Por Manuel Antonio Velandia Mora
España, Marzo 8 de 2012
Un informe de la RAE redactado por Ignacio Bosque critica las nuevas guías sobre lenguaje no sexista, el documento ha creado ampolla en los colectivos feministas y en las organizaciones de minorías sexuales. Titulado "Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer", ha sido suscrito por todos los académicos numerarios y correspondientes que asistieron al pleno de la Real Academia Española celebrado en Madrid el jueves, 1 de marzo de 2012. Fue publicado en El País de España el 4 del mismo mes.
El problema se centra en que las organizaciones, instituciones e incluso gobiernos se niegan a aceptar que “el masculino es extensivo a las mujeres”, y que el léxico, la morfología y la sintaxis de nuestra lengua no tienen por qué hacer explícita sistemáticamente la relación entre género y sexo.
La RAE dice que su negativa es para no forzar las estructuras, pero les da ventaja a los hombres para ignorar a las mujeres. Si uno llega a un salón donde hay tres mujeres y dos hombres, por qué uno no puede decir "hola a todas" si las mujeres son mayoría. Son cosas del poder, de eso poder macho, masculino, falocrático y heterosexista del que suele hacer gala la Academia.
Un amigo me comentaba recientemente: Cómo ser hombre es el todo, entonces ser mujer es degradante y llamar a un grupo de seres humanos por "mujeres" así haya hombres, es insultante, pero decirle "señores" a un grupo de personas donde hay mujeres es elevar, o por lo menos, mantener el status quo. Por otra parte recordemos que en la escuela nos enseñaron cómo manejar “apropiadamente las estructuras de poder”, que cuando uno hacía una lista de personas o se dirigía a varios, debíamos nombrar primero a los hombres.
En el informe se lee que las guías aludidas suelen llegar "a una conclusión injustificada que muchos hispanohablantes consideramos insostenible", que "el uso genérico del masculino para designar a los dos sexos está muy asentado en el sistema gramatical" español, que no tiene sentido "forzar las estructuras lingüísticas" y que éstas separan "el lenguaje oficial del real".
Adrián Sack publicó, al día siguiente, en La Nación de Argentina, un artículo titulado La Real Academia Española, contra el "todos y todas" en el que citando a Bosque aclara que las propuestas reformistas "no están hechas" para ser adaptadas al lenguaje común, puesto que, según entiende el académico, "se supone que los cambios que se solicitan han de afectar únicamente al lenguaje oficial". Es decir, al utilizado por quienes hablan delante de un micrófono o de una cámara y que, fuera de estas situaciones, se expresan "como todo el mundo".
Como suele ocurrir en el mundo de los medios de comunicación, ha sido más criticado el artículo de Sack (un análisis) que el de Bosque (el original), pero aquí lo que es realmente importante es que los académicos de la lengua ignoran o prefieren ignorar los argumentos que desde el otro lado se esgrimen: que el lenguaje se utiliza con una marcada perspectiva androcéntrica; que debe evolucionar de acuerdo con la sociedad y la cultura; y, que representa una posición ideológica y política que expulsa a las mujeres y a las minorías sexuales del universo simbólico. Además, que se hace necesaria una mayor sensibilidad ante la discriminación de la mujer en el mundo moderno
El uso de la lengua parece que no puede ser democrático sino impuesto desde las élites. La academia no produce documentos para una sociedad cambiante sino desde una perspectiva estática, en la que no se reconoce que las sociedades crean sus propias dinámicas comunicativas a las cuales hay una resistencia.
Las sociedades tienen el derecho a heterodesignarse pero no por ello a excluir y las personas a autodesignarse; los colectivos deciden sobre sí mismas y cómo desean ser comunicadas en el lenguaje y si no aceptan que este sexista y excluyente de las minorías y diversidades sexuales es porque no están de acuerdo con el retrogrado patrón en que se mueven los lingüistas, que por supuesto es acorde con su propio sexismo y LGTBfobia.
Las mujeres tradicionalmente han sido subsumidas en el grupo de los varones y las minorías sexuales en el grupo de las heterosexualidades. En el Diccionario de la Real Academia española de la Lengua (DRAE), por ejemplo, se define homosexual como un adjetivo: 1.Dicho de una persona: Con tendencia a la homosexualidad; 2. Dicho de una relación erótica: Que tiene lugar entre individuos del mismo sexo; 3. Perteneciente o relativo a la homosexualidad. En la palabra lesbiana se leer ver lesbiano, en: lesbiano, a se lee 2. f. Mujer homosexual.
La palabra género, en el DRAE se asocia con la gramática: Clase a la que pertenece un nombre sustantivo o un pronombre por el hecho de concertar con él una forma y, generalmente solo una, de la flexión del adjetivo y del pronombre. En las lenguas indoeuropeas estas formas son tres en determinados adjetivos y pronombres: masculina, femenina y neutra. Cuando se habla de género femenino se usa en los nombres y en algunos pronombres, rasgo inherente de las voces que designan personas del sexo femenino, algunos animales hembra y, convencionalmente, seres inanimados.
En consecuencia, las personas no tienen género. Por derivación no se puede transitar en el género, no hay violencia de género porque “la violencia la cometen las personas”, en este caso, según la Academia lo correcto sería decir “violencia sexual” ejercida por un hombre a una mujer o también proponen decir “violencia doméstica” por lo que también sería necesario aclarar que es ejercida por un hombre a una mujer.
Un argumento esgrimido por la Academia es que se hace necesario el criterio básico de economía y simplificación, que como se observa en el anterior ejemplo, la solución propuesta no solo alarga sino que demás enreda. Para la Academia, citar en una misma frase las palabras ciudadanos y ciudadanas en un “circunloquio innecesario”, un “desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina”. Desdoblamiento que por supuesto, desde la óptica académica no es económico ni simple, porque la simpleza está precisamente en ignorar la presencia de mujeres.
Arturo Pérez Reverte afirma que hacerlo es una “osadía de la ignorancia”, tal vez quienes estamos seguros de que las mujeres son sujetas de derechos seguiremos prefiriendo pasar por ignorantes que negando la equidad y el reconocimiento de la diferencia.
Ya decía Allwood en 1978 que los usuarios de la lengua no solamente actúan como individuos, sino que también actúan formando parte de una comunidad, una cultura y una ideología. En importante recalcar que el lenguaje es contextual, es decir, se puede hablar del contexto lingüístico (las diversas unidades que se combinan), del contexto interaccional (la organización regular de las intervenciones lingüísticas), del contexto social (las acciones verbales de la gente situadas social, institucional, e ideológicamente), y del contexto de la situación comunicativa.
La academia actúa ideológicamente. No tiene en cuenta la función interaccional del lenguaje que es también una función política; que su contexto social no es el ámbito de la Academia de la lengua, sino el ámbito hispanoparlante en el que la mujer no tiene iguales derechos que los hombres, ni el mismo reconocimiento social, político, económico, educativo o cultural; y que, el contexto de la situación comunicativa en el que se han creado las nuevas guías sobre lenguaje no sexista es el de las universidades, sindicatos y gobiernos regionales y locales, pero que su ámbito sobrepasa sus fronteras y es una propuesta inclusiva que se sugiere a toda la sociedad.
Dice Inés Alberdi en su artículo Pero, ¿dónde estaba la RAE?: La lengua es hija de la historia y por ello no debe sorprendernos que la española sea tan sexista. Casi todas las lenguas lo son e incluso el inglés, que tiene mayor flexibilidad para adaptarse a los tiempos actuales, permite usos que reflejan la superioridad de lo masculino en nuestra cultura. Un artículo publicado el mes pasado en el semanarioThe Economist sobre la genética del cerebro se titulaba What’s a man? (¿Qué es un hombre?) para reflexionar sobre que hace humanos a los humanos. Pues bien, yo no diría, afirma Alberdi, que este semanario es sexista por usar esta forma de hablar tan arraigada, pero sí les diría, como digo a mis estudiantes (yo hago esto mismo) que procuren reflexionar sobre cómo escriben y hablan y traten de no olvidar a las mujeres al hacerlo.
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