miércoles, 12 de septiembre de 2007

Del extremismo al asesinato

En Bogotá la convivencia ciudadana se ha vuelto cada vez más difícil, una muestra de ello es el asesinato de Julián Javier Prieto Herrera, guitarrista del grupo musical Pitbull, causado con tres puñaladas propinadas por miembros de un grupo de 30 jóvenes, hombres y mujeres, presuntos 'skinheads' de entre 15 y 20 años, armados con navajas, dagas y bisturís.

Los “cabezarapadas” son uno de los grupos extremistas radicales que hay en la capital colombiana. Se reúnen en diferentes zonas de la ciudad y entre ellos y otros grupos suele haber eso que los jóvenes llaman tropeles; encuentros callejeros que están pasando de algunas magulladuras y moretones a graves lesiones físicas; alteraciones de orden publico que las alcaldía mayor y menores, y las autoridades de policía deben enfrentar antes de que la situación conduzca a nuevos asesinatos.

En el desfile de la comunidad LGBT con motivo del orgullo gay, tanto este año como el anterior, los 'skinheads' amenazaron a varias personas e incluso intentaron entorpecer el normal desarrollo de la actividad en una demostración de homofobia que igualmente ya ha tenido a personas LGBT como victimas de abusos de diferente índole.

Nuestro país ha sido abierto a la diversidad de opinión, incluso la expresada en contra del Señor Presidente de la republica, otra cosa es que a quien piensa distinto y se atreve a abrir la boca se la tapen permanentemente y lo guarden bajo tierra o lo manden de "paseo por el mundo".

Es necesario no sólo poder opinar distinto sino además poder hacerlo, entre la idea divergente y las manifestaciones de violencia hay un gran trecho que no debemos permitir acortar mas y menos que se creen condiciones adicionales para que, ya sean guerrilleros, paramilitares, cabezarapadas, candidatos, funcionarios en cargos públicos o agentes del Estado, repitan situaciones tan lamentables como los crímenes de odio que vienen sucediendo a nombre de la defensa de ciertos pensamientos.

Entre las voces divergentes a las políticas de la Alcaldía de Bogotá, por ejemplo, me ha llamado la atención, por lo homofóbica, la propuesta política del señor Héctor Ospina, candidato a Edil en la localidad de Chapinero por la organización Convergencia ciudadana.

Según Ospina, en la ciudad se han “desviado recursos para promover la homosexualidad”, grave acusación que merece la pena investigarse. Si esto es verdad el Alcalde o quien haya hecho tal malversación de fondos debiera ser investigado y sancionado; pero de no ser cierto, valdría la pena reflexionar si acusaciones de tal magnitud y que son falsedades pueden usarse para obtener votos o si los ciudadanos son tan incautos para dejarse convencer por una propuesta sin argumentos serios que la soporten, o cómo alguien que conoce del “desvío de recursos” no ha demandado ante las autoridades competentes tal situación, quedarse callado no es acaso ¿cohonestar el delito?

Los radicalismos extremos ya sean neonazis, paramilitares u homofóbicos no contribuyen a la construcción de la convivencia solidaria y democrática que Bogotá y Colombia necesitan. Recordemos nuestro compromiso ético con el país al momento de escoger candidatos.

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