Por Manuel Antonio Velandia MoraAgosto de 2012, España
La decisión de Sergio
Fajardo, el gobernador antioqueño, de prohibir reinados escolares ha logrado el
beneplácito de nuestro Monseñor-Procurador Alejandro Ordóñez y la satanización
por parte de la ex presentadora más famosa en Colombia en la presentación de
los mismos, Pilar Castaño quien
considera que "quitar esto de los
colegios es dejar a un lado el cuidado personal".
Se me hace interesante
la decisión de Fajardo, una sandez sin medida el comentario de doña pilarcita,
pero sobretodo me pone a pensar el procurador, pues me hace interrogarme sobre qué
será lo que oculta con su apoyo este santo varón.
Sé de antemano que
con este post algunos homosexuales se me vendrán lanza en ristre o más bien
secador cual arma contundente en mano, porque para algún asesor de belleza y
mariKada parecen ser sinónimos y atacar los reinados es similar o casi más
grave que meterse con lo que guardan bajo sus cobijas. De todas formas mi
interés no es congracias con nadie.
“La Gobernación de Antioquia mediante el
decreto 1888 de agosto 3 de 2012 prohíbe los desfiles de moda, concursos,
reinados de belleza y toda clase de eventos que resalten o premien los
atributos físicos de las niñas y adolescentes que cursan sus estudios en los
establecimientos educativos oficiales de los municipios no certificados del
departamento”,
El comunicado
oficial, según
El Colombiano, informa que esos eventos no aportan a la
formación ética ni al desarrollo del talento y las capacidades de las jóvenes y
que, por el contrario, son una actividad “discriminatoria,
humillante y atentatoria de la dignidad femenina”.
Por supuesto que la
empresa privada no está muy de acuerdo con el tema, pues la preparación de las
niñas como objetos sexuales para el placer de los hombres no puede entrar en la
categoría de juego sino de adoctrinamiento del “deber ser” de la feminidad.
Los reinados y otros
eventos “culturales” en las instituciones educativas privadas se convierten en
un negocio donde la institución recibe aportes adicionales por la organización
de tales eventos, que casi nunca redundan en la mejora de la calidad educativa.
Algunos relacionan
los reinados en las instituciones educativas con el juego y otros los ven como
un acto lúdico. Error craso.
La función principal
del juego
es proporcionar entretenimiento y diversión, aunque también puede cumplir con
un papel educativo. Se dice que los juegos ayudan al estímulo mental y físico,
además de contribuir al desarrollo de las habilidades prácticas y psicológicas.
Aprender los roles
más tradicionales de la feminidad exacerbada
nunca será un juego educativo sino un instrumento de poder al servicio de
la masculinidad, el machismo y la falocracia. Un reinado infantil no ayuda para
nada al estímulo físico y en el mental solo ayuda a estimular lo más
desagradable de la competencia. Centrar los valores del ser humano en la
belleza física no solo conduce a las mujeres a la bulimia y la anorexia sino
que además las prepara para el 90-60-90 medidas
de los “patrones ideales del cuerpo femenino” que nada tiene que ver con
nuestros cuerpos de ancestros indígenas y españoles.
La lúdica es guerra
y disfrute, la guerra de la que se habla en la lúdica es la conquista para la
filosofía, las artes y las ciencias no para esclavizar a los humanos; así que
los reinaditos tampoco son lúdicos.
Tiene razón Felipe
Gil, secretario de educación de la gobernación, que considera
que lo que educación quiere es “potenciar
el talento de los jóvenes de Antioquia. Creemos que ese tipo de acciones
(desfiles por ejemplo) generan temas más superficiales, que realmente
estigmatizan y segregan y queremos otro tipo de actividades en el espacio
educativo”.
En la controversia
algunos hilan muy fino; se han escuchado apreciaciones como las de Carlos
Eduardo Botero, presidente de Inexmoda, quien opina “Estamos de acuerdo en el tema de que hay que dignificar la imagen de la
mujer por encima de cualquier cosa. Lo importante es que esto no lleve a que la
gente le coja pereza a la industria de la confección, porque desde chiquitos se
la están prohibiendo”. Que Botero le explique al país como llegó a
semejante conclusión, porque más tiene que ver con la moda que los jóvenes
tengan que usar uniformes en los
colegios.
"Me gusta la
idea. En principio la cultura la hedonista, la vida fácil, es una de las causas
del progresivo deterioro de las ideas y de los valores", ha dicho
Monseñor-Procurador. Quien públicamente ha aceptado
que sin conocer la propuesta ha opinado al respecto.
Monseñor-Procurador considera
que "La juventud fue hecha para el
heroísmo, más que para el placer. El heroísmo debe ser un norte, un ejemplo
para lograr generar informar nuestra clase dirigente del mañana. Que logre
crear escenarios proclives para el ejercicio de las virtudes cívicas".
Ah carajo:
¡heroísmo! Según el DRAE
heroísmo es “Esfuerzo eminente de la
voluntad hecho con abnegación, que lleva al hombre a realizar actos
extraordinarios en servicio de Dios, del prójimo o de la patria”. Mejor
dicho, en los colegios hay que preparar para la guerra (defender la patria);
jugársela por la religión, como él hace aun sirviendo como laico en un cargo
público… Pero, lo que más me preocupa de esta visión guerrera de la educación
es que se eduque a las personas para que les interesen los otros por heroísmo y
no por solidaridad, respeto o lealtad.
Y después algunos se
quejan porque en Colombia no se investigan los asesinatos de mujeres, se
rebajan penas a los que confiesan sus feminicidios, se usa a las mujeres como
botín de guerra y algunos que escriben como comentaristas en este post afirman
ser heterosexuales porque tienen claro que todas las mujeres son para
“comérselas”, menos sus mamacitas, olvidando que otros machos piensan lo mismo.
“#esposastrofeo"
No es de extrañar
que muchas mujeres que desde pequeñas se educaron en la tiranía del 90-60-90
pasen de reinas infantiles a reinitas mantenidas por narcos, paramilitares,
gamonales y políticos cuando no de hombres homosexuales que las usan como
escudo para tapar lo evidente. Mujeres que estos hombres escogen para lucirlas
como otro mueble por el que se paga un buen precio.
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