Manuel Velandia Mora
España. GAI Press 04.06.08
Reflexión con relación a una discusión muy importante y actual en los discursos sobre las sexualidades en el mundo.
Sexo es una condición biológica, que conduce a un determinismo biológico con dos opuestos: machos y hembras; ignora las variantes intersexuales entre estos dos extremos de un continuo, en el que, hasta el momento, se han clasificado 16 variantes intersexuales. Concluyendo los sexos no son dos sino 18.
Por otro lado, la sexualidad cobija al sexo, pero es un elemento cuyo significado fundamental es una convención social. Una vez más, desde un determinismo biológico-social-cultural, el mundo se concibe en dos extremos: se es hombre o mujer.
Dentro de esas sexualidades relativas al sexo existen cuatro grandes variantes con relación al sexo de la persona con quien compartimos nuestro afecto y genitalidad: la homosexualidad, la bisexualidad, la heterosexualidad y la lesbianidad.
Si entendemos que cada ser humano es único, irrepetible, trascendente, evolutivo, dinámico, entornes comprenderemos que desde dicha unicidad no es posible encuadrarse en un modelo y habría tantas homosexualidades, bisexualidades, heterosexualidades y lesbianidades como sujetos/as se identifican con dicha orientación.
Ahora bien, no solo el afecto y la genitalidad nos definen en la orientación sexual, también son determinantes el erotismo, el deseo y la conciencia de dicha orientación; existen algunos/as cuyas orientaciones sexuales no pueden clasificarse en uno de esos cuatro grupos. Se puede ser homodeseante, heteroafectivo, bigenital, bierótico y tener una identidad heterosexual, y en consecuencia no clasificar ni como homosexual, bisexual, heterosexual o lesbiana.
Con los géneros sucede algo similar, el determinismo, en este caso cultural, determina dos construcciones opuestas masculinas y femeninas. Este determinismo niega posibilidades como la vivencia de las dos en un mismo momento, los tránsitos identitarios de genero de la masculinidad a la feminidad o de la feminidad a la masculinidad e igualmente, no reconoce la unicidad del ser y por tanto, la existencia de tantas masculinidades como sujetos se identifican en la masculinidad y tantas feminidades como sujetas se identifican femeninas.
Por otra parte si desde el género se considera que la sexualidad es un elemento cuyo significado fundamental es de convención social. En esta concepción, la diferencia biológica corpórea, llamada sexo, se minimiza, mientras la dimensión estrictamente cultural, social, relacional y política, llamada género, se exalta al máximo y se considera primaria, hasta el punto de que cada individuo escoge la sexualidad y el modo de vida que más le atrae.
Ya no hacen falta las clasificaciones, sino que se le da gran importancia al Ser, favoreciendo así perspectivas de equidad, liberándonos de todo determinismo biológico e incluso de la distinción de sexos. Las orientaciones sexuales dejan de tener sentido por derivarse de los determinismos biológicos de sexo y orientación sexual y se reconoce el amplio espectro de las diversidades sexuales en cuanto a sexos, géneros y sujetos de deseo, erotismo, afectividad y genitalidad.
Desde esta perspectiva el significado del sexo, del género y el sujeto de deseo, erotismo, afectividad y genitalidad dependen de la elección propia de cada uno sobre cómo configurar su propia sexualidad, resultando justificable cualquier actividad sexual.
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