jueves, 1 de diciembre de 2011

Un mundo sin sida ¡podemos conseguirlo!

Por Manuel Antonio Velandia Mora
España Diciembre 1 de 2011

Son treinta años de lucha contra el Sida en el mundo, algo más de 28 años de trabajo ininterrumpido desde que se inició mi trabajo preventivo, informativo y educativo en Colombia. Es una larga historia, pero en la historia de las enfermedades el Sida no solo es la que más muertes ha causado en el mundo, sino aquella enfermedad con la cual, quienes la viven e incluso quienes se suponen tienen el riesgo de adquirirla, han sido más vulnerados y estigmatizados., incluso a quienes no vivimos con el VIH se nos ha vulnerado por trabajar con este tema.

Una pregunta que surge ante la magnitud de las cifras de la pandemia es si es posible llegar a cero: cero casos nuevos, cero personas que no reciban el tratamiento, cero muertes a causa del sida, cero discriminaciones. El Sida ha demostrado ser mucho más que una pandemia (una epidemia mundial): se trata de un movimiento que ha inspirado a muchas personas en todo el mundo. Ahora, este movimiento es más importante que nunca, Usted puede contribuir de muchas formas para que lleguemos a la respuesta cero. Actúa, ¡podemos conseguirlo!

Michel Sidibé, Director ejecutivo de ONUSIDA y Secretario General adjunto de las Naciones Unidas ha dicho “Nos encontramos en la antesala de un importante hito en la respuesta al sida. La visión de un mundo en el que no se produzca ni una sola infección por el VIH, libre de discriminación y donde nadie muera como consecuencia del Sida ha cautivado a asociados, partes interesadas y personas que viven con el VIH o que se ven afectadas por el virus”.

Según ONUSIDA las nuevas infecciones siguen disminuyendo y un número sin precedente de personas sigue el tratamiento. Es alentador ver que, tras conocer las pruebas sólidas arrojadas por la investigación que confirman que la terapia antirretroviral puede prevenir nuevas infecciones por el VIH, 6,6 millones de personas reciban actualmente tratamiento en países de ingresos bajos y medios, es decir, casi la mitad de aquellos que son elegibles para iniciar la terapia.

Las nuevas infecciones anuales por el VIH disminuyeron un 21 por ciento entre 1997 y 2010. Esto también demuestra que a fines de 2010, aproximadamente 34 millones de personas [31,6 millones–35,2 millones] vivían con el VIH en todo el mundo, un 17 por ciento más que en 2001. Esto refleja el continuo gran número de nuevas infecciones por el VIH en Colombia y en el mundo y una expansión significativa del acceso al tratamiento antirretroviral, pero no todos los colombianos tienen acceso a la terapia a pesar de que es su derecho constitucional, por ser su negación un atentado contra el derecho a la vida.

En general, las epidemias del VIH en América Latina son estables. Un descenso constante en las nuevas infecciones por el VIH anuales desde 1996 se estabilizó en los primeros años del nuevo milenio y ha permanecido estable desde entonces a 100.000 [73.000-135.000] por año. El número total de personas que viven con el VIH en esta región sigue en crecimiento. Ese incremento se atribuye parcialmente al aumento en las personas que viven con el VIH y que reciben tratamiento antirretroviral, lo que ha ayudado a reducir el número de muertes anuales relacionadas con el sida. Más de un tercio (36%) de los adultos que vivían con el VIH en esta región en 2010 eran mujeres.
El número de niños menores de 15 años que viven con el VIH en esta región ha disminuido.

Pero el problema no solo se relaciona con las cifras, el problema que más dificulta conocer las cifras reales, en el mundo, es que desde su aparición, la epidemia de VIH/Sida ha evidenciado una serie de vulneraciones, de crímenes de odio, de  inequidades y formas de injusticia que tan solo contribuyen a que la epidemia se perpetúe. Recordemos por ejemplo que en Colombia aún las personas deben recurrir a la tutela para poder tener acceso al tratamiento antirretroviral, como también a servicios sociales y de salud.

Se conoce la causa de la vulneración
Es de todos sabido que la infección por el VIH  es mayoritariamente de transmisión sexual y que ha afectado principalmente a sectores de población que tradicionalmente han sido marginados y excluidos en razón de sus prácticas genitales o por su orientación sexual. Dicha discriminación contribuye a la expansión de la epidemia, una discriminación que  se fundamenta en connotaciones morales de orden judeocristiano que carga de culpa e incita al rechazo de las personas infectadas y que conlleva un interés igualmente moralista de imponer perspectivas para su prevención y control, que por una parte niegan la diversidad de religiones y por otra la diversidad de estilos de vida, orientaciones sexuales y de estrategias informativas, preventivas, educativas y asistenciales.

El moralismo judeocristiano crea las condiciones para que en nuestra sociedad se recurra a la condenación moral, la criminalización e incluso a la medicalización de la conducta sexual, cuando no al tratamiento de la orientación sexual desde una perspectiva de enfermedad y por consiguiente a la “cura” de una enfermedad que no existe, situaciones que niegan la posibilidad de que las personas vivan una sexualidad plena y en libertad, como fundamento del autocuidado.

El Sida pareciera ser una enfermedad de la cual solo se habla en los últimos días de noviembre y primeros de diciembre y seguramente ello es así. Los medios masivos de comunicación no suelen tomarse muy en serio su papel de informadores y por otra parte hay reales barreras de acceso a información o a medidas de protección como el condón, seguramente porque las acciones no son continuas y permanentes sino atomizadas y centradas en fechas específicas, como el Día mundial de Lucha contra el sida.

También cabe llamar la atención de que aun cuando no se puede negar que en Colombia hay cierto nivel de educación para la sexualidad, esto no es igual en toda América Latina e incluso en países europeos. Dicha falta de formación para la vida, para la sexualidad, para la salud, para la construcción de relaciones sociales y sexuales hace que, por un lado, sea muy bajo el nivel de exigibilidad de respeto al ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos, y, por el otro, sea igualmente mínimo el nivel de comunicación asertiva desde el cual se pueda generar con la o las parejas con que se produce una relación afectiva o genital la vivencia de una genitalidad responsable y plena, y por tanto basada en la conciencia de sí y del cuidado de sí mismo(a), y de la conciencia del otro(a) y del hetero-cuidado, un cuidado que no tiene que ver únicamente con la salud-enfermedad sino también con el reconocimiento de los derechos sexuales, de los derechos reproductivos y de los derechos en salud.


El derecho al trabajo
Toda vulneración en el caso de la salud-enfermedad debe comprenderse como una forma más de injusticia social. Un derecho que por ejemplo suele olvidarse y tal vez por ello presenta un alto grado de vulneración es el derecho al trabajo. En Colombia hace falta un programa estatal y no gubernamental que apoye al proceso de inserción laboral de las personas viviendo con el VIH/sida, personas discapacitadas y/o, en general, personas en riesgo de exclusión social. Un programa que ofrezca técnicas, herramientas y habilidades para mejorar la labor de contacto, intermediación laboral y sensibilización de las ONG vinculadas a la lucha contra el Sida con las empresas.

En Colombia las personas viviendo con el VIH/sida  siguen estando en desventaja frente a la población general debido a la discriminación y el desconocimiento y afrontan un nivel de desempleo, pero esta realidad no es plenamente denunciada ni ha sido adecuadamente estudiada y diagnosticada. La discriminación laboral es otra de las manifestaciones de no haber logrado eliminar el rechazo y el estigma social que existe hacia esta enfermedad y hacia las personas que la padecen, ya que limita las posibilidades de integración social de estas personas, como también los derechos de quienes tienen un trabajo a la hora de mantenerlo.

En España, la Federación Trabajando en Positivo considera que algunas de las situaciones a las que tienen que enfrentarse los/as trabajadores/as con VIH en su día a día en el trabajo son, la marginación por parte de los/as compañeros/as de trabajo, despidos sin fundamentos reales, cambios injustificados de funciones, falta de adaptación del puesto de trabajo, presiones para hacerse la prueba del VIH o la realización de ésta sin conocimiento, falta de confidencialidad y violación del derecho a la intimidad.


Las cifras de la discriminación
La mayoría de las situaciones de discriminación dependen exclusivamente de actitudes individuales a causa de prejuicios y estereotipos sociales, ya que un alto porcentaje de la población se sentiría incómoda si tuviera que trabajar en una oficina con una persona con VIH. Esto se ha demostrado en Bogotá con una serie de estudios realizados por la Alcaldía de Bogotá sobre convivencia ciudadana en los que se preguntó en 2009 al encuestado, sobre los vecinos que no le gustarían, el 42,62% respondió que a Enfermos de SIDA, el 57,7% que con homosexuales.
En Medellín en donde los niveles de discriminación son menores que en Bogotá, según la Encuesta de Cultura Ciudadana 2009, no le gustaría tener como vecino a una persona que vive con Sida al 33% de los encuestados y a un homosexual, al 24%. La encuesta de Bogotá Cómo Vamos (2010) también revela altos niveles de discriminación en la ciudad. Los encuestados aseguran en un 84% que en Bogotá se discrimina por orientación sexual.

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