suelen ser diferentes a las que se aplican a nivel local. A pesar del conflicto armado y sin dejarlo de lado, las ciudades han intentado construir relaciones diferentes entre sus conciudadanos. Un ejemplo de ello sucede en Bogotá; en ésta ciudad la Alcaldía ha desarrollado políticas para la mujeres y para otras minorías sexuales, creando condiciones para que la convivencia solidaria y democrática sea una posibilidad real para todas las personas, sin distingo de su sexo, su genero o su orientación sexual.

Las relaciones se modifican en la medida en que cambian los ciudadanos. Los ciudadanos cambian en relación directa a su transformación cultural. Una sociedad evoluciona en consonancia con su transformación cultural. Alain Touraine considerado uno de los sociólogos contemporáneos más destacados en el mundo explica que la modernización ha puesto fin a los antiguos modelos occidentales de sociedad en los que la realidad se pensaba en términos socioeconómicos. Ahora, dice Touraine, entramos a una era en que las cosas se definen en términos culturales. Ya no se habla de clases, huelgas, riquezas y redistribución, sino que nos preocupan temas como los derechos humanos, el aborto, el espacio que hay que darles a las minorías o el rol de la sexualidad.

Una muestra de la transformación cultural colombiana se observa en el debate sobre los derechos civiles de las parejas del mismo sexo. En Bogotá, un ejemplo, en esta misma línea, se demuestra con hechos concretos como la creación de alternativas que crean espacios de equidad. La Empresa Industrial y Comercial del Distrito Capital METROVIVIENDA por medio de su Junta Directiva produjo, el pasado19 de Abril, el Acuerdo No. 035 “Por el cual se dicta el Reglamento Operativo del Subsidio Distrital de Vivienda” cuyo fin es establecer mecanismos que permitan garantizar el buen uso y agilizar el desembolso y movilización de los Subsidios Distritales de Vivienda para la adquisición de soluciones de vivienda nueva, usada, construcción en sitio propio y mejoramiento de vivienda.

En el Artículo 10 de dicho Acuerdo se entiende como “Hogar sujeto del Subsidio Distrital de Vivienda” al hogar el conformado por los cónyuges, o las uniones maritales de hecho, y/o las parejas homosexuales que estén en situaciones equiparables a las uniones maritales de hecho y/o el grupo de personas unidas por vínculos de parentesco hasta tercer grado de consanguinidad, segundo de afinidad y primero civil, que compartan un mismo espacio habitacional.

No sé cuántos homosexuales harán valer dicho derecho, no sé si las lesbianas o Metrovivienda consideran que el término homosexual las incluye a ellas, pero de lo que no hay duda es que la sociedad colombiana está cambiando y que la norma jurídica está avanzando.

Cambiar la norma no cambia la cultura pero que cambie la norma si implica la presencia de cambios culturales, políticos y relacionales. Es evidente que ya no somos el “país del Sagrado Corazón”, que las iglesias cristianas han perdido parte substancial de su protagonismo, que el liderazgo político puede moverse por caminos diferentes pero igualmente es cierto que los lideres y liderezas de la comunidad LGBT han sido y seguirán siendo víctimas de la exclusión social y de la indiferencia de los mismos homosexuales, lesbianas, bisexuales y transgeneristas.

El cambio cultural no puede hacerse y exigirse sólo para los(æs) demás, no tiene sentido que la sociedad cambie si los(æs) LGBT no logramos transformarnos a nosotros(æs) mismos(æs): no nos permitamos olvidar los cientos de compañeros(æs) asesinados(as), los(æs) que han sido obligados(æs) a desplazarse por temor a serlo, los(æs) que hemos tenido que refugiarnos en otros países como una manera de conservar nuestras vidas.

Sin que para ello medie nuestro sexo, genero u orientación sexual rodeemos con nuestro apoyo y solidaridad, a aquellos(æs) que en estos mismos momentos están siendo boleteados, amenazadas, estigmatizades, recordemos que como dice el proverbio chino cuando se incendia la casa del vecino una chispa puede encender la nuestra.

Todo hombre es infiel

Sería de esperar que los seres más atractivos de las diferentes especies fueran las hembras, pero que va, la naturaleza es algo extraña y son los machos los más atractivos, y lo son aún más, en la época de apareamiento.

Los seres humanos están preparados para el apareamiento de manera permanente y no tan solo para algunas épocas, razón por la que el macho de esta especie, a diferencia de los de otras, ha tenido que desarrollar ciertas potencialidades, capacidades y elementos de consumo que le ayudan a lucir atractivo por más tiempo, como la moda, maquillajes, accesorios, machificación en el gimnasio, atractivo al que se suma el mas grande de todos los atractores sexuales: la capacidad adquisitiva.

No se sabe por qué razón el macho humano se torna aún más atractivo cuando sostiene una relación de pareja de esas que pudiéramos llamar “estables”. Pudiera ser el instinto de sobrevivencia, el de competencia o la simple vanidad la que nos lleva a querer mostrar orgullosamente como presa o trofeo de caza a aquel que previamente se nos había mostrado como fiel e indiferente; por supuesto ser “infiel” es también una posibilidad de reconocerse atractivo, deseable e inclusive sexualmente vigente, dado que tener pareja tiene el inconveniente de sacarnos de circulación y ponernos a dudar sobre si seguimos siendo tan atractivos como pensamos.

La infidelidad únicamente es posible si existe una relación de pareja y ésta tiene diferentes valoraciones dependiendo del tiempo, el tipo de intercambio genital que se presente y la solidez de la vinculación: hay grandes diferencias entre ser amigos, amiguito, amigo compatible sexualmente, noviecito, amante, pareja, esposo, un rato, un “sobrino”, amante, usuario e inclusive tinieblo.

Los hombres respondemos al patrón social de “macho latinoamericano” preparado para “entrenarse” y así, cumplir bien con las “funciones matrimoniales”. El modelo que tenemos los homosexuales es el de la pareja heterosexual, en él los roles están plenamente preestablecidos así que de alguna manera cuando nos emparejamos nos vemos “obligados” a seguir con aquello que la cultura “nos impone”.

Todos tenemos la fantasía de tener una pareja estable pero el temor a vernos coartados en nuestra libertad nos lleva a considerar que la fidelidad, como todas las normas, es para trasgredirla. En últimas el problema radica en que en una pareja homosexual son dos hombres los que se relacionan y en última instancia son dos machos quienes comparten.

Será que la infidelidad se relaciona con que las parejas homo no se consolidan de la misma manera que las heterosexuales. Vale la pena cuestionarse sobre qué elementos consolidan la pareja heterosexual. Se cree que son aspectos como los hijos, la aceptación familiar de la pareja, la vinculación afectiva entre los miembros de la pareja, una economía estable; pero a diferencia de ésta, en la pareja entre dos hombres no suele haber hijos y la aceptación familiar de una pareja del mismo sexo es poco frecuente e incluso probable.

¿Construir cambios legales como la ley de derechos civiles para parejas del mismo sexo que se busca se apruebe en la Cámara de Representantes contribuye a dicha consolidación? Espero que si, pero igualmente no es ello suficiente. Sería necesario además cambiar el modelo macho, masculino, falocrático y heterosexual de relacionamiento para cambiar la mente de los hombres y además que éstos quieran cambiar.

De todas maneras el cambio cultural se alimenta tanto del cambio social como del cambio político y el cambio relacional entre los hombres y de estos con las mujeres y entre ellas mismas; sin embargo, es precisamente en estos campos en los que menos hemos avanzado. Ese cambio al igual que otros de los que hablo a continuación favorecerían también a los hombres con parejas heterosexuales, pero ese no el tema de este escrito.

El mayor cambio cultural posible es alcanzar la expresión permanente del amor

Parecerá muy cursi leerlo pero lo que realmente consolida una pareja es el amor, por eso es que un polvo ocasional o un “rapidito” siempre dejan esa sensación de desazón y un vació enorme en el estomago que se extiende hasta el corazón. Es también por ello que el amante se disfruta mucho más, porque por esa persona se siente amor; pero cuando se establece una relación esas frases acarameladas, esas miradas infinitas, esas caricias que nunca acaban, ese placer indescriptible del encuentro que acrecienta el vínculo se van perdiendo y haciéndose monótonos los encuentros.

Se pierden porque los hombres somos animales de costumbres y es eso se transmuta una relación, en la más repetitiva imposibilidad del verdadero encuentro amoroso. Con el paso de los días, meses, años, se pierde todo encanto, todo placer, todo deseo. Se malgasta toda oportunidad porque como machos que somos no estamos formados para expresar libremente nuestros afectos. Nos cuesta decir te amo y en especial repetirlo, ya que se considera que lo dicho, dicho está. Nos preguntamos para qué repetirlo si ya “eso” es evidente.

La imposibilidad de expresar el amor es tal vez, para cualquier hombre, la pérdida más grande que se obtiene de todo el proceso educastrativo de la machificación y la culturización. El amor se expresa en la conquista pero no tiene sentido conquistar aquello que ya poseemos. El amor, cuando se manifiesta, se suele evidenciar por medio de objetos pero no de expresiones de ternura. A todos se nos hace un nudo en la garganta cuando una palabra cariñosa se nos escapa y se nos pide que la repitamos, porque toda demostración es considerada una debilidad y todo macho que se respete debe ser fuerte, así sea para callar su miedo a la infelicidad.