Por Manuel Antonio velandia Mora
España, Agosto de 2012
Es bien sabido en el ámbito de las empresas que si el jefe es dictatorial, tiránico, adicto al trabajo, irrespetuoso, se le suele considerar como un “ejecutivo que sabe lo que quiere”, pero si es una mujer se dice que es “una bruja maldita”. Si un hombre coqueto, es “perro”, pero si es mujer, es “perra”. Esto mismo sucede con la forma en que la opinión pública crucifica a las mujeres envueltas en escándalos sexuales.
El caso de la viceministra Karina
Bolaños de Cultura y Juventud de Costa Rica quien estaba en su cargo desde el
inicio de la administración de Óscar Arias Sánchez, en mayo del 2006 y quien
fuera destituida por causa de un vídeo erótico (grabado en 2007 cuando ella
estaba temporalmente separada de su esposo, según
declaró a CNN) que se subió a YouTube como fruto de un chantaje, nos
demuestra que las diferencias entre una “mujer pública” y un “hombre público”
no solo son cuestión de semántica sino también de contenidos sociales,
culturales, sexuales y ahora políticos.
Cuestión de semántica y cultural: toda mujer “pública” es prostituta
Recordemos que la Real Academia de la Lengua Española (RAE) al hacer la adición de nuevos artículos o acepciones para el diccionario se pasa por un proceso por el que se registran las palabras en sus distintas acepciones y utilizaciones, todas ellas convenientemente documentadas, antes de cohonestar su existencia. Son palabras cuyo uso se ha apropiado cultural y socialmente, que tienen orígenes tan diversos como medios masivos de comunicación, habla popular o alta y baja literatura.
El diccionario de la Real
Academia DRAE con relación a la mujer une a la palabra “perdida” la palabra “pública”
y “Mujer perdida o pública” aparece
como sinónimo de prostituta.
En el caso de la definición de “Hombre perdido”, dice que este es un “Hombre sin provecho y sin moral”, pero
no identifica este concepto con prostitución, aun cuando acepta que hay
prostitución masculina. Un “Hombre
público”, es “el que tiene presencia
e influjo en la vida social”. Dicha presencia e influjo no se reconoce en
la mujer.
Nuestro idioma por tanto le da el
beneficio de la duda a los hombres, mientras que a las mujeres las condena. Y
esto parece que también aplica a los escándalos sexuales de los políticos: Los
hombres quedan con la reputación intacta y las mujeres, solo con las seis
primeras letras de esa palabra (Bill Clinton: como flamante ex presidente ahora da
conferencias, mientras que Karina quedó ante el mundo como “esa pecaminosa
viceministra de brasier generoso”).
Cuestión de política
Inmediatamente el vídeo de Karina
se difundió por la red las represalias de los políticos y la iglesia no se
hicieron esperar. Manuel Obregón, su jefe dijo a los medios que “si bien las informaciones que han circulado
están estrictamente relacionadas con la vida privada de Bolaños, y no con su
quehacer como funcionaria pública, la separación de su cargo se dará para que
ella pueda enfrentar este caso desde el ámbito privado”. (…) “No tengo nada que reprocharle dentro del
ámbito laboral, es una buena viceministra. Esto compete puramente al ámbito
privado en el cual yo tampoco tengo injerencia”.
“No es una decisión mía, es una decisión que deberían ustedes consultar
con la presidenta. Nosotros simplemente recibimos el acuerdo y redactamos el comunicado
de prensa”, complementó.
“Si fuera de mi competencia tendría que
valorar los pros y los contras, pero en este caso no es una decisión mía”.
La respuesta del ministro, que
decidió lavarse las manos ante los medios, era “necesaria”; el gobierno costarricense
está desprestigiado y aprovechó la situación para llamar la atención hacia
temas que le permitían salir por un momento de la agenda mediática.
Lo contradictorio y sexista de
este asunto es que los hombres públicos cuyos asuntos sexuales salen de la
esfera privada no suelen verse obligados a renunciar a sus cargos, hay cientos
de ejemplos, los más sonados siguen siendo los de Mussolini, Roosevelt, Mao Tse
Tung, John Profumo, John F. Kennedy, Ted Kennedy, Príncipe de Gales, Bill
Clinton, Berlusconi, Schwarzenegger, Strauss-Kahn y Julian Assange o más
cercanos como Lusinchi, Carlos Andrés Pérez o Juan D. Perón. ¿Por qué Silvio Berlusconi, presidente de Italia
acusado de prostitución de menores sigue en el cargo mientras que Karina fue
sacada del gobierno? Quizás porque el italiano es un “perdido” y la
costarricense… una “perdida”.
Insolidaridad de Gremio o pasaporte político
Siendo una mujer la Presidenta de
Costa Rica Laura Chinchilla, quien ha bajado de forma sistemática en su
popularidad, no dudó en destituirla, pues según el acuerdo que la destituye le
hizo un favor sacándola del cargo. “La separación de su cargo se dará para que
ella pueda enfrentar este caso desde el ámbito privado”, cita el Acuerdo N.°
634-P-P, firmado el 30 de julio por la mandataria.
“No voy a referirme al tema.
¿Alguna otra pregunta?” dijo
la Presidenta, cuando los periodistas le pidieron justificar la destitución.
Algunos sectores de la opinión
pública apoyaron a Bolaños asegurando que este es un problema personal que no
debe interferir con su vida laboral. Los más moralistas han afirmado que ella
debía dar ejemplo, especialmente por trabajar con la juventud.
La defensora de los habitantes,
Ofelia Taitelbaum, dijo
sentirse “consternada” por la decisión, de la presidenta Laura Chinchilla, de
destituir a la viceministra.
Poder, sexo y arte en Colombia
En el ex país del Sagrado corazón
son varios los
escándalos sexuales protagonizados por hombres, basta recordar los de la
Marichuela y el Virrey Solís (quien después se arrepintió y se metió a cura);
el General Mosquera y su jurgo de amantes; Rafael Núñez registra cuatro señoras
en su vida. Empezando por doña Dolores Gallego, Gregoria de Haro, y --algo que
tenía que dejar en casa -- una prima y una tía, doña Pepita Vives; Guillermo
León Valencia, en fin... escándalos que tampoco pasaron a más.
La pintora Beatriz González retrató
de forma irónica la realidad social colombiana en su obra titulada “Decoración
de Interiores” en la que utilizó una fotografía del presidente Julio César
Turbay Ayala en una fiesta privada, quitándole así todo el peso institucional
al reducir la imagen a una función decorativa. Fiesta de la que fue publicado un
análisis por el entonces columnista de El Tiempo, Daniel Samper Pizano en
octubre de 1981
Turbay en una visita en Cúcuta,
en 1981, asistió a un banquete en el que protagonizó actos escandalosos con las
damas presentes. La propia sociedad cucuteña, liderada por un grupo de señoras,
respondió enérgicamente. El caso creció hasta llegar al pulpito del entonces
obispo, Pedro Rubiano, quien lanzó una homilía de protesta por los vulgares
actos.
La gran diferencia es que en
Colombia, por una parte, constitucionalmente a partir de 1991 no se puede
hablar públicamente de la intimidad de las personas (recuerden las demandas que
inhabilitaron
a la Negra Candela) y por otra, que la doble moral esté presente tanto en
los políticos como en los jerarcas de las iglesias e incluso en los editores de
los medios, en especial cuando de personajes públicos se trata.
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