Por Manuel Velandia Mora
España
¿Quién ha dicho que los blogs además de hablar de un tema, no pueden ser útiles? En general poco conocen los hombre sobre la sexualidad femenina; una prueba de ello es que las mujeres, cuando ven la porno-imagen hecha por y para hombres, no se reconocen en las protagonistas.
Para conocer un poco, a partir de aportes de algunas amigas responderé a la pregunta ¿Cómo se masturban las mujeres?
Conocer la respuesta ayuda a desarrollar otras posibilidades para las relaciones con y entre ellas, enseña a quienes no tienen mucha experiencia sobre cómo hacerse un/a mejor amante, y en especial, ayuda a las mismas mujeres, para quienes se produce poca información al respecto, a descubrir nuevas posibilidades.
La masturbación es probablemente la práctica erótica con más mala fama. Se dice popularmente que si una mujer se masturba se convertirá en ninfómana insaciable y que ningún hombre la querrá. Por otro lado, se afirma que es una conducta inmadura, que quien la practica permanece en la adolescencia mental, que lleva a la negación de la pareja.
Saliendo de la visión cristiana, la masturbación es una forma de encontrarse con sigo misma, de reconocer el cuerpo, de prepararse para el intercambio sexual, favorece las relaciones de pareja en cuanto regula y equilibra los ritmos de deseo, erotismo y genitalidad de las mujeres y hombres con parejas estables. La masturbación se practica desde niñas, se acentúa con la juventud y se disfruta hasta la misma muerte.
¿Cómo hacerlo?
Las mujeres, más que los hombres, han descubierto muchas zonas erógenas y que casi cualquier parte del cuerpo puede ser estimulada eróticamente (senos, pelo, manos, brazos, genitales y clítoris). Los hombres suelen creer que las mujeres para masturbarse requieren introducirse algún objeto fálico, pero ellas no requieren simular el coito para lograr el orgasmo.
Algunas son tan creativas que con la sola imaginación logran lubricar apropiadamente e incluso alcanzar un orgasmo. Prácticas como la fricción contra el asiento de las sillas, rozar un muslo con el otro, les son satisfactorias.
Suelen utilizar diferentes ritmos, y tipos de toque, caricia o estimulación, disfrutan actividades muy rápidas o pueden dedicarse incluso horas para la autocomplacencia. Tener uno o varios orgasmos continuados.
La práctica masturbatoria más frecuente para las mujeres es la estimulación del clítoris con uno o más dedos, igualmente suelen acariciarse el pecho, especialmente las areolas de sus senos; también se estimulan los labios menores y mayores, el monte de Venus e incluso las nalgas, el vientre y el pelo. Muchas se rozan los labios (todo ellos) con las yemas de los dedos o se pellizcan suavemente los pezones hasta lograr el orgasmo.
Aun cuando la publicidad habla mucho de dildos (formas fálicas fabricadas en látex, plástico u otros materiales) y vibradores para introducir en la vagina, pero ellas suelen relacionar dichas formas de placer con las películas porno, en general se estimulan más con sus propios dedos. Los vibradores se usan más para estimular el clítoris y los pezones.
Si es necesario, utiliza dos dedos de una de tus manos para separar las prominencias (labios mayores y menores) y todo lo que se interponga entre tú y el clítoris. Con el dedo medio o índice de la otra mano, estimúlalo. Puedes hacerlo ejerciendo presión moderada, rozando con la yema del dedo y en movimientos circulares o de arriba hacia abajo; combina los movimientos; hazlos seguidos o de manera intermitente, siguiendo el ritmo de la música, de la estimulación verbal o de la conversación erótica y ponte creativa siguiendo la imaginación. Pon dentro de la vulva los dedos, uno, dos, tres, cuatro… incluso la mano en posición de cuchara que apunta hacia arriba.
Una buena manera de desarrollar la técnica táctil consiste en trabajar en un portátil con Mouse digital, especialmente aquellos cuyo Mouse es una bolita ubicada entre las letras.
Técnicas avanzadas
Scouting: su nombre proviene de la flor de Liz, el símbolo de los scouts y la posición muy similar a dicha flor que toman los dedos, los más importantes órganos sexuales de hombres y mujeres.Scouting triple: dobla los dedos corazón y anular y deja extendidos los dedos pulgar, índice y meñique, con cada uno de ellos estimula simultáneamente cada una de las tres posibilidades: pulgar o clitoriano, índice o vaginal y meñique o anal. Estimula con la base de los dedos doblados el perineo (eso que algunos llaman sencillamente el ni es) y no olvides tocar con mucha dulzura la zona del vello púbico.
Scouting Doble: consiste en doblar los tres dedos centrales de la mano más diestra, y dejar extendidos los dedos pulgar y meñique para acariciar respectivamente el clítoris y la vagina o el recto. Cuando te estimules con los dos dedos no dejes de utilizar los dobleces de los otros dedos para acariciar simultáneamente el periné.
Es scouting es mucho más agradable, fácil y cómodo si lo haces en pareja.
martes, 26 de agosto de 2008
Polvómetro ¿Soy bueno en la cama?
Por Manuel Velandia Mora
No hay nada que atormente más a un hombre que enterarse que es un pésimo polvo o perder la erección en el momento menos indicado. Para la erección, los laboratorios farmacéuticos han creado substancias químicas que resuelven el problema orgánico, pero que no hacen nada por el hombre que cuelga detrás del pene.
De nada sirve una buena erección si no se sabe que hacer con ella, pero no sólo se es buen polvo por la penetración, es mas, si no hay caricia, ternura, dialogo, juego erótico, le resta merito a lo poco que logra con el pene.
Si luego de la evaluación descubre que es malo en la cama, procúrese las condiciones para tratar de mejorar; es determinante contar con una pareja, dispuesta a sacrificarse, para conseguir a mediano o largo plazo el tan anhelado disfrute. Pero quien debe hacer el esfuerzo por mejorar es usted mismo.
Si los hombres fueran tan buenos para el intercambio genital como lo son para el sexo oral (entiéndase, en este caso, la posibilidad de ser creativo y fantasioso con la vida sexual), cualquier mujer u hombre interesado/a se sentiría profundamente agradecido/a por tenerlos de pareja. El problema es que ni siquiera saben usar bien la lengua. La pareja suele dar muchas señales que indican al hombre la evaluación que se hace sobre su destreza y capacidad para satisfacer las metas sexuales deseadas.
Las puntuaciones del polvómetro se relacionan con respuestas físicas, sumadas a ciertas actitudes y comportamientos. Puntuaciones que serán las claves para saber cómo se es evaluado, ya sea porque se es muy malo o demasiado bueno.
El siete es un número muy recurrente en la cultura. Son siete los días de la semana, los colores del arco iris y los pecados capitales, siete es también la máxima calificación posible en el polvómetro. Si pasa raspando (cuatro puntos), más le vale regalarse un tallercito de Kamasutra. Ningún punto: hay maneras de tocar el cuerpo, de acariciarlo y también de rechazarlo. Si estando frente a su pareja, su palma de la mano se posa sobre su pecho, ejerce una leve o fuerte presión, como tratando de retirarlo, no intente seguir; ha logrado que su pareja pierda el deseo y si se descuida, hasta le sacarán a patadas de la cama.
Un punto: si logra pasar a la cama y luego de que ha pasado lo que usted considera que debió haber sucedido, su pareja se levanta inmediatamente y se baña, no queda la menor duda: usted es un polvo malísimo. Por más aséptico que se sea, cuando se está mínimamente satisfecho, se permanece un poco en la cama, así la higiene básica se haga ahí mismo.
Dos puntos: si usted ha logrado concluir la faena y acto seguido la pareja se voltea dándole la espalda, el polvo fue malo; bueno, no tanto. Seguramente la pareja prefiere echarse a dormir en vez de establecer una discusión y soltarle en la cara, la falta de técnica, entusiasmo, creatividad o lo que a usted le falta. Lo del sueñito es una excusa, ni se crea que se aproximó al orgasmo.
Tres puntos: si la pareja le pide mas y más y más, sin un cigarrillo de por medio, un sueñito corto o un tiempito descansando y medio adormilada, no lo dude: usted es un mal polvo; sólo que le cuesta mucho darse por vencida y se niega a reconocer que ha perdido el tiempo. Si además de lo anterior la pareja desiste y decide masturbarse, asuma que la evaluación es peor, réstese medio punto.
Cuatro puntos: si la pareja en vez de darle la espalda se abraza a usted, pero permanece en silencio, puede ser que no esté totalmente satisfecha o que se haya enamorado, prefiera ser realista y se consuele pensando que "es mejor polvo medio malo que bueno por conocer".
Cinco puntos: si la pareja termina sudada y/o con la respiración entrecortada, es que usted sobrepasa raspando el nivel medio. En este nivel la pareja casi nunca logra el orgasmo, pero es posible que se consuele pensando que el ejercicio cardiovascular le ayuda a mantenerse en buena forma y se ha ahorrado la ida al gimnasio. En general, cuando se llega a este nivel, la pareja siente que la ha pasado bien, está algo agradecida y terminará pensando que estar con usted por lo menos es algo más creativo que masturbarse.
Seis puntos: hablar durante un acto sexual, autorizarse a proponer ciertos juegos eróticos, sugerir posiciones o cambios en el ritmo de la penetración, es el inicio de una buena evaluación. Significa que se ha obtenido suficiente placer y muy seguramente con tanto apoyo logra encontrar el tan anhelado orgasmo.
Siete puntos: si su pareja fuma y una vez terminado el polvo enciende un cigarrillo, puede darse por bien servido: ha dejado satisfecha a su pareja. Si no fuma, la evaluación es algo diferente: la pareja se queda tranquila, ensimismada, habla poco y puede darle un ligero apretoncito de mano, un besito tierno en la mejilla o una caricia tierna en la cabeza o en el pecho. Si le tocan la barriga, no lo dude, usted es un gordo buen polvo.
No tome por evaluación un solo polvo, puede suceder que usted no haya estado realmente en las mejores condiciones posibles y por supuesto no haya rendido adecuadamente; si le dan la posibilidad, es mejor tener una segunda evaluación. Si la calificación es muy diferente de la primera debe intentar una tercera para promediar. En todo caso, por nada en la vida, se consuele con ser un polvo promedio, la cosa tiende a empeorar con la costumbre. La evaluación recibida de una persona enamorada generalmente es poco objetiva.
No hay nada que atormente más a un hombre que enterarse que es un pésimo polvo o perder la erección en el momento menos indicado. Para la erección, los laboratorios farmacéuticos han creado substancias químicas que resuelven el problema orgánico, pero que no hacen nada por el hombre que cuelga detrás del pene.
De nada sirve una buena erección si no se sabe que hacer con ella, pero no sólo se es buen polvo por la penetración, es mas, si no hay caricia, ternura, dialogo, juego erótico, le resta merito a lo poco que logra con el pene.
Si luego de la evaluación descubre que es malo en la cama, procúrese las condiciones para tratar de mejorar; es determinante contar con una pareja, dispuesta a sacrificarse, para conseguir a mediano o largo plazo el tan anhelado disfrute. Pero quien debe hacer el esfuerzo por mejorar es usted mismo.
Si los hombres fueran tan buenos para el intercambio genital como lo son para el sexo oral (entiéndase, en este caso, la posibilidad de ser creativo y fantasioso con la vida sexual), cualquier mujer u hombre interesado/a se sentiría profundamente agradecido/a por tenerlos de pareja. El problema es que ni siquiera saben usar bien la lengua. La pareja suele dar muchas señales que indican al hombre la evaluación que se hace sobre su destreza y capacidad para satisfacer las metas sexuales deseadas.
Las puntuaciones del polvómetro se relacionan con respuestas físicas, sumadas a ciertas actitudes y comportamientos. Puntuaciones que serán las claves para saber cómo se es evaluado, ya sea porque se es muy malo o demasiado bueno.
El siete es un número muy recurrente en la cultura. Son siete los días de la semana, los colores del arco iris y los pecados capitales, siete es también la máxima calificación posible en el polvómetro. Si pasa raspando (cuatro puntos), más le vale regalarse un tallercito de Kamasutra. Ningún punto: hay maneras de tocar el cuerpo, de acariciarlo y también de rechazarlo. Si estando frente a su pareja, su palma de la mano se posa sobre su pecho, ejerce una leve o fuerte presión, como tratando de retirarlo, no intente seguir; ha logrado que su pareja pierda el deseo y si se descuida, hasta le sacarán a patadas de la cama.
Un punto: si logra pasar a la cama y luego de que ha pasado lo que usted considera que debió haber sucedido, su pareja se levanta inmediatamente y se baña, no queda la menor duda: usted es un polvo malísimo. Por más aséptico que se sea, cuando se está mínimamente satisfecho, se permanece un poco en la cama, así la higiene básica se haga ahí mismo.
Dos puntos: si usted ha logrado concluir la faena y acto seguido la pareja se voltea dándole la espalda, el polvo fue malo; bueno, no tanto. Seguramente la pareja prefiere echarse a dormir en vez de establecer una discusión y soltarle en la cara, la falta de técnica, entusiasmo, creatividad o lo que a usted le falta. Lo del sueñito es una excusa, ni se crea que se aproximó al orgasmo.
Tres puntos: si la pareja le pide mas y más y más, sin un cigarrillo de por medio, un sueñito corto o un tiempito descansando y medio adormilada, no lo dude: usted es un mal polvo; sólo que le cuesta mucho darse por vencida y se niega a reconocer que ha perdido el tiempo. Si además de lo anterior la pareja desiste y decide masturbarse, asuma que la evaluación es peor, réstese medio punto.
Cuatro puntos: si la pareja en vez de darle la espalda se abraza a usted, pero permanece en silencio, puede ser que no esté totalmente satisfecha o que se haya enamorado, prefiera ser realista y se consuele pensando que "es mejor polvo medio malo que bueno por conocer".
Cinco puntos: si la pareja termina sudada y/o con la respiración entrecortada, es que usted sobrepasa raspando el nivel medio. En este nivel la pareja casi nunca logra el orgasmo, pero es posible que se consuele pensando que el ejercicio cardiovascular le ayuda a mantenerse en buena forma y se ha ahorrado la ida al gimnasio. En general, cuando se llega a este nivel, la pareja siente que la ha pasado bien, está algo agradecida y terminará pensando que estar con usted por lo menos es algo más creativo que masturbarse.
Seis puntos: hablar durante un acto sexual, autorizarse a proponer ciertos juegos eróticos, sugerir posiciones o cambios en el ritmo de la penetración, es el inicio de una buena evaluación. Significa que se ha obtenido suficiente placer y muy seguramente con tanto apoyo logra encontrar el tan anhelado orgasmo.
Siete puntos: si su pareja fuma y una vez terminado el polvo enciende un cigarrillo, puede darse por bien servido: ha dejado satisfecha a su pareja. Si no fuma, la evaluación es algo diferente: la pareja se queda tranquila, ensimismada, habla poco y puede darle un ligero apretoncito de mano, un besito tierno en la mejilla o una caricia tierna en la cabeza o en el pecho. Si le tocan la barriga, no lo dude, usted es un gordo buen polvo.
No tome por evaluación un solo polvo, puede suceder que usted no haya estado realmente en las mejores condiciones posibles y por supuesto no haya rendido adecuadamente; si le dan la posibilidad, es mejor tener una segunda evaluación. Si la calificación es muy diferente de la primera debe intentar una tercera para promediar. En todo caso, por nada en la vida, se consuele con ser un polvo promedio, la cosa tiende a empeorar con la costumbre. La evaluación recibida de una persona enamorada generalmente es poco objetiva.
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sexualidad
miércoles, 6 de agosto de 2008
Quien no se conoce bien, es mal polvo.
Manuel Velandia Mora
España, Agosto 2008
Si sabe qué tiene, conoce qué quiere. Esta es la idea de partida para dar continuidada la serie de reflexiones sexuales a las que ha denominado “Kamasutra de verano”. Cuando de follar (coger, tirar) se trata, quien no se conoce a sí mismo no sabe qué puede dar, cómo puede hacerlo y mucho menos, qué desea recibir.
El preámbulo de toda relación, ya sea que se esté haciendo el amor o “cogiendo”, es el encuentro consigo mismo(a).
No hay una gran diferencia entre follar y hacer el amor, en última instancia la persona enamorado y la que se consigue “un polvo” ocasional, no espera pasarlo mal en su intercambio, sino obtener el máximo placer posible. Así que cuando de sexo se trata, no es verdad que el amor todo lo perdone.
Tarde o temprano, generalmente en medio de una airada discusión, le sacarán en cara su falta de tacto, interés, pericia, desenvoltura, cumplimiento, o simplemente el hecho de quedarse dormido/a, fumar en el momento menos oportuno, oler a todo menos a bueno o cualquier otro “detallito” que parecía pasar inadvertido. Hay algo que no se debe olvidar: lo que mal comienza, mal termina: una cosa es aguantarse y otra amar de verdad.
El preámbulo al preámbulo en toda relación sexual es el encuentro con sigo mismo/a. Es necesario conocer-se bien el propio cuerpo antes de lanzarse a la aventura de encontrarse con el cuerpo del/a otro/a. Permítase suficiente tiempo para descubrir-se centímetro a centímetro toda la extensión de su piel. Ingéniese la posibilidad de tocar su espalda, sus nalgas, su cabeza, sus piernas, sus genitales, su pecho, su barriga…
Acaríciese de todas las formas posibles: suave, fuerte, con un dedo, con toda la mano, con algo frió y algo caliente, con una pluma y una uña; toque agresivamente, roce suavemente; sin tocar la piel, sienta el calor de su mano. Descubra las múltiples posibilidades y especialmente qué zona, cuándo, cómo, dónde, con qué le gusta ser acariciado/a y la velocidad e intensidad con que lo prefiere. Cuando se sabe lo que tiene, se sabe lo que se quiere.
Es muy difícil darle a la pareja si no se ha experimentado con uno mismo lo amplitud de posibilidades, pero es también muy complicado solicitar algo si no sabemos qué es lo que deseamos; para saberlo, ese encuentro pleno y “egoísta” consigo mismo es la fuente del conocimiento y de la experticia con que llegamos a la piel y los sentidos de nuestra pareja.
Una buena manera de aproximarse a sí mismo es re-descubrir-se, aproveche ciertas situaciones cotidianas en las que ni siquiera se da cuenta que tiene cuerpo, para apropiarse de usted mismo/a. Hágalo en el momento del baño, de la afeitada, de la depilación, al vestirse y desvestirse, en la cama cuando está solo/a, viendo la televisión u oyendo música.
No sólo hay que tocarse, también hay que mirarse. Frente a un espejo, y algunas veces parándose sobre él, revise, observe, contemple, goce la mirada sobre su propio cuerpo. No se cohíba. Al inicio la parecerá extraño darse un tiempo y lo es, ya que culturalmente el cuerpo es una cosa puesta al servicio de otros/as y no el espacio en que vivimos e intercambiamos.
Autorícese a cambiar la percepción sobre sí mismo/a, a emocionarse con sus posibilidades y a gozarse el auto-re-conocimiento. Masturbarse es igualmente otra forma de autoreconocimiento, pero esa práctica tanto en hombres como en mujeres, bien merece capitulo aparte.
Bueno, por otro lado si cree que no necesita mejorar le recomiendo leer el siguiente artículo que le permite autoevaluarse con relación a si es un buen polvo
Lea “Kamasutra de verano
España, Agosto 2008
Si sabe qué tiene, conoce qué quiere. Esta es la idea de partida para dar continuidada la serie de reflexiones sexuales a las que ha denominado “Kamasutra de verano”. Cuando de follar (coger, tirar) se trata, quien no se conoce a sí mismo no sabe qué puede dar, cómo puede hacerlo y mucho menos, qué desea recibir.
El preámbulo de toda relación, ya sea que se esté haciendo el amor o “cogiendo”, es el encuentro consigo mismo(a).
No hay una gran diferencia entre follar y hacer el amor, en última instancia la persona enamorado y la que se consigue “un polvo” ocasional, no espera pasarlo mal en su intercambio, sino obtener el máximo placer posible. Así que cuando de sexo se trata, no es verdad que el amor todo lo perdone.
Tarde o temprano, generalmente en medio de una airada discusión, le sacarán en cara su falta de tacto, interés, pericia, desenvoltura, cumplimiento, o simplemente el hecho de quedarse dormido/a, fumar en el momento menos oportuno, oler a todo menos a bueno o cualquier otro “detallito” que parecía pasar inadvertido. Hay algo que no se debe olvidar: lo que mal comienza, mal termina: una cosa es aguantarse y otra amar de verdad.
El preámbulo al preámbulo en toda relación sexual es el encuentro con sigo mismo/a. Es necesario conocer-se bien el propio cuerpo antes de lanzarse a la aventura de encontrarse con el cuerpo del/a otro/a. Permítase suficiente tiempo para descubrir-se centímetro a centímetro toda la extensión de su piel. Ingéniese la posibilidad de tocar su espalda, sus nalgas, su cabeza, sus piernas, sus genitales, su pecho, su barriga…
Acaríciese de todas las formas posibles: suave, fuerte, con un dedo, con toda la mano, con algo frió y algo caliente, con una pluma y una uña; toque agresivamente, roce suavemente; sin tocar la piel, sienta el calor de su mano. Descubra las múltiples posibilidades y especialmente qué zona, cuándo, cómo, dónde, con qué le gusta ser acariciado/a y la velocidad e intensidad con que lo prefiere. Cuando se sabe lo que tiene, se sabe lo que se quiere.
Es muy difícil darle a la pareja si no se ha experimentado con uno mismo lo amplitud de posibilidades, pero es también muy complicado solicitar algo si no sabemos qué es lo que deseamos; para saberlo, ese encuentro pleno y “egoísta” consigo mismo es la fuente del conocimiento y de la experticia con que llegamos a la piel y los sentidos de nuestra pareja.
Una buena manera de aproximarse a sí mismo es re-descubrir-se, aproveche ciertas situaciones cotidianas en las que ni siquiera se da cuenta que tiene cuerpo, para apropiarse de usted mismo/a. Hágalo en el momento del baño, de la afeitada, de la depilación, al vestirse y desvestirse, en la cama cuando está solo/a, viendo la televisión u oyendo música.
No sólo hay que tocarse, también hay que mirarse. Frente a un espejo, y algunas veces parándose sobre él, revise, observe, contemple, goce la mirada sobre su propio cuerpo. No se cohíba. Al inicio la parecerá extraño darse un tiempo y lo es, ya que culturalmente el cuerpo es una cosa puesta al servicio de otros/as y no el espacio en que vivimos e intercambiamos.
Autorícese a cambiar la percepción sobre sí mismo/a, a emocionarse con sus posibilidades y a gozarse el auto-re-conocimiento. Masturbarse es igualmente otra forma de autoreconocimiento, pero esa práctica tanto en hombres como en mujeres, bien merece capitulo aparte.
Bueno, por otro lado si cree que no necesita mejorar le recomiendo leer el siguiente artículo que le permite autoevaluarse con relación a si es un buen polvo
Lea “Kamasutra de verano
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