El autor reflexiona sobre el uso del lenguaje en la cotidianidad y sobre cómo los homosexuales no son consientes de su propia homofobia, acto que llega incluso a volver insulto lo que para sí mismos es una fuente de placer o a ver en una imagen del ano una ofensa visual.
El lenguaje es un elemento importante en la perpetuación del poder. El lenguaje genera mundos y los homosexuales nos hemos valido de él para negarnos a nosotros mismos, para excluir a nuestros congéneres y para reafirmar el poder de los machos heterosexuales e inclusive el de los machos homosexuales.
!Que te den por el culo! es un insulto bastante frecuente en España, tan frecuente que los homosexuales lo usan continuamente. Es preocupante que este que parece un buen deseo expresado a un amigo gay a quien estimamos sea una manera de agredirse verbalmente, incluso entre homosexuales. Que se use esta expresión es un acto bastante homofóbico, pero mucho más homofóbico es que los homosexuales lo utilicen.
La homofobia internalizada y expresada en el lenguaje es muy usual en nuestros países; por ejemplo, es común que los LGBT hispanoparlantes se refieran a los heterosexuales como "straight" (directo, derecho), lo que significa aceptar que los demás somos "torcidos". Tal vez por ello mismo se cree que la orientación sexual homosexual es una inclinación, una tendencia e incluso un desequilibrio, reafirmando la idea de que la heterosexualidad es el modelo del equilibrio y el orden establecido.
Se dice que quien es penetrado es "pasivo", pues se considera que la pasividad es una cualidad de la feminidad. Los homosexuales no aceptan fácilmente su analidad y mucho menos lo hacen en público; si reflexionáramos más profundamente al respecto nos daríamos cuenta de que en la práctica, el "pasivo" de la relación es el dueño del pene, pues si el activo sierra sus nalgas termina decidiendo que entra o no en su cuerpo, por lo que el penetrador termina siendo el pasivo.
Algunos homosexuales siguen la tendencia que relaciona ser hombre con penetrar y ser mujer con recibir la penetración, incluso algunos se niegan a disfrutar ser penetrados y prefieren ser quienes penetran como una auto-referencia que les permite "ser el hombre de la relación". Yo siempre me pregunto por qué hay que ser macho, masculino, falocrático y penetrador, por qué nos duele tanto el cerebro cuando nos posibilitamos encontrar el placer anal.
Es verdad que una penetración duele, en especial si el pene de nuestro compañero es bastante grande, pero duele mucho más cuando el otro se comporta como una bestia y pretende, es un acto machista, arremeter con toda su anatomía contra nuestro esfínter, en un acto de dominación o más bien en una expresión de su propio temor a "no ser tan hombre como parece".
Quienes disfrutan de su analidad saben/mos que no sólo no duele, sino que especialmente se disfruta e incluso bastante, hasta el punto que algunos logran el orgasmo sin tan siquiera rozar su pene; a pesar de ello, a otros les duele hasta el cerebro.
La homofobia relacionada con el ano es tan grande que una imagen como la que ilustra este artículo es rechazada por muchos homosexuales, así sea una imagen de uso médico, en este caso la de una proctitis (inflamación del ano), muy a pesar nuestro las ilustraciones del pene son aceptadas por todos, incluso los más homofóbicos. Es por ese que la analidad se convierte en un acto de liberación, en un espacio político.
Se teme ser afeminado, por lo que la moda es masculinizarse, en consecuencia los gimnasios y los cirujanos estéticos han encontrado en la "machificación de los homosexuales" todo un renglón tremendamente rentable. Mucho más contradictorio es negarse a sí mismo las posibilidades de la vivencia de la feminidad y convertirse en una "musculoca" 0 "musclesqueer" en inglés.
Ser "loca" no solo es ser divertido, tener plumas (aun cuando no seamos aves) es una acto de negación de los tradicionales esquemas de la masculinidad y del machismo, ser loca es un acto transgresor que violenta a quienes pretenden no serlo, porque no tienen espejo o porque sus contradictorias emociones no les permiten ver lo que su madre, padre, amigos y hasta enemigos tienen perfectamente claro.
Muchas veces se discute cuál debe ser el tema político para las marchas del orgullo LGBT, creo que debemos plantearnos la reivindicación de nuestro propio cuerpo, del derecho a la analidad, a auto-reconocerse mariquita, pasiva y femenina y que esto sea igualmente un discurso de la masculinidad.
Mientras la homofobia en el lenguaje y la vivencia de nuestra identidad siga siendo un discurso divergente por el que seamos excluidos por los demás homosexuales, no lograremos trascender la más violenta y excluyente de las posiciones homofóbicas, la nuestra misma.
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