sábado, 22 de septiembre de 2012

En la intimidad: Las “bubis” de la princesa y el correo del cura italiano

Por Manuel Antonio Velandia Mora
España, Septiembre de 2012


¿Qué tienen que ver las «pechugas» de Kate Middleton con el sacerdote católico —y pedófilo— Ruggeri?, se podrían preguntar los lectores.
Ella, un personaje público; él, un completo desconocido que ahora está en boca de todos. Ella, miembro de la Corona británica, está felizmente casada con el príncipe William; mientras que él no puede casarse debido a los votos de castidad que hizo para «trabajar» (vale decir que esta acción le impidió casarse, no castrarse).
Ahora, el tema que los une no es que ambos vivan en Europa. Los ata la vulneración de su privacidad en los medios de comunicación; aquello que los ha puesto en los titulares de prensa en todo el mundo.
La vulneración de la intimidad de las personas famosas (y las que no lo son tanto) no es un hecho reciente; de eso dan fe Jacqueline Lee Bouvier (1929-1994) fotografiada desnuda en 1971 y más recientemente Kate Middleton cuya imagen topless ha sido publicada en una revista francesa que ha dado la vuelta al mundo.
Se dice que Jacqueline Kennedy (también conocida como Jackie Onassis) sabía que estaba siendo fotografiada y que por ello sus fotografías no fueron “robadas” sino que ella mostró su cuerpo a propósito.
En el caso de Kate, duquesa de Cambridge, los paparazzi la persiguen insistentemente y la imagen, podría decirse que al igual que con Diana de Gales, fue hecha en contra de su voluntad y por tanto hubo una vulneración a su intimidad.
Algunas personas, asiduas lectoras de la prensa sensacionalista, dicen que los personajes públicos saben que la privacidad no se puede lograr si se es famosa, ni siquiera estando en casa y a puerta cerrada y, por tanto, no deben exponerse; es decir, que aún estando en el círculo íntimo del hogar se sigue siendo figura pública y hay que renunciar al derecho, por ejemplo, de asolearse desnudo, hacer topless en compañía de la pareja o darse un pajaso —mental— en el baño.
Otros, en cambio, consideran que darle demasiado valor a las imágenes es negar que el cuerpo (sea de princesa o mucama) es cuerpo y hay derecho a gozarlo.
Como ser humano “sentipensante”, me niego a aceptar que el morbo de algunos sea la razón por la que determinadas personas deban cohibirse de hacer a puerta cerrada lo que les apetezca; por ello, aplaudo que los duques hayan manifestado su enfado e iniciaran acciones legales en contra de la revista Closer.
Pero, desde otra óptica, me pregunto si ¿hay derecho a publicar el correo privado de un sacerdote por el hecho de que éste sea pedófilo?
Mi debate ético se da en medio del anuncio de los medios italianos donde se anuncia que un grupo de hackers, "Anonymous Italia", han dicho que publicaron los 2.5 Gb de información obtenidos desde la cuenta de correo privada de Don Giacomo Ruggeri, sacerdote acusado de abuso de menores, porque la política de la Iglesia Católica —con relación a temas como el uso de anticonceptivos— “es cómplice de muchos problemas sociales, y fomenta el odio y el estigma hacia personas que muestran una orientación sexual diferente a lo que llaman natural”.
Por cualesquiera que sean las razones que existan, ambos temas (en especial este último, que por cierto considero bastante controversial) me ha hecho indagar con algunos periodistas para despejar las dudas.
Varios me han dicho que este caso es como un «Wikileaks». Han sugerido que publicar la información de este sacerdote es contribuir al proceso judicial y que debe hacerse; otros, en cambio, consideran que esa información “sensible” debe ser “Reserva del sumario” porque aparecen pruebas que podrían viciar el proceso y, además, “culpabilizan” anticipadamente al hombre, cosa que solo puede hacer el jurado del caso, por lo que por ahora sigue siendo “presunto”.
Me llama la atención lo de “presunto” porque bajo este concepto se puede publicar cualquier cosa sobre las personas y no se es culpable al hacerlo porque “se deja la duda” y la interpretación del lector.
Yo mismo —como víctima de un sacerdote que me “desarrolló” en el colegio siendo un niño de 12 años— dudo sobre si esta información sensible debe publicarse; no porque me interese ocultar a los vulneradores sexuales, sino porque también sé que, en algunos casos, puede haber víctimas aun cuando tradicionalmente se considera que si se dice que un sacerdote es pedófilo, necesariamente lo es, situación que no siempre es “la verdad” que es el objeto del oficio periodístico.

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