Manuel Velandia Mora
España, Agosto 2008
Si sabe qué tiene, conoce qué quiere. Esta es la idea de partida para dar continuidada la serie de reflexiones sexuales a las que ha denominado “Kamasutra de verano”. Cuando de follar (coger, tirar) se trata, quien no se conoce a sí mismo no sabe qué puede dar, cómo puede hacerlo y mucho menos, qué desea recibir.
El preámbulo de toda relación, ya sea que se esté haciendo el amor o “cogiendo”, es el encuentro consigo mismo(a).
No hay una gran diferencia entre follar y hacer el amor, en última instancia la persona enamorado y la que se consigue “un polvo” ocasional, no espera pasarlo mal en su intercambio, sino obtener el máximo placer posible. Así que cuando de sexo se trata, no es verdad que el amor todo lo perdone.
Tarde o temprano, generalmente en medio de una airada discusión, le sacarán en cara su falta de tacto, interés, pericia, desenvoltura, cumplimiento, o simplemente el hecho de quedarse dormido/a, fumar en el momento menos oportuno, oler a todo menos a bueno o cualquier otro “detallito” que parecía pasar inadvertido. Hay algo que no se debe olvidar: lo que mal comienza, mal termina: una cosa es aguantarse y otra amar de verdad.
El preámbulo al preámbulo en toda relación sexual es el encuentro con sigo mismo/a. Es necesario conocer-se bien el propio cuerpo antes de lanzarse a la aventura de encontrarse con el cuerpo del/a otro/a. Permítase suficiente tiempo para descubrir-se centímetro a centímetro toda la extensión de su piel. Ingéniese la posibilidad de tocar su espalda, sus nalgas, su cabeza, sus piernas, sus genitales, su pecho, su barriga…
Acaríciese de todas las formas posibles: suave, fuerte, con un dedo, con toda la mano, con algo frió y algo caliente, con una pluma y una uña; toque agresivamente, roce suavemente; sin tocar la piel, sienta el calor de su mano. Descubra las múltiples posibilidades y especialmente qué zona, cuándo, cómo, dónde, con qué le gusta ser acariciado/a y la velocidad e intensidad con que lo prefiere. Cuando se sabe lo que tiene, se sabe lo que se quiere.
Es muy difícil darle a la pareja si no se ha experimentado con uno mismo lo amplitud de posibilidades, pero es también muy complicado solicitar algo si no sabemos qué es lo que deseamos; para saberlo, ese encuentro pleno y “egoísta” consigo mismo es la fuente del conocimiento y de la experticia con que llegamos a la piel y los sentidos de nuestra pareja.
Una buena manera de aproximarse a sí mismo es re-descubrir-se, aproveche ciertas situaciones cotidianas en las que ni siquiera se da cuenta que tiene cuerpo, para apropiarse de usted mismo/a. Hágalo en el momento del baño, de la afeitada, de la depilación, al vestirse y desvestirse, en la cama cuando está solo/a, viendo la televisión u oyendo música.
No sólo hay que tocarse, también hay que mirarse. Frente a un espejo, y algunas veces parándose sobre él, revise, observe, contemple, goce la mirada sobre su propio cuerpo. No se cohíba. Al inicio la parecerá extraño darse un tiempo y lo es, ya que culturalmente el cuerpo es una cosa puesta al servicio de otros/as y no el espacio en que vivimos e intercambiamos.
Autorícese a cambiar la percepción sobre sí mismo/a, a emocionarse con sus posibilidades y a gozarse el auto-re-conocimiento. Masturbarse es igualmente otra forma de autoreconocimiento, pero esa práctica tanto en hombres como en mujeres, bien merece capitulo aparte.
Bueno, por otro lado si cree que no necesita mejorar le recomiendo leer el siguiente artículo que le permite autoevaluarse con relación a si es un buen polvo
Lea “Kamasutra de verano
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