Manuel Antonio Velandia Mora
En el siglo pasado en los Estados Unidos, los baños en los establecimientos públicos estaban rotulados de tal forma que se distinguiera claramente que eran para hombres, para mujeres y para negros. La discriminación, el sexismo y la homofobia han sido aceptadas socialmente como una manera de defender la “moral” que establece las normas para la “buena conducta” y así como en algún momento fue considerado de mal gusto que una mujer opinara de política o pensar que un negro era persona, ahora se considera que no puede haber una ley que soporte los derechos de algunas minorías sexuales.
Actualmente cuando dos homosexuales o lesbianas deciden separarse, generalmente, la persona que poseía mayor capital al inicio de la relación tiende a quedarse con el producto de lo trabajado conjuntamente durante los años de unión de la pareja. Pareciera ser que el dolor causado en su corazón motivara tal endurecimiento que las personas tendieran a olvidarse del esfuerzo, apoyo, acompañamiento, solidaridad y afecto expresados por quien ahora es considerado un ser casi despreciable. En el caso de una persona que fallece al interior de una pareja del mismo sexo, si quien ahora falta es la persona adinerada, la familia de ésta inmediatamente obliga a la pareja a abandonar el lugar de vivienda y a renunciar a cualquier derecho legal sobre los bienes producidos conjuntamente; si el que fallece es el pobre esto no es importante.
Los efectos patrimoniales son tan solo uno de los problemas por los que atraviesan los homosexuales que deciden unirse en pareja. Otras situaciones adicionales se suman en la actual discriminación y desprotección frente a la ley como son, por ejemplo, los derechos a la seguridad social, a heredar, a obtener la nacionalidad de la pareja, o a ser beneficiarios de subsidios y beneficios prescritos en la legislación laboral. Así mismo, a las parejas del mismo sexo no les está permitido adoptar decisiones en materia de salud cuando el compañero o compañera no pueda hacerlo, la visita de pareja en caso de internación o privación de la libertad, ser beneficiarios mutuos de seguros y el derecho a alimentos mutuos. Y aun cuando es un caso poco frecuente, incluso, no cuentan con la protección en el caso de que se presente violencia intrafamiliar.
La desprotección legal de la que son sujetos los homosexuales y lesbianas ha motivado a que en diferentes ocasiones los legisladores hayan intentado buscar la protección de los derechos de estas minorías sexuales y sociales. Una de los hechos que más sorprende en la discusión pública que ha suscitado el proyecto es que la iglesia Católica y alguno que otro despistado político consideren que una relación para ser reconocida socialmente debe contar con la bendición de un sacerdote.
El Canon 1055.1 del Código de Derecho Canónico sostiene que “La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural a bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevado por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de Sacramento entre los bautizados”. Este cano eminentemente Católico, por supuesto, no tiene en cuenta que este es un país laico, y que por tanto los bautizados practicantes no son todos los ciudadanos, y más aún que no se puede legislar para quienes tan solo son miembros de una de las muchas iglesias, aun asumiendo que ellos sigan siendo son la mayoría.
Algunos de los argumentos expuestos son bastante mañosos y caen por su propio peso. El hecho de que se considere que la conservación de la especie sea un acto natural no quiere decir que las relaciones genitales no-procreativas sean antinaturales, ya que si ello fuera así los coitos destinados al placer en las parejas heterosexuales igualmente lo serían. Afirmar que es contrario a la naturaleza porque este tipo de relaciones no son ni anatómica ni fisiológicamente viables es olvidar que la penetración anal no es un acto exclusivo de los homosexuales. Adicionalmente, considerar que el sida es una enfermedad de homosexuales es desconocer la epidemiología nacional.
Aseverar que las relaciones homosexuales atacan y compiten con la familia como comunidad de vida y amor es olvidar que el decadente modelo heterosexual de pareja y matrimonio no es en la actualidad (y tampoco lo ha sido exitosamente en el pasado) digno a seguir por los múltiples problemas que generalmente presenta, y por tanto, ni el proyecto ni los homosexuales buscan equiparar su matrimonio al matrimonio heterosexual, ya que no es su interés negar que la familia es institución básica de la sociedad. Pretender que la pareja homosexual tiene como fin ser un medio para reducir el crecimiento de la población es ignorar que si esto se deseara sería mucho más efectivo seguir haciendo lo que hasta el momento se viene haciendo, ya que la más recientes investigaciones demuestran un alto porcentaje de las mujeres en unión están usando actualmente un método de planificación familiar, y además que en un país que se aproxima vertiginosamente a la pobreza absoluta en un altísimo porcentaje de la población esto no solo sería beneficioso sino además lo apropiado.
Se expone que el proyecto adolece de un soporte cultural bajo el supuesto de que este desconoce nuestras raíces y cae en el dañino fenómeno de la transculturación desde el cual, copiando conductas viciadas y venidas de otros continentes, se considera que ser homosexual es estar en moda. Esto desconoce que en la historia latinoamericana algunos de nuestros indígenas precolombinos sostenían relaciones genitales con personas del mismo sexo, tal y como lo cuentan algunas crónicas de la época, y puede observarse en figuras antropomorfas que reposan en algunos museos antropológicos del continente y que demuestran actos de este tipo. En resumen es más transcultural el cristianismo que la homosexualidad, y además, afirmar que las antiguas culturas de Grecia y Roma se derrumbaron por la práctica difundida de la homosexualidad es hacer una lectura bastante sesgada y amanerada de la historia.
Ser más papistas que el Papa y ejercer la doble moral suele ser una expresión cotidiana en muchos católicos, el mismo catecismo de ésta denominación afirma que “…como seres humanos los homosexuales tienen los mismos derechos que las demás personas”. Recordemos que el concepto de “antinatural” proviene de Tomás de Aquino quien en su Summa Theológica escribió que la utilización de los órganos sexuales para cualquier propósito diferente a la procreación era lujuriosos y pecaminosos por estar encaminados a la obtención del placer.
La crítica es un acto que ayuda al desarrollo positivo, la discriminación se produce cuando se realiza contra la persona una distinción, cualquiera que sea, que da lugar a que sea tratada parcial e injustamente porque pertenece o se supone pertenece a un grupo particular. La discriminación posibilita la segregación, la exclusión social, la amenaza a la vida e inclusive la muerte, como le ha sucedido a cientos de homosexuales asesinados por grupos de limpieza social, paramilitares y guerrilleros en América Latina
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