Algunos papás son los que enseñan que la loquita de décimo merece morir
El hecho de que se hable poco de la Violencia en las
escuelas no quiere decir que este sea un asunto nuevo. Ahora es más visible no
solo porque se ha incrementado el número de casos sino especialmente porque en
la medida en que los chicos que tienen tendencias homosexuales, lésbicas,
trans, se asumen como sujetos de derechos y sienten que la ley puede
protegerlos, se atreven a denunciar el manoteo.
La conciencia de lo que significa el
bullying, termino de moda para
denunciar los crímenes de odio, es decir las agresiones malignas y exclusiones que
sufren los niños, niñas, adolescentes y jóvenes de sus semejantes en los
lugares públicos hace conscientes a las víctimas de que no deben aguantar, sino protestar, buscar apoyo y avisar a las
autoridades sobre los ataques de los que son víctimas.
Sí. Estoy diciendo que dentro de las
muchas formas de acoso escolar, el acoso originado en la sexualidad es el más
frecuente, por supuesto también hay acoso étnico, etareo, religioso, en razón
de los padres (separados, madres solteras, divorciados, multiétnicos), de
maestros a estudiantes y también viceversa. En otros países como Estados Unidos
el tema ha entrado en la agenda pública por la divulgación de suicidios de
jóvenes que han decidido acabar con su vida ante el virulento y constante ataque
de odio perpetrado por sus compañeros de colegio, como el sonado caso de Tyler Clementi
El acoso no suele ser una
manifestación que surge espontáneamente del niño o de la niña, del joven o del
adolescente, del mayor o de quien tiene poder. El acoso se aprende en la casa,
en la familia porque los valores se aprenden allí, en las primeras etapas de la
vida.
Recordemos que aprendemos a
relacionarnos a través de los juegos, que la información se refuerza más que
con el discurso, con el ejemplo, porque los valores no se enseñan sino que se
aprenden (de nada sirve decirles a los hijos que no deben decir mentiras si los
papás se hacen negar cuando los llaman por teléfono).
Así que cuando padres, madres y
figuras de representación del poder con influencia afectiva y emocional son
sexistas y/o LGTBfóbicos, es evidente que se convierten en ejemplo de lo que
los hijos, más tarde, expresarán como valores de la cotidianidad. Esto se evidencia
en el caso del niño de una iglesia apostólica de Greensbur, Indiana, manipulado
por sus padres para cantar orgulloso “Los homos nunca llegarán al cielo”, acto que ha causado
indignación en los defensores de derechos humanos de ese país.
Muchas veces las personas se
preguntan a qué van las personas pertenecientes a las minorías sexuales a las
escuelas. Van allí, porque en la escuela aún es posible educar, no en las
mismas condiciones que en la familia y la casa, pero si por lo menos se
posibilita ventilar los temores, las prácticas, los miedos, las falsas
creencias que en la educastración
familiar se han aprendido. Cuando hay acoso y violencia verbal en la escuela,
indudablemente se debe hacer la denuncia respectiva ante los propios padres y
los educadores, pero en segundo término se debería hablar es con el padre y la
madre del vulnerador, porque son muchas veces ellos los que necesitan revisar
sus propias actitudes, comportamientos, prácticas, creencias y saberes.
No van los líderes de las minorías
sexuales a las escuelas a enseñar a los niños a ser homosexuales o a formar a
las chicas como lesbianas, porque la orientación sexual no se aprende, pero la LGTBfobia sí. Ser homo,
les, bi, o trasn sexual no es algo que se enseñe (de hecho, la inmensa mayoría
de gay venimos de hogares heterosexuales, con papá y mamá o con solo uno de
ellos), pero que los papás le digan a sus hijos que “los maricas no llegarán al
cielo” y que “los hombres no lloran porque son nenas” sí es una perversión que
se aprende en casa. Cuide sus palabras ante sus hijos, son armas que ellos
usarán para intimidar a los otros.
Los padres de familia son muy
responsables en la enseñanza de valores y de respeto a los derechos humanos.
Son ellos quienes deben promover el respeto por la diferencia, dignificar a los
que no son o no piensan como uno, y que nadie es mejor que nadie y que todos
tenemos derecho a una vida digna. La loquita de décimo o de once no merece
morir. Ni la gorda, ni el negro, ni el bajito, ni el alto, ni nadie del curso.
NO MÁS VIOLENCIA EN LAS AULAS.
Si por allá llueve odio… en Colombia no escampa la ignorancia
Hay que ser demasiado ignorante para
creer que se puede promover la orientación sexual o la identidad de género.
Quienes nos hemos formado como educadores y sexólogos sabemos que es imposible
intentar “volver a alguien homosexual, lesbiana o heterosexual” y más aún que
pueda hacerse con violencia.
Prohibir tampoco es la alternativa,
porque NO es verdad que “la letra con sangre entra”, pues esta es la mejor
forma de castroeducar e incluso de
lograr que alguien con tal de llevar la contraria, hasta se autorice a tener
una práctica.
Una práctica ocasional tampoco hace
a alguien homo, les, bi, o trasn sexual, pero si puede ser un coadyuvante en la
toma de decisiones, tanto para decidirse
a aceptarlo o a no aceptarlo, pero no para serlo, que es algo muy diferente.
Lo sorprendente de algunos
concejales barranquilleros del Partido de la “U” y Liberales (si, leyó bien…
Liberales; porque en los partidos no solo hay grandes contradicciones
ideológicas entre sus militantes y líderes, sino también quienes desconocen los
estatutos de su propio partido y partidos que no sancionan a quienes incumplen
los estatutos) y de algunos otros políticos en otras ciudades, es que en su
fanatismo religioso y su ignorancia no les permite comprender en qué consisten
los programas que buscan disminuir la violencia escolar y por ello se aferran a
explicaciones mal estructuradas y poco fundamentadas para negar derechos,
porque no puede pensarse “cristiano” el ataque de odio hacia procesos que
buscan construir una convivencia realmente solidaria y democrática.
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