Por Manuel Antonio Velandia MoraAgosto de 2012, España
¿Qué pasaría, señor padre o señora madre de familia, si su hijo de 8
años en vez de pedirle de cumpleaños un balón de fútbol, le pide la última
Barbie Veterinaria? ¿Regañaría usted a su niña si en vez de pedir una muñeca
Bratz le pide un futbolín (juego de madera que simula un campo de juego de
fútbol)?
Bueno, realmente estas no son preguntas retóricas,
algo similar le sucedió a Jenna Lyons directora creativa de J. Crew, la marca
con la que suele vestirse Michelle Obama. Jenna decidió aceptar la solicitud de
su hijo, pero fue un poco más allá, no sólo le concedió el deseo sino que
además se hizo una foto familiar con él y su regalo, y la publicó como parte de
una estrategia comercial de J. Crew, la cual ha motivado un sinfín de artículos
en diferentes medios de comunicación en el mundo, entre ellos Revista Semana
que publicó este lunes 20 de agosto el artículo titulado “Los niños rosados”.
La imagen en cuestión es esta que aparece a
continuación, fue difundida en el último catálogo de J. Crew, bajo el título "El sábado con
Jenna". En la foto, Lyons ríe con su hijo Beckett de 5 años, de quien
sostiene sus pequeños pies en la mano; al lado aparece un frasco de esmalte
para uñas que era lo que él
quería de regalo; es del mismo tono rosa, del
que el niño tiene pintadas las uñas de sus pies. En el texto que aparece al del
esmalte se lee "Por suerte para mí, terminé con un niño cuyo color
preferido es el rosado. Pintarse las uñas es mucho más divertido si se hace en
rosa neón". La ilustración fue tomada del artículo “J.
Crew and Jenna Lyons' pink toenail controversy”, publicado el pasado
13 de agosto en Los Ángeles Times.
Lo interesante de la publicidad promovida por J. Crew es que da cabida a un tema del que poco se habla, ha existido desde siempre, pero que es cada vez menos oculto en la sociedad: las variaciones de la vivencia del género en los niños y niñas.
El papá o la madre que ahora conoce el deseo de su
hijo o hija puede optar por varias alternativas: 1º. Dárselo y sentirse
tranquilo con su respuesta; 2º. Regañarle por “marikón” o “arepera” y darle un
regalo que "corresponda a su género"; 3º. Meterlo al clóset
comprándole el regalo pero prohibiéndole que lo muestre en público; 4º. Hacerse
el pendejo haciéndose el/la que no oyó; y, 5º. Entender que el niño o la niña
actúa desde su inocencia y movido por su “querer ser” y no porque ha visto a
Oscar marikiando en Protagonistas de novela.
El punto álgido en la respuesta que se le da a los
hijos es el debate moral que se plantea en quien enfrenta esa situación, debate
que se extiende a la familia, la escuela, los amigos y en el que se mete hasta
el cura del barrio o el pastor.
¿Qué tiene de malo que un niño quiera usar un
vestido? se titula un artículo publicado el pasado 8 de agosto por Ruth Padawer
en el The New York Times NYT. En él se habla del blog Pink Is for Boys cuyo autor escribe desde enero de 2010
sobre la experiencia particular con su hijo. En este blog existen vínculos a
otros blog igualmente escritos por padres y madres que han decidido apoyar a
sus hijos en su proceso identitario, un proceso que no necesariamente culmina
en un tránsito identitario de género o en la homosexualidad, la lesbianidad o
la transexualidad, como suele creerse popularmente.
Algunos de los padres y madres que han decidido
acompañar a sus hijos en esta experiencia se han vuelto más permisivos con sus
hijos, más abiertos mentalmente y más respetuosos de los procesos que viven sus
hijos/as y otras personas. Uno de los padres entrevistados por Padawer dice “¿Cómo
podía el juego de mi propio hijo - algo que ordinariamente es tan alegre de ver
– agitar algún tipo de molestia, por qué ha de molestarme que él quiere llevar
un vestido?”
Sarah Hoffman “ama de casa” de profesión, mejor
dicho una mujer de esas que fuera de su trabajo doméstico tiene tiempo para
otras cosas como escribir sus reflexiones en su blog, saluda a sus lectores diciendo “Si
has encontrado mi sitio tal
vez su hijo es un niño de rosado también, o su sobrino, nieto,
vecino, estudiante o un
amigo. O lo eras tú siendo un niño. Tal vez usted lo está siendo en este
momento. Es probable que si usted sabe o es un niño como este conozca todo
acerca de las burlas en el parque infantil, el acoso, o peor, usted sabe las
luchas que las familias experimentan cuando tratan de apoyar y proteger a sus
hijos y la falta de aceptación que los niños rosados enfrentan cada día.
Todos deseamos que estas cosas sean diferentes”.
Hoffman fue quien acuñó el término "niño
rosado", en uno de sus post ella dice: “Mi
hijo le encanta el color rosa. Llevaba un vestido en preescolar, lleva años
fingiendo que es una princesa, y ahora, como un estudiante de tercer grado,
hace tiempo que fluye con su pelo, su afición por lo
suave, lo brillante y el rosa. Él es un chico rosa, sólo es un niño diferente”.
También el tema se investiga en las universidades:
Christia Spears Brown, Ph.D., profesora asociada de Psicología Evolutiva en la
U. de Kentucky, estudia los efectos de los estereotipos de género entre niños y
adolescentes, en su artículo “Más allá del rosa y azul” publicado
en Psychology
Today, el pasado 16 de agosto, afirma “Una cosa que me gusta de estas historias de
niños que luchan con sus roles de género predefinidas es que ponen de relieve
lo perjudiciales que pueden ser para los chicos las rígidas formas de las
normas de género… Más importante aún, existen normas rígidas de género para los
chicos que se extienden mucho más allá de no usar vestidos o pintarse las uñas.
Los niños siguen siendo disuadidos de jugar con muñecas, un tipo de juego que
fomenta rasgos sobre la crianza, el cuidado de personas y la toma de
perspectiva… la gama de emociones que son aceptables para los varones es mucho
más estrecha”.
En este debate aparecen conceptos como “gender-fluid”
(género líquido), “gender boxes” (cajas del género).
Conceptos que dicen que el género no es un “cajón” de medidas exactas en el que
todos debemos casar perfectamente, sino que el género es una idea fluida, es
decir una especie de cuerpo gaseoso o líquido que toma la forma del recipiente,
una forma que es única e irrepetible y que aun cuando tiene elementos en común
con otras ideas de género, se explica, se experiencia y se emociona de manera
particular en cada ser humano.
Yo afirmo que el género es un punto en un continuo
en el que los extremos son la masculinidad y la feminidad, extremos que son
móviles dependiendo del tiempo, la cultura y el espacio social y geográfico. En
este sentido no existe una masculinidad o una feminidad sino tantas
masculinidades y feminidades como sujetos se piensen masculinos o femeninos.
Las personas pueden pensarse en la masculinidad y actuar en la feminidad o
también viceversa, siendo en esta circunstancia cuando se habla de “género
fluido”.
Las personas también pueden transitar de la
masculinidad a la feminidad (también viceversa), tanto en su identidad de
género como en los comportamientos que de dicha identidad se derivan, es a esto
a lo que se denomina “tránsito identitario de género” y “personas
transgénero” a quienes lo experiencian.
En el momento existe muy poca o ninguna evidencia
sobre si las intervenciones terapéuticas logran cambiar la trayectoria de la
identificación de género de un niño o la orientación sexual.
Tampoco hay suficientes estudios sobre si el apoyo
y permisividad de los padres termina reafirmando una identidad de género que de
pronto no es una necesidad vital del niño o la niña o si la negativa es la
respuesta para que se ajusten a los roles preestablecidos, a ese “deber ser” de
la masculinidad y la feminidad que posibilita que los chicos tengan más poder y
las niñas deseen tenerlo.
Como afirma Spears Brown “Esto
puede ser tan leve como la chica que no se siente lo suficientemente femenina o
el niño que no es bueno para los deportes” o algo realmente más profundo. Es muy
difícil saber a dónde dirige la petición de un regalo y su aceptación o
negativa.
La mayoría de los niños y niñas cumplen fácilmente
con usar ropa típicas de su género y rara vez los padres tienen conversaciones
acerca de qué pronombre deben utilizar en la descripción de sus hijos, pero el
hecho de sentir esta situación como algo lejano no debe permitirles “dormir
sobre los laureles” porque los estudios evidencian que una cuarta parte de los
varones muestran 10 o más conductas consideradas atípicas para su género; basta
recordar al típico bogotano quien para un costeño colombiano siempre resulta
amanerado, para darnos cuenta que las masculinidades y feminidades se vivencian
de formas muy particulares.
Vive y deja vivir o “haz lo posible por joder a tus hijos”
Hay algo que no solemos tener en mente, se llama “prejuicio
de impacto”. Nuestro cerebro frontal nos hace pensar siempre que lo
que pensamos es la mejor alternativa, pero olvidamos que esta se fundamenta en
nuestros prejuicios, nuestros temores y una falsa conciencia de la realidad;
para quienes ya han vivido la experiencia, su “prejuicio de impacto” cambia, de
ahí que existan blogs, artículos, libros e investigaciones que se fundamentan
en dichas experiencias que les permiten ver, sentir, explicar y vivir el mundo
desde otra perspectiva.
Es esto precisamente lo que le falta a algunos
cristianos que se niegan a aceptar que otros pueden ser felices, tanto o más
felices que ellos y por eso son tan obstinados en recomendar desde su
ignorancia vivencias que para quien las recibe, desde el “prejuicio de
impacto”, son la evidencia que les demuestra que son realmente felices.
Quien asume situaciones propias del “querer
ser” suyas y de su hijo/a no logra entender por qué esos otros, que
no han tenido el beneficio del impacto, no comprenden que su experiencia los
llevó a procesos cognitivos y emocionales que les ayudaron a cambiar sus
propias visiones del mundo y así poder sentir-se mejor en el mundo en que
viven.
Aquí un ejemplo de lo que algunos padres
hacen: Nils Pickert, apoya a su hijo vistiendo falda públicamente.
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