Por Manuel Antonio Velandia Mora
España, Diciembre de 2011
Debe ser la doble moral con la que viven algunos su sexualidad lo que los lleva a pensar que las lesbianas y los gay únicamente piensan en sexo y no en el amor, y además, tienden a creer que sólo los heterosexuales son lo suficientemente “decentes” para ser candidatos para crear una familia.
Las personas que tienen relaciones con personas del mismo sexo igualmente se enamoran, quieren construir una familia, aman a los suyos, trabajan para ellos, piensan en su futuro y desean el mejor futuro para sus parejas e hijos.
Los buenos deseos, intereses, metas no son exclusivas de la heterosexualidad y quienes la viven, no tienen relación con la orientación sexual sino con el cerebro humano, un cerebro que es fruto del desarrollo de las especies y que no tiene un desarrollo diferente en sus funciones en las diferentes orientaciones sexuales.
Muchos desde su cortedad de entendimiento creen que cuando una cosa ocurre después de otra, no es producto de un accidente, sino que existe una relación de causalidad entre los dos acontecimientos. Desde lo anterior puede explicarse la razón por la que creen que todo gay o lesbiana ve una persona de su mismo sexo y como respuesta solo piensa en follar.
El matemático norteamericano Nassim Taleb llama black swan (cisne negro), a dicha “causalidad”. La explica así, los cisnes son blancos, y hasta que no aparezca uno negro no se podrá demostrar que también existen los cisnes negros. Y en caso de que se repitiera su aparición, dejarían de ser una excepción. Pero mientras lo sean, no se pueden tomar decisiones en función de una rareza.
La imprevisibilidad ontológica caracteriza a los fenómenos del tipo del cisne negro, sin embargo algunos no ven o se niegan a ver que lo que piensan no es la realidad sino su propia explicación del mundo, mejor dicho, se niegan a ver los cisnes negros. Como afirma Punset en El viaje a la felicidad, nuevas claves científicas (2010), “sólo ven el bosque en detrimento del árbol”.
El procurador General de la Nación , Alejandro Ordóñez, es de los que cree que adoptar es un tema de sexo y no de amor, lo que lo lleva a considerar que como son homosexuales no piensan en el amor sino únicamente en el sexo, tal vez por ello insiste en su negativa a la posibilidad de la adopción de menores por parte de las parejas del mismo sexo.
Llama la atención afirmación de que “su oposición es en defensa de la familia” y aclare que nunca tuvo en cuenta la Biblia , e incluso ratifique "Eso lo he afirmado ante la Corte Constitucional con fundamento en la Constitución , en el marco legal y en los mismos precedentes de la Corte ", olvidando de plano otros precedentes igualmente emitidos por la Corte Constitucional que ratifican los derechos de las parejas del mismo sexo.
"Quieren poner en boca de mí lo que yo nunca he dicho (…) tengo convicciones y nunca las niego pero sólo tengo en cuenta argumentos jurídicos", enfatiza Ordóñez, quien asegura que "con base en el ordenamiento jurídico del país y el marco constitucional" no es posible que se configure la adopción. Sin embargo, no hay ninguna Ley en Colombia que prohíba la adopción por parte de personas homosexuales. Y mucho menos, ninguna legislación que diga que si un ser humano llega a experimentar deseos eróticos en su vida, heterosexuales, lésbicos u homosexuales, no es candidato a formar una familia (¡qué indecencia el sexo!).
Volvemos, nuevamente, a caer en el terreno de la subjetividad religiosa del funcionario público en mención, quien deja leer entre líneas que sólo su pene heterosexual es lo suficientemente decente para iniciar una familia. Sólo alguien como él, que al parecer considera “sucio” al sexo, puede pensar que éste debe ser la razón para impedir a un padre vivir con sus hijos.
¿Será que el Procurador olvida cómo sus convicciones han salido a flote en otras apreciaciones en las que ha olvidado el marco legal nacional? Vale la pena recordar que en estos tiempos ya nadie cree en los gritos del pastorcito mentiroso.
No es de extrañar que el Procurador se haya puesto “de acuerdo” con el secretario de la Conferencia Episcopal, Juan Vicente Córdoba, psicólogo de profesión (extraño que no sepa que desde la psicología se acepta la homosexualidad ¿dónde le regalarían el título?), quien rechazó la adopción de dos niños que el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) le autorizó a al periodista Chandler Burr, derecho que luego le suspendieron al conocer su orientación sexual, y que posteriormente, por no tener argumentos, se vieron obligados a reconocer el derecho.
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