España Septiembre de 2011
En una reciente conferencia virtual ante la pregunta de uno de los asistentes sobre qué pienso de los políticos homosexuales respondí: Un político gay que sólo piense en los maricas: ni es político, ni es gay… me parece interesante continuar con esta reflexión.
En una reciente conferencia virtual ante la pregunta de uno de los asistentes sobre qué pienso de los políticos homosexuales respondí: Un político gay que sólo piense en los maricas: ni es político, ni es gay… me parece interesante continuar con esta reflexión.
Cuando fui candidato a la
cámara por Bogotá no solo me lanzaron una granada, también el periódico El
Tiempo, en su página editorial dijo “En medio de esta feria de avales y
enfrentados a un enmarañado tarjetón, presentamos a consideración del lector
una lista de posibles candidatos a la Cámara, definida con criterios no
partidistas ni de simpatías, sino de propuestas y desempeño en el pasado. Son
ellos en estricto orden alfabético: - Rafael A. (…) Manuel Velandia (144)”. Fue
la primera vez que dicho periódico se atrevió a hacer este tipo de propuestas.
Quiero hablar desde mi
experiencia, lo primero que decidimos fue que en la sección política de los
noticieros sería muy difícil tener cabida, así que optamos por la sección
farándula, en la que las notas eran más largas y con menos censura. Luego
decidimos hacer una campaña de bajo presupuesto y con gran cubrimiento
mediático, así que dimos la primicia a una revista, a un periódico y a un
noticiero de TV y filtramos la idea de que posaría desnudo, para complementar
la estrategia de que era el “candidato que nada tiene que ocultar”.
La estrategia dio
resultado. De la farándula pasé a la sección política. Esto podría considerarse
un grave error porque en medio de tanto candidato delfín e hijo de potenciado
financiero era difícil lograr la atención, así que optamos por los programas de
opinión: nos lanzamos a las entrevistas sobre temas de interés general y
tomamos como bandera educación, derechos humanos y salud. El marika era yo, así
que la campaña no tenía por qué serlo; igual, lo que nos interesaba como gay
cabía perfectamente en los otros temas.
Lo más tenaz fue llegar a
los barrios y darnos cuenta que a las Juntas de acción comunal no les
interesaban las propuestas para la ciudad, sino los televisores, las sillas,
las “ayuditas”, así que como buenos pobres no teníamos cabida en esos sectores “tan
políticos”, pues no teníamos como llenarles el estómago con tamal y cerveza.
Nos llegaron muchos
avivatos ofreciendo ayuda. Mejor dicho, lo que quería eran prebendas, y con
cómplices de esa calaña, “mejor solo que mal acompañado”. Lo más terrible fue hablarles
a algunos políticos con experiencia y tratar que me respondieran cómo se
trabaja en la Cámara…, solo me explicaron cómo se hacía la trampa con los
proyectos, para lograr ganancias. Esto fue peor que la explosión de la granada
en la ventana de mi casa.
Ir a los bares gay y convencer a los dueños de
la importancia de que hubiera un candidato miembro de las minorías sexuales,
fue aún más preocupante, en especial intentar pedirles que me regalaran cinco
minutos de micrófono y sin música: fue grave comprobar que a la gran mayoría
sólo les importaba el negocio. Eso sí, descubrí que el “poder” nos hace
atractivos, nunca antes había recibido tantas propuestas sexuales, como si al
mundo de la política se pudiera llegar por la “puerta de atrás”.
De esa experiencia aprendí bastante. Sobre todo, crecí como ser humano
(sueno como reina, ¡caramba!), es verdad.
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