Por Manuel Antonio Velandia MoraEspaña 30/06/2013
¿Usted es el que sale en la televisión? Me preguntó, estábamos
en la plaza principal de un pequeño pueblo; él era un hombre de unos 28 años
cuya presencia y vestido, marcadamente campesinos, me hacían ver que me
encontraba ante uno de esos hombres que no solemos encontrar en las grandes
ciudades.
Sí, le
respondí.
Es que
quiero decirle que yo soy heterosexual. Esta confesión me sacó de la rutina, no
entendía porque alguien quiere confesarse miembro de una mayoría sexual.
Lo que
sucede es que aquí la gente no entiende que yo sea así, palabras que acentuaba
con el movimiento de la mano, que moviéndose sobre su eje, describía algo de
inestabilidad.
Así
cómo, le pregunté.
¡Así,
raro! me dijo.
¿Qué
quieres decir con raro?
Que me
gustan los hombres. Lo dijo en voz tenue, a pesar de que no había cerca alguien
que pudiera escucharnos.
Bueno,
para mí no es raro, a mí también me gustan y eso me hace feliz. Le respondí.
Con
una sonrisa nerviosa, ratificó: es que aquí la gente no entiende, yo tengo
pareja y él también es casado.
¿Tienes
una pareja hombre y otra pareja mujer? Interrogué.
Sí,
pero a mí los que me gustan son los hombres. Es que aquí nadie entiende,
insistió.
Y,
¿por qué quieres decírmelo?
No sé,
necesitaba decírselo a alguien.
Yo no
me quiero ir del pueblo, a mí me gusta vivir aquí, pero hemos pensado salir a
una ciudad. Yo tengo miedo de que si se enteran nos den una tunda, me dijo.
La
discriminación también la hay en la ciudad, le respondí, pero probablemente sea
menos que en el campo…
No le
dije que en las ciudades no todos los homosexuales, lesbianas, bisexuales o
trans van a las asociaciones, que estas algunas veces son un gueto y que
incluso se discriminan los unos a los otros y las unas a las otras, las
organizaciones.
Tampoco
le comenté que las luchas no siempre son acompañadas por quienes pueden
disfrutar de los derechos logrados y menos pensé en decirle que a algunos les
obligan a desplazarse de sus barrios, les amenazan de muerte e incluso, deben
irse del país, porque los crímenes de odio son mayores en la ciudad que en el
campo, o tal vez lo que sucede a los maricas de pueblo no es noticia y a las
organizaciones parece no importarles.
No es
que esté en contra de las asociaciones LGTB, ni de sus luchas, es que me parece
que no puede celebrarse el orgullo LGTBI con la frente en alto si olvidamos a
esos otros y esas otras que nos son invisibles.
Por
supuesto deseo invitar a todos los que luchan por los derechos humanos y
sexuales y a los y las que creen que otro país es posible a que salgan a las
marchas de sus ciudades, a que acompañen a quienes celebran el orgullo de ser
LGTBI y a que no olviden que allí, en cada pequeño pueblo, hay muchos otros y
otras que requieren que les tengamos en cuenta, porque sus derechos también son
nuestros derechos.
Hoy 30
de junio en Bogotá, Medellín, Barranquilla, Manizales, Pereira, Cúcuta,
Vamos
#PorNuestrosDerechos
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