Alicante, 21/12/2017
Una fría y poco lumínica mañana, la primera del invierno de 2017, es el ámbito en el que leo el texto de “Memorias. 12 historias que deja la guerra”. Una publicación colombiana en la que hay un capítulo sobre mí, denominado “La Lucha por ser diferente”, escrito por la periodista Sania Salazar, para Concejo de Redacción.
Es extraño leer tu historia en boca de otros. Siento que soy a la vez un sujeto extraño a mí y simultáneamente yo mismo. Algo similar me había sucedido al escuchar el relato que sobre mi caso hizo la abogada de oficio que me dieron en la policía en San Sebastián (País Vasco), para que asistiera mi caso, al interponer la petición de tutela con la que me concedieron el estatus de refugiado político y asilado por orientación sexual.
Por supuesto me conmuevo al leer lo que dicen otros; frases que nunca me han sido dichas, pero que establecen un vínculo emocional y una manera de explicar mis vivencias y dejar fluir sus propias emociones.
Tal vez lo más extraño es leer a Ricardo Molano, quien era mi novio en la época en la que fuimos víctimas del atentado con granada; el “petirrojo”, poco se deja fluir en esos aspectos emocionales, aun cuando si solía ser muy crítico en cuanto a mis acciones. Sigue siendo mi amigo y cómplice de la vida, como lo son quienes dan testimonio de mi experiencia vital: Gloria Ortega, analiza el mundo como periodista crítica y Ricardo Montenegro, político y marica militante, son algo más cercanos a mi cotidianidad; con Marcela Sánchez somos menos próximos, aun cuando solemos estar enterados de qué sucede en la vida militante del otro, nuestras vidas afectivas nunca se comentan.
Dice Isabel Rico, una amiga española, alicantina, que ya leyó el texto, “Mira que me has contado varias veces tu historia, pero cuando se lee con tantos detalles tu vida... pone los pelos de punta. Me parece de justicia que os reconozcan a todos los que sufristeis por diferentes causas. Me ha encantado. Es una suerte tener amigos así, es muy fácil quererte y me alegra tenerte como amigo”.
Isabel como muchos otros que me han escuchado suelen conocer la versión más “light” de mi historia, no es exactamente esa misma que “pone los pelos de punta”, que es la que relato a los periodistas. Yo suelo decir que me amenazaban de muerte “porque no les gustaba el color de mi pelo”, pero evidentemente las causas son mucho más profundas, pero de eso en general prefiero no hablar. Es verdad que ya no me duele tanto porque he podido digerirlo, pero al contarlo, en algunos momentos, se me hace un nudo en la garganta y se me humedecen los ojos.
Algo intermedio es el tono que le pongo a mis relatos en mis “Poemas del exilio”, en ellos soy mucho más directo y concreto, pero no por ello me centro en lo “crudo” de la historia, sino en la forma poética de llegar a otros para que comprendan los horrores por los que hemos pasado las personas LGT en el conflicto armado colombiano. El texto de Sania Salazar precisamente ha sido matizado con fragmentos de algunos de esos poemas.
Que yo conozca no hay reportes de víctimas bisexuales. Por supuesto las minorías sexuales no somos todas las víctimas, somos una mínima parte de ellas, pero nuestros casos por ser diferentes no logran comprenderse e incluso algunos hasta consideran que lo tenemos “merecido por raros, enfermos y anormales”.
Yo aprendí a sacar lo positivo de las amenazas y como una forma de sobrellevar el peso de la violencia, a responder con humor y creatividad a quienes me amenazaban. No todos aprendemos a transformar esa violencia y malos recuerdos en arte, porque ello es más complicado y requiere mucha elaboración emocional.
Este ventilar el propio testimonio, tener que contarlo a otros, en especial a la familia, a los hijos, sobrinos y nietos es algo doloroso que a muchos les causa horror. Yo no tuve que pasar por violaciones correctivas, ni fui víctima de abusos sexuales. En Colombia es un elevadísimo numero el de las mujeres que han sido víctimas de abuso sexual al interior del conflicto, lo han sido también las guerrilleras por sus propios compañeros, y algunos, también bastantes, pero mucho menos que ellas, los hombres que han sido víctimas de este tipo de violencias.
El problema es que de este tipo de abuso casi nunca se habla. Es un tema del que se prefiere callar porque pareciera que hace más doloroso el hecho, y esto es peor aún para los hombres, quienes han aprendido en su propia piel el rechazo estigmatizante. Por ello, recientemente se ha incrementado mi preocupación por la salud mental de este tipo de víctimas, porque sé de forma directa que algunos hombres han sido excluidos por otras víctimas, como también por sus parejas mujeres, pues ellas parecen “comprender” que si a ellos los violan “debe ser por algo”.Esa idea se la expresé explícitamente a Sania Salazar y en la versión virtual del libro han cambiado un poco la concepción, pasando a ser la imagen a la que me refiero, una de ellas y no la principal. En este último caso, la situación es totalmente diferente y se comprende que esa es una de mis facetas artísticas y no la realidad cotidiana de mi existencia.
En general siento que me gusto a mí mismo, que mi vida tiene sentido y que puedo seguir aportando y creciendo como ser humano. No me siento victima porque “no lograron taparme la boca con tierra”, sigo expresando, creando, amando y siendo militante. Gracias a Sania y a Consejo de Redacción.
El libro de forma virtual puede leerse en este link: https://es.scribd.com/document/366563388 o en este otro http://consejoderedaccion.org/w…/memorias12historias/mobile/