lunes, 28 de enero de 2008

Las declaraciones del obispo de Orihuela-Alicante son homófobas y temerarias

Cada vez es más frecuente que los jerarcas de la iglesia católica participen en asuntos políticos, también lo es que sus opiniones en contra de los derechos de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales sean homófobas, sexistas y misóginas, pero no dejan de sorprender declaraciones como la de Rafael Palmero, obispo de Orihuela-Alicante, se puede afirmar que son temerarias.

El obispo Palmero parece olvidar que en España cada vez es mayor el número de los exfieles católicos, que incluso otros grupos cristianos y de otras vertientes religiosas han incrementado sus adeptos y en consecuencia no puede pretender que todo el pueblo español sea de su iglesia.

A pesar del interés en apostatar, que han expresado miles de ciudadanos, la iglesia ha ignorado dicho derecho y negado la posibilidad a quienes han pretendido hacerlo reconocer. Por supuesto, lo del diezmo es lo de menos, el problema radica en que la iglesia católica no puede ni desea aceptar públicamente que ello está sucediendo.

El obispo opina que “Si nos colocamos dentro de la Iglesia elevamos la familia a la categoría de sacramento: la familia cristiana nace de la recepción de un sacramento por parte de un hombre y de una mujer. A partir de ahí viene la familia y lo que vaya por otro camino no es fruto de un sacramento”.

Él no debería partir del falso supuesto de que las parejas de homosexuales y de lesbianas estamos interesados en el sacramento del matrimonio, no se conoce que ninguna pareja haya pretendido hacer de su acto civil un sacramento, lo que evidencia que no estamos interesados en ello.

Este señor no es el único que ha expresado públicamente que somos enfermos, la jerarquía lo afirma porque así es consecuente con su doctrina; al ponernos en la categoría de enfermos crea las condiciones para cumplir con su obligación moral, que es limitar nuestras actuaciones y abonar el camino para que nos sean negados nuestros derechos.

La iglesia se niega a aceptar que los científicos de todo el mundo han probado de muy diversas formas que la homosexualidad no es una enfermedad, y que instituciones tan serias como la Organización Mundial de la Salud o la Asociación Psiquiatrita Americana, así lo corroboran.

El relativismo ético de la jerarquía católica no es ninguna muestra de respeto ni de tolerancia hacia otras maneras de explicar el mundo, vivir la vida, la sexualidad o construir las relaciones afectivas y sociales. Pensar que su norma moral es la regla social por excelencia, no solo demuestra una pobreza intelectual superior, sino que cuando usa afirmaciones morales para argumentar sobre desarrollos científicos demuestra lo poco seria que es su construcción.

La iglesia no solo es acientífica, también es acultural y ahistórica. El matrimonio ha cambiado, no es la idea elemental que definía la relación entre un hombre y una mujer que se unen para follar, y traer hijos al mundo que glorifiquen a Dios. Ya nadie se casa con ese fin y además, con los cambios sociales, políticos y culturales en las relaciones afectivas y sociales, el matrimonio se convirtió en la consolidación civil y legal de la pareja, cualquiera que sea el sexo de los contrayentes. .

Su idea de que el matrimonio entre personas del mismo sexo “no es el bien”, se entiende, porque es claro en su discurso que el hecho de que dos personas se amen, se respeten, busquen su bienestar común y consoliden su relación con el matrimonio, no es el bien. Pareciera que el bien que el obispo promulga está relacionado con fomentar que haya ciudadanos de segunda clase y personas con menos derechos que los otros; no la aceptamos porque su mundo en blanco y negro y bipolar, es contradictorio con la visión de un mundo en el que la diversidad y sus matices no sólo son posibles, sino imprescindibles.

Estoy totalmente de acuerdo con el obispo quien afirma “Creo que no vamos por buen camino, que tendríamos que reconsiderar y buscar una reflexión más seria, más consciente y, a partir de ahí, ver qué medidas tomar”. Precisamente esa es la razón por la que se requiere, como práctica política, hacer un llamamiento a las ciudadanas y ciudadanos españoles para que demuestren con su voto una reflexión seria y consciente, y que elijan a políticos que reconozcan a la población LGTB como sujetos de derechos y ciudadanos en equidad, y que no permitan un retroceso en las reformas legislativas, que han puesto a nuestro país en la vanguardia de los derechos y las libertades en el mundo.

Lea las declaraciones del obispo en: http://www.levante-emv.com/secciones/noticia.jsp?pRef=3796_19_399434__COMUNITAT-VALENCIANA-Malos-tratos-otros-tiempos-habia-paciencia-espiritu-sacrificio

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