sábado, 11 de julio de 2009

No soy media naranja

Por Manuel Velandia.
España


Durante muchos años nos han dicho que somos la media naranja de alguien, pero además que la media naranja debe ser del otro sexo; sin embargo no me referiré ala homosexualidad o la lesbianidad, porque lo que ahora comentaré es valido para cualquier persona de cualquier orientación sexual.

El problema de ser media naranja es que si nos exprimieran nunca saldría de nosotros un vaso de zumo, sino cuando mucho medio; de ello se deriva que nos percibamos como seres incompletos… complemento; no seres plenos e íntegros.
Pareciera ser que el destino de los seres humanos es ser pareja de alguien, y que muchas veces nos neguemos a nosotros(as) mismos(as) buscando agradar a ese príncipe azul o princesa fucsia que soñamos podrá llenar nuestros vacíos o a quien llenarle los huecos.

Creo que en la medida en que nos sacrificamos para agradar, nos perdemos a nosotros(as) mismos(as). Nuestra fantasía está en enamorarnos, o más concretamente en enajenarnos; en perdernos en el otro/la otra, en abandonar nuestras metas, sueños, ilusiones para vivir las de otros(as).

El problema de todo está situación radica en que en la medida en que nos olvidamos de nosotros(as) mismos(as), nuestro vacío interior, social cultural, relacional es cada vez mas grande y entonces, nos volvemos menos agradables a los ojos de los demás y en especial, para sí mismos.

Si estoy vacío nadie encontrará en mi riquezas; energías vitales que le inviten a desearme como sujeto de sus afectos. Un ser humano que se posibilita crecer día a día tendrá mucho más para dar, pero en especial tendrá en sí la mejor compañía.

La experiencia, el conocimiento, la vivencia plena de nuestras emociones nos hace agradables a los ojos de los demás. No hay nada más triste que alguien con quien no se pueda hablar, alguien quien no sabe lo que desea, alguien que no vibra con nada. Un ser rico en experiencias siempre nos estará sorprendiendo con sus historias, como también con sus vivencias, con el sentido que da al cotidiano y su deseo de experimentar, de crecer, de sentir plenamente.

La publicidad nos ofrece permanentemente modelos para ser el mejor Ser; sin embargo, ningún producto comercial nos hará mejores seres humanos. De nada sirve la mejor fragancia, las prendas de marca, el carro de moda, si en el momento en que nada de eso nos acompaña perdemos nuestros encantos y nos transformamos en seres grises, anodinos, nada interesantes.

Estamos siendo únicos
Cuando digo que estamos siendo, estoy afirmando que no somos; porque al aseverar que somos, estamos aceptando que estamos terminados, y no que somos seres en permanente desarrollo y posibilidad de crecimiento.

Yo que escribo, yo que leo, no puedo ser como ningún modelo de ser humano, porque no puedo ser igual a nadie. La igualdad es un concepto eminentemente filosófico, no existe en la realidad, tan sólo existe la unicidad; somos seres únicos, irrepetibles, no podemos ni siquiera repetirnos a nosotros(as) mismos(as). Mientras pensemos que el referente del mundo es la igualdad, no será posible el reconocimiento de la diversidad y en consecuencia, se seguirá negando el sentido pleno de la unicidad.

Cuando hemos perdido una pareja, ya sea porque la hemos dejado o porque nos han abandonado, solemos buscar reemplazos; pero por más de que el otro o la otra que recién se integra a nuestra existencia se parezca a nuestra historia, no es la historia. Su unicidad hace que a cada momento reconozcamos nuestro error; a pesar de nuestra incapacidad para repetir momentos de nuestra existencia, casi siempre logramos darnos cuenta de su y de nuestra unicidad.
Como seres dinámicos que somos, toda historia es la base de nuestra posibilidad de estar siendo distintos a cada momento. Nuestras historias vividas son tan solo una fuente de información. Ni las historias, ni nosotros mismos podemos repetirnos.

Cada instante es nuevo y aun cuando en esencia conservamos parte de nuestra Ser, gracias al dinamismo de nuestra existencia trascendemos y evolucionamos constantemente.

El momento que vivimos es tan único como nosotros(as) mismos(as), e igual sucede con esos seres con quienes pretendemos construir historias conjuntas. Aun cuando las historias se viven al lado de otro u otra, cada uno(a) la experiencia, la emociona y la explica de una manera única y particular.

Es todo lo anterior lo que le provee riqueza a nuestra existencia: nuestra riqueza se fundamenta en estar siendo únicos(as), irrepetibles, transcendentes, evolutivos(as), dinámicos(as), históricos(as) y en estar siendo el futuro que queremos ser. Nadie podrá cosechar de sí lo que no siembre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha encantado, muy real y para todas y todos.

Un abrazo,

ADRIANA R.