martes, 23 de diciembre de 2008

Sí los sexos son siete, entonces qué soy

Por Manuel Velandia Mora.
España, diciembre 16 de 2008

Manuel Velandia, en exclusiva para AGMagazine, reflexiona sobre los más importantes y actuales desarrollos científicos entorno a la definición del sexo.

Se afirma científicamente que el lenguaje genera mundos, con ella se quiere decir que mientras algo no exista en la palabra, no existe como realidad, y que mientras una personas no se identifique positivamente con la palabra que define su sexualidad o parte de ella, tiene problemas de identidad.

Hermafrodita es una palabra que a muchos se les antoja extraña, bueno debo decir que igualmente la naturaleza es extraña, en ella el “deber ser” socializado de la sexualidad no se afirma tal y como sucede en el discurso; mejor dicho, el discurso científico de la sexualidad no había logrado salir del texto literario a la realidad experiencial de algunos cuerpos humanos, o mas concretamente a la de la vivencia del cuerpo de algunas personas.

La figura del(a) hermafrodita surgió de la figura mítica que fusiona al hijo de Hermes y Afrodita con la ninfa Salmacis, que durante siglos ha representado la unión de lo femenino y lo masculino en un mismo cuerpo. Esta idea sirvió de fundamento a Theodor A. Edwin, para introducir en el siglo XIX las primeras clasificaciones de la condición en la que una sola persona tiene órganos sexuales de macho y de hembra, también a estudios posteriores como los del español Gregorio Marañón, quien contribuyó a establecer la relación entre la psicología y la endocrinología.

Más recientemente se ha usado el término Intersexual. Existe un amplio número de variaciones sexuales que se solapan unas con otras en diferentes grados a lo largo de un continuo cuyos extremos son el macho y la hembra de la especie. Sin embargo, en los seres humanos los extremos de dicho continuo son el hombre y la mujer. Esto quiere decir que nuestra identidad sexual además de la parte biológica está signada por las relaciones sociales, la cultura, y por la relación que yo mismo tengo conmigo mismo comos ser masculino o femenino, o en los diferentes grados a lo largo de un continuo cuyos extremos son la masculinidad y la feminidad. Recordemos que la morfología fue durante siglos el elemento principal para definir dos sexos.

La intersexualidad no es sólo una cuestión de nuestros cuerpos, afirma Curtis E. Hinkle, “sino también una cuestión de cómo nos percibimos dentro de nuestros cuerpos y la identidad de género es una parte crucial de cada individual. Borrar la importancia del género a l*s intersexuales l*s reducen solamente a los aspectos físicos de sus cuerpos, pasando por alto la parte más importante de esta cuestión, sus propias percepciones de sus cuerpos y de si mismos, en comparación a la percepción de l*s otr*s en nuestro ambiente social”.

Es muy frecuente considerar que la intersexualidad significa que una persona tiene ambos órganos genitales. Curtis E. Hinkle, considera que esa es probablemente una de las ideas falsas más comunes sobre la intersexualidad. La intersexualidad no tiene generalmente nada que ver con los órganos genitales de la persona, y mucho menos que una persona tenga ambos órganos genitales. Según este autor, hay personas intersexuales con un pene y una abertura vaginal. Sin embargo, no hay casos documentados de una persona con ambos órganos genitales masculinos y femeninos completamente desarrollados. La mayoría de l*s intersexuales tienen órganos genitales que son bastante típicos y solo hay una minoría que tiene órganos genitales atípicos. De hecho, el término pintoresco, seudocientífico "hermafrodita verdadero" puede referir a una persona con órganos genitales masculinos o femeninos totalmente típicos.

En el uso corriente se utilizaban indistintamente las palabras hermafrodita e intersexual como sinónimas, esto preocupaba a los científicos de la sexualidad y en octubre de 2005, en Chicago, se realizó una reunión en la que se determinó modificar la terminología sobre los estados intersexuales, e incluir el hermafroditismo en un concepto totalizador: desórdenes del desarrollo sexual (DSD, por sus siglas en inglés).

En la conferencia, organizada por las sociedades Europea de Endocrinología Pediátrica, y Lawson Wilkins de la misma especialidad, con sede en Estados Unidos, un grupo de 50 expertos decidió ¡por consenso! abolir el hermafroditismo.

No es que hayan desaparecido los casos de lo que antes de ese acuerdo conocíamos como hermafroditismo verdadero (cuando una persona posee simultáneamente testículos y ovarios), ni los seudohermafroditismos (el femenino, en el que en una persona hay ovarios y estructuras sexuales masculinas; o el masculino cuando hay testículos y órganos sexuales femeninos), sino que ahora cambia la manera en que debemos referirnos a ellos, afirma Javier Flores en su articulo “La muerte del hermafrodita”.

El cambio sobre el concepto, según Flores, muestra que en la medicina occidental del siglo XXI hay un predominio de la genética como criterio principal en la determinación del sexo. Ser mujer u hombre dependía de las formas. Luego, al arrancar el siglo XX, se incorporaron criterios funcionales; las glándulas de secreción interna y sus productos se colocaron en lugar privilegiado. Ahora, la anatomía y las hormonas ocupan lugar secundario, pues todo se ve desde el lente de un determinismo genético.

Entonces el hermafroditismo verdadero no tiene razón de existir y ahora debemos referirnos a él con el nombre de “DSD ovotesticular”, término que desde la opinión de Flores es bastante feo frente al hermafroditismo verdadero, para quien “la estética tiene que ver con la verdad científica”. El peso de la genética es más claro en la nueva nomenclatura de los seudohermafroditismos, pues al femenino hay que llamarlo ahora “46, XX DSD” y al masculino “46, XY DSD”, con lo que se elimina la carga endocrina y se le cuelga la genética.

Siete sexos
En la nueva clasificación surgen dos nuevas categorías independientes de los hermafroditismos: se trata de los “hombres” que tienen dos cromosomas femeninos, a los que debemos referirnos hoy como “46, XX DSD testicular”, y los “hombres” que tienen cromosomas masculinos pero fenotipo o formas femeninas, a los que a partir de ahora habrá que llamar “46, XY disgenesia gonadal completa”. Esto es importante, pues en 1993 Anne Fausto Sterling, especialista en biología molecular, sacudió al mundo intelectual señalando que no había dos sexos (hombre y mujer), sino cinco, pues, en su opinión, era necesario incluir además a los hermafroditas verdaderos y los seudohermafroditas. Ahora, siguiendo el razonamiento de Fausto, de acuerdo con la nueva clasificación, habría no dos ni cinco, sino siete sexos.

En estos momentos de la ciencia, cuando no se posee una evidencia científica de orden genético, cabe decirse que ya no sabemos si somos los machos o las hembras de la especie, pues no todos(as) sabemos que tenemos dentro de nuestro cuerpo; pero si a ella sumamos que somos determinados cultural y socialmente, pudiéramos afirmar que el sexo es un concepto tan amplio como el número de seres humanos que tratan de definirlo y que lo mas importante no es el letrero que los demás nos impongan, sino aquello que decidimos estar siendo, desde el ejercicio de autodeterminación para asumirse y estar siendo lo que deseamos ser.

1 comentario:

OII: http://www.intersexualite.org/ dijo...

Muchas gracias por este artículo muy interesante y importante sobre este asunto.

Saludos cordiales,
Curtis E. Hinkle
Fundador de la OII
http://www.intersexualite.org