Manuel Velandia Mora
España. GaiPress 23.06.08
Reflexión sobre los diversos nombres con los que se denomina a los hombres cuya orientación sexo, afectiva, erótica y genital es por otros hombres y por qué asumir algunas de ellas es un acto político de resistencia.
En los años 40`s, en Bogotá, Colombia, a los homosexuales se les llamó “Josefinos”; posteriormente, en los 60`s se les denominó “de ambiente”; un poco mas tarde, en los 70`s, se puso muy de moda entre los homosexuales llamarse a sí mismos “gay”; muy a finales de los 80`s y el inicio de los 90´s se introdujo la moda de denominar a los heterosexuales “straight”. ¿Sin el heterosexual es “straight”, yo soy torcido?
Tan sólo se explica lo que es extraño, diferente, anormal, lo que no es la maravillosa heterosexualidad. Si ustedes consultan cualquier libro sobre la sexualidad que explique las orientaciones sexuales encontrarán que más del 75% de sus páginas se dedican a la homosexualidad, un 15% a los y las bisexuales y el porcentaje restante, a las lesbianas; porque ellas por ser mujeres "no existen" y no requiere explicación aquello que no existe. Los heterosexuales parecieran ser el modelo que no requiere explicación.
No soy un gay, aun cuando semánticamente la palabra tenga existencia en español. En inglés gay, en su significado primigenio, es alegre, divertido y a partir del movimiento de Stone wall, en 1969 se le agregó la connotación militante a la idea de lo gay.
No uso la palabra gay porque como acto político de resistencia, en el movimiento homosexual colombiano, decidimos usar la palabra “guëis”, para referirnos a esos militantes homosexuales. Se pronunciaba y escribía tal y como un hispano-parlante común y corriente como usted o yo, lo haría. T
ampoco soy gay, porque cuando pienso en mi amor por otros hombres no siempre me pienso como un sujeto político y si, siempre, como un sujeto sexuado que se relaciona genital, erótica y afectivamente con otros hombres, que desea a otros hombres y que, hasta hace unos pocos años (1981) era un delincuente en Colombia por el hecho de ser homosexual.
No soy un homosexual porque el concepto homosexual (que fuera acuñado en 1869 por Karl María Kertbeny, escritor y jurista, para definir la atracción sexual de algunos individuos por personas de su mismo sexo, como un aspecto inherente e inamovible de su personalidad, a través del siglo XX), ha sido transformado por diferentes escuelas psicológicas y ampliado por los profesionales de la salud hasta definir a una enfermedad sexual y yo, no soy un enfermo, tampoco lo considera así la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La palabra “homosexualidad” sugiere muchas cosas distintas, pero no siempre el erotismo, la afectividad o la genitalidad entre hombres puede denominarse “homosexualidad”. Muchas de las palabras utilizadas para definir ese vínculo, o para hacer referencia a él retoman en diferentes culturas términos como: berdache, sodomíta, enfermedad, urnings, degeneración, perversión, inversión, tendencia, orientación, conducta, variante, opción, alternativa, decisión, determinación, natural, herencia, antinatural, congénito, consecuencia, influencia, y muchas otras.
Las teorías y construcciones culturales y sociales expresadas en estos términos han sido utilizadas como fundamento de estigma y vulneración a los hombres homosexuales y en algunos casos, a las mujeres lesbianas.
Soy una marica, esto lo tienen claro y me lo han dicho varios lectores, como también muchas personas que me estigmatizan, me agreden, me vulneran y que consideran que al decírmelo, me ofenden.
La palabra marica, etimológicamente tiene su origen en lo femenino, en la palabra María; los maricas somos las marías, por eso soy marica porque en esta sociedad machista el homosexual es menos hombre, y serlo es “ser mujer”, por eso no solo soy marica sino especialmente soy “una marica”. Porque de manera despectiva, incluso muchos que se piensan a sí mismos homosexuales y muy masculinos, no aceptan y ven en algunos otros con un amaneramiento femenino, a un sujeto al que hay que separar socialmente; reivindico el derecho a ser femenino como una manera de estar siendo lo que se desea ser.
“Soy una mariquita”: la más minúscula de todas, no por bajita, sino porque deseo reivindicar en mi a la más excluida de todas las excluidas, la “loca mariquita”.
Soy “loca” porque al interior de los homosexuales a las maricas más mariquitas se les dice “locas”, como una manera de agredirlas, vulnerarlas, separarlas.
Como acto político también “soy una loca mariquita”. Decido estar siendo aquello que deseo ser, lo hago como un acto político porque creo firmemente en la unicidad y en el derecho a ser diferente; es mucho más que un acto de trasgresión lingüística y de las normas judeocristianas de las buenas conductas y la buena expresión. Usted puede denominarme como guste, esa es su decisión, que la mía es ser feliz, y eso es lo que soy.
1 comentario:
muy buen texto, me agrado leerlo y no sabia los distintos nombres con los que se nos ha llamado, pienso que a pesar de que nos digan de formas diferentes nuestra esencia ha seguido intacta por lo que no importa el nombre, nombre muy difícil de definir porque la gente no sabe si darnos un nombre por lo clínico, lo fisiológico, el comportamiento, el pensamiento, en fin, para lo que ellos es una forma de intentar comprendernos (aun sin éxito total) para nosotros pierde importancia cuando en las vivencias y en los sentimientos no hay palabra que nos defina. ATT: Andres
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