A simple vista era una transvesti cualquiera. Nada atractiva, ojos maquillados en azul fuerte y delineados con una gruesa línea negra; boca pintada en el mismo tono rojo de sus largas uñas. Era una mas entre las casi veinte transvestis trabajadoras sexuales trabajando en un edificio semidestruido del barrio Santa Fe en Bogotá.
Inicialmente no se acercó al grupo con el que me hallaba charlando, unas 20 personas con las que nos encontrábamos investigando sobre la identidad de género de las trans. Pasado un tiempo y parada bajo el quicio de la puerta principal de acceso al lugar, aparentaba indiferencia pero siempre pendiente de hacer acotaciones al margen sobre la comentarios de sus compañeras. Fue clara especificando las grandes diferencias existentes entre las otras y ella: había viajado por el mundo, había tenido marido, tenía muchos años de experiencia, conocía bien a los hombres, era una mujer heterosexual y sobre todo tenía veintiuna huellas de vida que nadie más podía tener.
No siempre ellas son lo que la vista deja ver, pero en esta ocasión ella tampoco era lo que el oído se estaba acostumbrando oír y menos aún lo que el “ojo de experto” podía ver. Su cuerpo menudo y sus hombros estrechos respondían a una estructura ósea de esas que consideramos bastante femeninas, pero su frente, sus manos delgadas y sobre todo su mirada delataban una masculinidad escondida a punto de salir.
Hacia tres meses había dejado de ser transvesti para ser una mujer… "una mujer heterosexual porque cuando se tiene “cuca” ya no se es hombre, se es mujer". No se acuesta con homosexuales porque “una mujer que se respete no aceptaría como pareja a un marica”. Mujer, porque cuando “le dan por detrás” no es porque sea la única posibilidad, como las demás, sino porque es uno de los “tres platos que puede ofrecer”, pero sobre todo, más mujer que otras, porque se “bate” con “cualquier puta que se lo quiera quitar”. Porque eso sí, ella es trabajadora sexual ya que “las putas son las que se lo dan al marido solo porque les den de tragar”.
Cuando se inició en “esto”, no lo hizo porque quisiera sino porque “los homosexuales son tenaces y no resisten que una sea más femenina que ellos” y de algo tenía que comer, me dijo. Luego prosiguió, inicialmente pensé en otro trabajo pero después se di cuenta que esto es lo que me gusta ser y hacer, así esta sea la razón por la que me han metieron varias veces al calabozo, cuando me daba a golpes con la policía porque me querían llevar detenida por pararme en la esquina de la universidad (Jorge Tadeo Lozano, en Bogotá), en 1982.
Después descubrió que una manera de evitar ser golpeada, arrastrada por el piso, que le rompieran las pelucas, vestidos y tacones era sangrar; sí, leí bien, sangrar… tomar una cuchilla y cortar sobre la muñeca no tan profundamente como para cortarse las venas pero si lo suficientemente hondo como para los policías quisieran evitarse el problema de tener que explicar la situación.
“La policía ya no nos maltrata tanto, incluso hasta son decentes y nos tratan bien, pero en mi cuerpo llevo la historia de cómo he venido teniendo cada vez más derechos, son mis veintiuna líneas de vida; veinte heridas, recuerdos de mis encuentros y desencuentros con la policía; la otra, la que más amo, la que no te voy a mostrar, es la que me hizo realmente mujer."
No hay comentarios:
Publicar un comentario