miércoles, 23 de abril de 2008

Gay para los amigos y marica... ¡gracias a Dios!

Por Manuel Velandia Mora
Una reflexión acerca de la creación divina y nuestra semejanza con Dios.











Una vez que había creado las infinitas estrellas, la tierra con sus montañas, mares, bosques y todo tipo de animales, Dios –según la Biblia– formó su obra principal diciendo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y nuestra semejanza, para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre todas las bestias de la tierra y sobre cuantos animales se muevan sobre ella». (Gen 1,27)

Dios (suponiendo que existe) es un ser misógino y de ello se deriva la misoginia de la jerarquía de la iglesia católica. Es evidente que a la mujer desde el mismo momento de la «creación» le tocó un segundo plano. Sobre ella Dios no sopló su aliento, es decir, no dejó una huella especial. Él la hizo a último momento, de la costilla de un hombre y eso por petición de éste: «y Dios hizo a la mujer, primeramente porque "no es bueno que el hombre esté solo"» (Génesis 2:18).

Tener la «imagen» o «semejanza» de Dios significa, en términos simples, que fuimos hechos para parecernos a Dios, dicen muchos teólogos. Yo me pregunto, si soy hecho a semejanza de Dios ¿en dónde radica mi semejanza?

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua dice que semejante es lo «Dicho de una figura: Que es distinta a otra solo por el tamaño y cuyas partes guardan todas respectivamente la misma proporción».

Etimológicamente hablando soy como un Dios en pequeño. Entonces, cabe preguntarse: ¿si yo soy marica es porque Dios es marica? Debe ser, sólo que un marica más grande, no yo, sino él; porque se supone que Él es más grande y es a quien me parezco. O sea, que Dios es también mujer, lesbiana, negro, desplazado victima de la guerra…

Tenaz esto ultimo, porque cabe preguntarse ¿si Dios es mujer, por qué es misógino? Se acordó de crear la imagen femenina de sí mismo a último momento. ¿Por qué fue lo último que creó?Ahora bien, dicen los teólogos que lo que existe con Dios «es una semejanza mental, moral y social». Bueno, siendo así,cuándo somos intolerantes, excluyentes, sexistas, misóginos, lesbofóbicos, ¿simplemente seguimos el patrón divino?

Los teólogos una vez más nos dan la respuesta: «parte del haber sido hechos a la imagen de Dios, es que Adán tuvo la capacidad de tomar decisiones libremente. Aunque le fue dada una naturaleza justa, Adán hizo una mala decisión al rebelarse en contra de su Creador. Al hacerlo, Adán dañó la imagen de Dios de su interior, y pasó esa semejanza dañada a todos sus descendientes, incluyéndonos (Romanos 5:12).

¡Ah, caramba! Por fin entiendo. Dios en su infinita bondad –y porque alguien cometió un error antes que yo– me dio de regalo la semejanza con Adán. (Romanos 5:12), pero «hoy, todavía llevamos esa semejanza de Dios» (Santiago 3:9). Mejor dicho, pareciera que llevamos lo peorcito de ambos. Porque según los teólogos «también llevamos de Adán las cicatrices del pecado. Y mostramos los efectos mentalmente, moralmente, social y físicamente».

Concluyendo: algo debe estar pasando... o la Biblia se contradice, o los teólogos y escrituristas no logran ponerse de acuerdo, o la culpa es de los exegetas que interpretan mal el texto, o debe ser culpa de los traductores, que cometen muchos errores, como poner en un texto bíblico la palabra homosexual cuando el término fue empleado por primera vez en 1869 por Karl-Maria Kertbeny, y Richard Freiherr von Krafft-Ebing popularizó el concepto en 1886, en el libro «Psychopathia Sexualis»; y por supuesto, no existía ni en arameo, ni en hebreo, ni en griego, ni en… ninguna lengua.

Creo que la respuesta está aquí: la solución Divina no admite demostración. Es sencillamente un acto de Fe

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