Por Manuel Antonio Velandia Mora
España, Julio de 2009
Apreciados/as amigos/as “Comunidad Colombia LGTB”, agradezco su ofrecimiento para escribir en su página Web, celebro que en Colombia crezca cada día más el interés por informar, educar, promover y defender los derechos de las minorías sexuales (LGBTTTIQ-y-Yo)[1] sin importar el rotulo bajo el cual se identifiquen o los identifiquen; en especial, atrae mi atención su intento de construir comunidad, porque entiendo que desde la misma creación del Movimiento de Liberación Homosexual de Colombia MLHV (1976), construir común-unidad ha sido difícil.
El hecho de que los(as/es) seres humanos seamos únicos, irrepetibles, dinámicas, historiques e inclusive futuro, es el germen de la contradicción que es igualmente la epigénesis del desarrollo como personas y como parte activa/pasiva de un proceso de construcción ideológica, cultural, social, relacional, política y de muchos otros órdenes que escapan a nuestra posibilidad, pero que igualmente interafectamos, interdependemos, interrelacionamos y cuyas emergencias somos cada uno/a de nosotros/as/es.
Frente al mundo, la realidad, la cosa o cualquiera que sea el tema al que hacemos referencia lo hacemos desde la uni-versalidad, es decir asumiendo que un único verso (discurso, explicación, emoción, experiencia) es posible. Cada ser humano tiene su propia y única explicación y ello conlleva la multiversalidad, a la que debe sumarse la condición propia del lenguaje y es que genera mundos. Cada uno/a de nosotros(as/es) entiende y explica desde sus propios perceptores, herramientas somáticas y exo-somáticas, experiencias, emociones y construcciones conceptuales y lo hace bajo la creencia de que su explicación es verdadera, objetiva y la única posible.
La imposibilidad que muchos/as tienen/tenemos/tengo para aceptar otras explicaciones, vivencias y emociones dificultan la construcción de consensos, acuerdos, procesos comunes; de ahí que sea tan importante la construcción de unos mínimos éticos. La idea kantiana de la dignidad humana como algo valioso en sí mismo, la ética del diálogo basada en el valor del reconocimiento mutuo y un tercer principio fundamental en la actualidad para Occidente, como el valor de la naturaleza vulnerable, "constituyen un buen programa", en opinión de Adela Cortina, "para una ética de los ciudadanos del siglo XXI".[2]
Dignidad, hetero-reconocimiento y validación de nuestra propia vulnerabilidad y de la de los(as/es) demás, son tres principios claves en nuestro devenir actuante/discursante que pretende construir común-unidad. Al reconocernos/los a nosotros(as/es) y a los(as/es) demás como sujetos(as/es) vulnerables estamos validándolos/nos como sujetos(as/es) de derechos, obligaciones y como ciudadanos/as; igualmente reconocemos un horizonte común con los(as/es) otros(as/es) sin diferenciar que sean LGBTTTIQ-y-Yo.
El hetero-reconocimiento conlleva la aceptación del otro(a/e) como un autentico otro(a/e). Maturana[3] sostiene que la aceptación del/la otro(a/e) como un legítimo otro(a/e) es un requisito esencial del lenguaje, porque de no hacerlo el escuchar estará siempre limitado y se obstruirá la comunicación entre los seres humanos. Cada vez que rechazamos a otro ser humano limitamos nuestra capacidad de escucha.
Por su parte Echeverría[4], plantea que es necesario que el acto de escuchar se cimiente en el respeto mutuo, la aceptación legítima de los otros como diferentes a nosotros(as/es) y en la aceptación de su capacidad de tomar acciones en forma autónoma, independiente de nosotros(as/es).
Sin la aceptación del otro, no es posible que se dé el escuchar, en este caso estaríamos avocados a escucharnos sólo a nosotros(as/es) mismos(as/es), a proyectar en los otros nuestra propia manera de ser, y esto sucede cuando:
Se pone en duda la legitimidad del otro;
Se plantea una superioridad sobre el otro sobre la base de la religión, sexo, raza, jerarquía, estatus, etc.;
Se sostiene tener un acceso privilegiado a la verdad y a la justicia;
Se presume que su particular manera de ser es la mejor manera de ser; y
Se olvida de que se es sólo un particular observador dentro de un haz de infinitas posibilidades de observación.
Es así como se evidencia la importancia de desarrollar la capacidad de escuchar de manera efectiva si queremos convivir democrática y solidariamente, más aún si tenemos en cuenta que como seres humanos estamos comprometidos obligadamente con el mundo que vivimos y que no hay escuchar que no esté basado en el futuro de quien escucha.
La dignidad de la persona es el fundamento de los derechos humanos, la clave para ser miembro de la comunidad ética, moral y política. En palabras de Kant, “la persona es un fin en sí mismo y nunca un medio”. Dice Cortina que “No todas las opciones son respetables, sí lo son las que comparten los mínimos de justicia propios de una ética cívica, comprometida con la igual dignidad de las personas”.[5]
Mi llamado a quienes escriben sobre temas LGBTTTIQ-y-Yo es a que lo hagan sobre los tres principios ya citados; a cada uno/a corresponde asumirlos o no, pero sin unos principios éticos mínimos es imposible construir común-unidad.
[1] LGBTTTIQ-y-Yo: Lesbianas, Gay, Bisexuales, Transexuales, Travestis, Transgéneros, Intersexuales, Queers y aquellos otros(as/es) que prefieren asumirse sin rotulo). Colombia es el único lugar en el mundo, que yo conozco, donde se usa el concepto de transgenerista.
[2] http://andandosereno.blogspot.com/2008/03/adela-cortina-estamos-bajo-mnimos-de_09.html
[3] Maturana, H. y Varela –Zoller. (1994). Amor y juego, fundamentos olvidados de lo humano Instituto de terapia cognitiva. Gerda. Santiago.
[4] Echeverría. R. (3ª Ed.). (1996). Ontología del lenguaje. Dolmen Ediciones. Santiago, Chile.
[5] http://www.insumisos.com/lecturasinsumisas/Confesionalismo_laicismo%20y%20pluralismo.pdf
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