Por Manuel Antonio Velandia Mora
España, Marzo de 2012
Madres y padres se preguntan por qué sus hijos e hijas no les tienen confianza, por qué no hablan con ellos de cuestiones que parecen serles problemáticas, generalmente sobre situaciones relacionadas con su sexualidad. Y la situación es mucho más complicada si los padres empiezan a sospechar que sus hijos pueden ser gay, lesbianas o trans.
España, Marzo de 2012
Madres y padres se preguntan por qué sus hijos e hijas no les tienen confianza, por qué no hablan con ellos de cuestiones que parecen serles problemáticas, generalmente sobre situaciones relacionadas con su sexualidad. Y la situación es mucho más complicada si los padres empiezan a sospechar que sus hijos pueden ser gay, lesbianas o trans.
Sería un gran avance para los padres de familia en general que no trazaran el plano exacto de qué quieren que sean ellos en el futuro, para evitarse la frustración y el desencuentro al descubrir, por ejemplo, que no quieren ser abogados sino artistas. O que odian el nombre del bisabuelo que les pusieron como segundo nombre, y pero aún, mal combinado (“Yo no pedí llamarme Steven Otoniel”). O que no quieren ser católicos o de la religión de la familia. O que no son heterosexuales.
Presumir que los hijos van a ser de cierta manera es la fórmula perfecta para el conflicto. Sería mejor que pudieran escoger libremente su destino, pero obviamente muchísimo mejor aún si sus padres están ahí para asesorarlos, orientarlos y compartir sus experiencias. Por ello, invito a los papás futuros o actuales a que no presuman que sus hijos van a ser necesariamente heterosexuales.
Esto es lo que llamo la “Presunción de heterosexualidad” y me parece sano deshacerse de esa carga social, porque cuando alguno de sus hijos resulte gay no significa el acabose del apellido de la familia, sino un aspecto más de la personalidad de su hijo sobre la cual vale la pena dialogicar: es decir, se requiere más que un “logo entre dos” (diálogo). Lo que le digo a mis alumnos es que se en estos casos se requiere una dialógica, un intercambio de ideas e inquietudes en el que la lógica de cada uno se pueda expresar con honestidad, respeto y sin temor a cualquier forma de violencia o rechazo.
Si se cree que la descendencia está preparada para hablar, entonces ese logos o conocimiento debe ser de doble línea, quiero decir que los padres que ya consideran madur*s a sus hij*s deben también compartir sobre sus propias situaciones, dudas, temores, incluso prejuicios. La dialógica no se sustenta en el poder sino en la necesidad del acuerdo.
Cuando se decide dialogicar es conveniente estar listo para recibir cualquier respuesta. Padres y madres tienen la esperanza de que aquello que se sospecha como negativo nos va a ser confirmado - y no hablo solo de sexualidad porque esto aplica para otras situaciones cotidianas -. En la lógica de la vida las respuestas pueden ser muy variadas, desde una rotunda afirmación hasta una negación frontal a pesar de que lo que se interroga merezca una respuesta positiva.
Muchas veces se obtiene una negativa porque situaciones previas en que se ha sido vulnerado, agredido verbal, emocional o físicamente, crean precedentes y se teme se repita la situación; porque se sabe de antemano el rechazo, ya expresado, que hacia la situación tienen el padre, la madre o ambos e incluso los herman*s mayores; porque preocupa la incomprensión; porque la persona aún no está preparada para hablar o simplemente, porque lo que a otros parece un problema, para el chico o la chica solo es una cuestión que no merece tanta importancia. En especial cuando la sexualidad ahora, para los jóvenes, se contempla y vive de otra manera.
La controversia nunca será el camino para llegar al acuerdo, menos cuando esta se expresa de manera tajante, insultante o conlleva otras formas de violencia. Un error frecuente es iniciar las frases diciendo NO, porque esta negación ya crea una alerta que es el principio del desacuerdo.
Mi idea es que hay que preguntar con amor, con respeto y sin rodeos, y que las respuestas deben darse de la misma forma. Apóyese en ideas positivas tales como: te pregunto porque te amo; quiero saber, no para condenarte sino porque quiero acompañarte en cualquier decisión que tomes para la vida porque esto es importante para nuestra relación; te pregunto porque cualquiera que sea la respuesta quiero tenerla de ti y no de otras personas; no temas responderme que tú sabes que respetaré tus decisiones.
Pero no es suficiente preguntar positivamente, sino que además los planteamientos deben ser reales. Es decir, si no amamos, si no respetamos, si sabemos que no seremos solidarios , es mejor no saber o esperar a que haya más madurez de nuestra parte para hablar del tema y ser respetuos* con la otra persona.
En algunas ciudades hay grupos de apoyo para padres y madres con hijos homosexuales, lesbianas, trans, entre otros, puede llegar a ellos ya sea de forma personal o en la Web. Infórmese previamente pero no busque confirmar su presunción sexual si esta es heterosexual o concordante con el género asignado, porque si su sospecha es real, suele serlo, entonces no podrá comprender la opción que ha tomado su hij* o familiar.
También se puede buscar apoyo en la literatura, el cine, la televisión. Es allí donde chicos y chicas suelen apoyarse, pero debemos recordar que tener a alguien con quien hablar de manera explícita es probablemente lo más importante.
Cuando vaya a dialogicar es mejor hacerlo en un lugar neutral, con muy buen estado de ánimo y con una emoción positiva. No diga jamás algo de lo que posteriormente pueda arrepentirse, no presione la respuesta, permítase expresar sus sentimientos sin culpar a la otra persona de lo que usted siente porque solo usted es el dueño de sus propias emociones, de sus actos y de las explicaciones que da sobre ellos.
Por último, el error más frecuente es presuponer la respuesta y esta cuando es sobre sexualidad, no siempre se corresponde con el “deber ser” (que se expresa en frasecitas tenaces como “¡¡¡usted tiene que llevar en alto el apellido Rodríguez dándonos hijos, y ojalá varones!!!”), porque todas las personas en algún momento de nuestra existencia nos negamos a vivirlo para optar por nuestro “querer ser” (no estudiamos lo que el padre quería, no nos vestimos como la madre deseaba, no establecimos relaciones con quien a otros les parecía el mejor partido), que es la mejor opción para ser felices; y, en ultimas, es nuestra felicidad y la de los seres que amamos la que debe cimentar muestras relaciones afectivas, sociales, laborales.
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